Enamorada del CEO recluso -
Capítulo 100
Capítulo 100:
Melvin estaba sentado en su despacho, sumido en sus pensamientos. Louisa pronto se enfrentaría a la ley, y su fiscal no era otro que Alexis, su ex novio, el hombre que orquestó la muerte de su prometida.
«Necesito un plan, algo que él no vea venir. Sabe cómo doblegar la ley a su antojo», murmuró Melvin, con la frustración a flor de piel.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando su secretaria irrumpió sin previo aviso.
«Señor, las noticias lo comprueban ahora. Tenemos graves problemas», balbuceó la secretaria.
Melvin cogió el mando a distancia y lo encendió. Su mandíbula se tensó cuando su propia cara apareció en todos los canales.
«¿Quién ha sido? ¿Por qué ahora? ¿Y por qué desenterrar el pasado?». La mente de Melvin se agitó. El escándalo que casi le había destruido años atrás resurgió con toda su fuerza. «¿Estoy realmente maldito para revivir esto otra vez? Tal vez debería desaparecer», pensó, pero la imagen de Louisa lo tranquilizó. «No, no puedo. Ella me necesita».
«Señor», dijo su secretaria, temblorosa, «los titulares son brutales: ‘El escándalo de Limelight al descubierto: el padre exige sexo por fama, el hijo sale con un asesino’. Esa es la redacción exacta, señor».
La ira de Melvin estalló. «¡Fuera! Ahora», gritó, señalando hacia la puerta.
Se desplomó en su silla, sintiéndose asfixiado por los recuerdos. Su padre, antaño su roca, había sido acusado falsamente por un joven cantante en busca de fama. Incapaz de soportar la vergüenza, su padre se quitó la vida. Melvin, destrozado, se retiró del mundo, enterrando la dolorosa verdad en lo más profundo de su ser. Había pasado años borrando todo rastro del escándalo, pero ahora todo resurgía como una pesadilla.
«Tengo que actuar. ¿Debo ocuparme del caso de Louisa más tarde? ¿O acabar con Alexis y Scarlett de una sola vez?», reflexionó.
«Te has metido con la persona equivocada», susurró, golpeando el escritorio con el puño. El impacto derramó sangre, pero no le importó. Estaba listo para la guerra.
En la sala del tribunal, Louisa estaba en el estrado de la acusada, rodeada de miradas desdeñosas.
«Srta. Louisa Evans, está acusada del asesinato de la Srta. Jenny Maxwell. ¿Cómo se declara?», preguntó el juez.
Los ojos de Louisa recorrieron la sala, posándose en Chloe, que sollozaba desconsoladamente. A su lado, Natalie parecía pálida y frágil.
«Nat, no deberías estar aquí. Tu salud ya es frágil, y ahora te he arrastrado a este lío», pensó Louisa con culpabilidad.
Mientras la mente de Louisa divagaba, Natalie estaba igualmente consumida por el arrepentimiento. «Louisa, no te rindas. Tú no mataste a Jenny. Nunca me lo perdonaré si asumes la culpa», pensó Natalie desesperadamente.
La mirada de Louisa se desvió hacia Melvin, que tenía la cabeza inclinada y el rostro cubierto de tristeza. Sabía cuánto le pesaba ese momento.
«Acusado, ¿se declara culpable o inocente? Esto es un tribunal», la voz cortante del juez atravesó su confusión.
El corazón de Louisa latía con fuerza, sus manos temblaban mientras se pellizcaba la piel, intentando tranquilizarse. Se mordió el labio y cerró los ojos.
«¡Vamos, Louisa, dilo! No eres culpable. Habla!» suplicó Melvin en silencio desde su asiento.
Pero la mente de Louisa estaba en otra parte. Recordaba la reciente visita de Alexis a su celda. Sus crueles palabras se repetían en su cabeza. Sus amenazas de hacer daño a sus seres queridos resonaban sin cesar. Jenny había muerto por su culpa. Si Jenny no hubiera intentado ayudarla, tal vez seguiría viva…
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