Capítulo 125:

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Emily suspiró pesadamente y dijo: «En mi opinión, la relación entre ustedes dos parece destinada a complicarse». Después de eso, volvió a su habitación, dejando a Stella sola con sus pensamientos.

Stella no dijo nada y siguió preparando el desayuno para Adrian. Cuando terminó de asearse, recogió sus cosas y se preparó para llevarlo a la guardería.

Antes de salir, Stella vio a su precioso hijo sentado en el suelo con las piernas cruzadas, metiendo juguetes en su pequeña mochila escolar. La mochila ya estaba llena de juguetes.

«Adrian, ¿por qué traes tantos juguetes a la escuela? ¡Tienes que prestar atención en clase! Déjalos aquí y juega con ellos cuando vuelvas», dijo Stella, deteniéndole rápidamente.

«¡Pero yo no quiero!» gimoteó Adrián. «¡Quiero enseñárselos a mis compañeros de clase! Este coche de carreras, este robot, esta figura… ¡Todos los de mi clase quieren verlos!».

«¡Cariño, ya casi los he metido todos!» dijo Adrián, sin dejar de meter juguetes en su bolsa. El problema era que su pequeña bolsa tenía poco espacio, y Tristán le había regalado tantos juguetes que no podía decidir cuáles llevar.

Stella se apresuró a sacar los juguetes uno por uno. «Adrian, no puedes llevar tantos juguetes al colegio. Como mucho, puedes llevar uno. Elige uno y deja el resto aquí».

Adrian se sentó en el suelo, mirando los juguetes que tenía en la mano, luego los que llevaba en la bolsa y, por último, a Stella. Sus grandes ojos azules suplicaban, como pidiéndole en silencio que le dejara coger más.

Stella evitó su mirada, intentando no ceder, y vació la bolsa de todos los juguetes. «Lo acordamos, sólo un juguete. Entonces, ¿cuál quieres coger?»

Los juguetes estaban esparcidos por el suelo, y Adrian miró a su alrededor antes de señalar uno. «Quiero llevarme este robot. El tío Tristán jugó conmigo usando éste».

Stella se quedó sin habla. El vínculo entre Adrian y Tristan se había hecho tan fuerte en tan poco tiempo. Sólo habían ido juntos al parque de atracciones, pero su relación parecía más estrecha que nunca.

¿Por qué Adrian no mostraba la misma emoción por los juguetes que ella le había regalado a lo largo de los años? ¿Era porque sus regalos no eran tan lujosos como los de Tristán? Sintiendo una punzada de celos, Stella metió el robot en la bolsa de Adrian.

Ahora estaba claro que vender esos juguetes no era una opción. Si lo hacía, no sería Tristán quien se enfadaría, sino su precioso hijo. Por el momento, decidió corresponder a la amabilidad de Tristán de otra manera.

En la guardería, Adrián se agarró fuertemente a su robot con una mano, mientras Stella le sujetaba la otra, conduciéndole hasta la puerta del colegio. Durante todo el camino, se quedó mirando el juguete, completamente absorto.

«Adrian, cuando estés en clase, tienes que concentrarte. No sigas mirando tu juguete, ¿de acuerdo?» dijo Stella suavemente. «Si tu profesor me llama y me dice que no estabas prestando atención, no te dejaré llevar juguetes al colegio nunca más. ¿Entiendes?»

Adrian respondió débilmente: «De acuerdo», pero sus ojos no se apartaban del robot que tenía en la mano. Stella sólo pudo suspirar mientras le cogía la mano regordeta, sintiéndose un poco impotente. ¿Dejar que Adrian se acercara a Tristan era la decisión correcta? Parecía que a su hijo le gustaba aquel hombre más de lo que ella creía.

Mientras caminaban, Adrián habló de repente, todavía concentrado en su robot. «Cariño, ¿puedo jugar hoy con el tío Tristán después del colegio? Quiero que me lleve otra vez al parque de atracciones».

Stella se negó sin dudarlo. «No, Adrian. Si quieres ir, te llevaré. Pero el tío Tristán está muy ocupado».

Si dejaba que Adrian pasara demasiado tiempo con Tristan, le preocupaba lo que pudiera pasar en el futuro.

Adrian hizo un mohín, claramente molesto. Era como si Stella se hubiera interpuesto entre él y Tristán, perturbando su vínculo. «¡Cariño, estás siendo malo! El tío Tristán me dijo que siempre vendría a jugar conmigo cuando quisiera».

Sostuvo su robot cerca, como si al mirarlo pudiera ver la cara de Tristán. Stella sacudió la cabeza, sintiéndose desgarrada. ¿Era bueno que Adrián estuviera tan unido a Tristán? No quería que su hijo dependiera tanto de otra persona para obtener el afecto que necesitaba.

Observar el anhelo de Adrian por Tristan sólo reforzaba una cosa: tenía que encontrar un padre para él, alguien que pudiera darle el amor y el apoyo que ella sola no podía proporcionarle.

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