En mis tiempos de desesperación -
Capítulo 359
Capítulo 359:
Sabina es orgullosa y ama su carrera. Pero no puede estar de pie el resto de su vida ni tocar el piano.
Si se despierta, querrá matarme.
El destino es humorístico. Francis y yo hemos pasado por muchas cosas. Pero a causa de todo tipo de rencores, poco a poco nos alejamos más y más.
«Lo sé».
La voz de Francis suena tranquila. Soy incapaz de distinguir sus emociones por su tono grave.
Sacan a Sabina a empujones y la trasladan a la sala VIP.
Sabina sigue anestesiada, así que está dormida.
Tengo muchas ganas de irme porque no sé cómo enfrentarme a Sabina ni a Francis.
Sin embargo, Francis sigue sujetándome las manos con fuerza.
Baja la cabeza y se sienta junto a la cama de Sabina. Su rostro se nubla de tristeza.
¿Qué expresión tiene en la cara?
«Francis, suéltame». Le digo con cara fría.
Me agarra la mano con tanta fuerza que siento que me la va a aplastar.
Sólo entonces levanta la vista hacia mí con una leve tristeza en los ojos.
«Tengo miedo de que te vayas en cuanto te suelte». Me ablando hacia él inmediatamente.
Sé que no debería ablandarme. Sin embargo, no puedo resistirlo cuando le veo tan débil.
«Es imposible que me cojas de la mano el resto de tu vida». Sonrío amargamente.
Francis aprieta con fuerza.
De repente, aparece en su rostro una sonrisa que me asusta.
«Si te rompo una pierna, ¿Cómo te vas a ir?». Empiezo a sudar de miedo.
¿Por qué Francis es tan aterrador?
¿Por qué quiere retenerme a su lado a toda costa?
Quizá, en este mundo, sólo el amor profundo o el odio pueden llevar a la gente a este punto de locura.
Pero Francis no me ama.
«Francis».
La débil voz de Sabina llega desde la cama.
Francis se da la vuelta y la expresión despiadada de su rostro es sustituida por la indiferencia.
«¿Cómo te sientes?», pregunta con voz grave.
«Me duele la mano».
Sabina lucha por levantarse de la cama.
Tras hacer un gran esfuerzo, Sabina descubre por fin que algo va mal.
Estira la mano izquierda, queriendo destapar la manta. Pero descubre que no puede apoyar ningún peso sobre su mano izquierda.
«¿Qué ocurre?»
El rostro de Sabina palidece al instante.
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