Capítulo 23:

Me desgarra la ropa desordenada. El aire acondicionado está encendido y siento un escalofrío en el pecho cuando ya no hay ropa que me cubra.

Mi cerebro sigue mareado, mi piel está fría, pero mi cuerpo está caliente. No sé cuándo me puse a horcajadas sobre las piernas de Francis Louis.

¿Me sostuvo él? ¿O me senté encima yo sola?

«Caliente, siento mucho calor». Sujeto con fuerza a Francis Louis. Mi cuerpo se arremolina inquieto y puedo sentir que su parte se ha vuelto firme como una piedra.

Ya no tengo conciencia, sólo me queda un deseo intocable en el corazón.

Estoy preparada para lo que va a ocurrir, pero mi cuerpo tembloroso sigue delatando mi nerviosismo.

Francis Louis me mira fijamente, y el fuego de sus ojos parece devorarme en cualquier momento.

«¿Qué cosas sucias estás pensando? Te has sonrojado». Me pregunta de repente con una sonrisa en los labios.

Pongo los ojos en blanco. Es porque estoy drogada. Ahora no puedo evitar dudar de mí misma, mi mirada parece tan coqueta.

La temperatura en el coche es muy baja, pero todo mi cuerpo tiene mucho calor.

El estrecho espacio hace que no tenga dónde esconderme. Sólo puedo volver a estrecharme entre sus brazos, y su mano se desliza bajo mi falda…

«¡Eh, suéltame! Francis Louis, ¡Qué vergüenza!»

¡Es mil veces más vergonzoso que acostarse con él!

Algo es como el destino. Me dr%gan dos veces y subo dos veces al coche de Francis Louis. Tal vez haber experimentado una vez haga que la segunda sea indiferente. Si él es mi antídoto, no parece importarme tanto.

Francis Louis probablemente sabe lo que quiero. Se limita a mirarme y me dice con ligereza: «No tendré tu cuerpo cuando estés inconsciente. No te preocupes, estarás cómoda de todos modos».

Quiero replicar, pero él acelera la mano…

Sé por primera vez que los afrodisíacos pueden resolverse así.

Me sorprendo al levantarle la vista. Tiene la frente llena de sudor. Su mirada me demuestra que debe haber aguantado durante mucho tiempo.

Mientras dudo, Francis Louis se me acerca de repente y me susurra al oído: «Jane Noyes, sé mi amante».

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