Embarazada de una noche con el Alfa -
Capítulo 99
Capítulo 99:
Eric me miró con furia ante mis mordaces palabras, antes de arrodillarse junto a su prometida. En ese momento, retrocedí para dejarles espacio.
«¿Estás bien? ¿Qué te sucedió?», le preguntó Eric.
«Fue un accidente; Ayana arrojó su bolso al estanque», explicó Lily, tosiendo y hablando con dificultad.
«Oh, Eric, estaba tan asustada, ¡me siento tan débil!»
Puse los ojos en blanco, pues no quería involucrarme en el drama que Ayana estaba provocando.
Puesto que Lily ya estaba a salvo, decidí regresar al salón de baile y buscar a Tanya, pero antes de que pudiera dar un solo paso, Lily balbuceó algunas palabras.
«Le dije que no se lanzara al estanque… traté de rescatarla… siento mucho no haberla detenido a tiempo.»
Me volví para encararla de nuevo, con el ceño fruncido.
«¿A quién te refieres? ¿Quién más entró en el estanque?», pregunté casi exigiendo una respuesta.
Respiró entonces con gran lentitud.
«Tanya… ella se lanzó al estanque. Creo que estaba tratando de recuperar su bolso. Yo…», repuso.
Casi no oía sus palabras y no capté mucho de lo que dijo después de haber mencionado el nombre de mi esposa.
Abrí los ojos desmesuradamente, recorriendo con la mirada las oscuras aguas del estanque.
Sentí entonces una opresión en el pecho mientras un arrebato de pánico se apoderaba de mí. Jamás había experimentado tanta angustia.
Volví a lanzarme al estanque.
Punto de vista de Tanya
La muerte es un proceso que comienza con mucha lentitud y luego se acelera. Al principio, todo mi cuerpo dolía y sentía que el frío, la tensión y la oscuridad me invadían mientras mis pulmones parecían suplicar por aire. Luego, perdí la noción de arriba y abajo, y el dolor cesó. Todo era como un distante susurro mientras sentía que me desvanecía; era como si me estuviera quedando dormida.
Sentí que las fuerzas me abandonaban; mis ojos se cerraban mientras mis extremidades se ponían flácidas. Podría jurar que por un instante sentí que los latidos de mi corazón se hacían cada vez más lentos y débiles.
Pero de repente, sentí un beso que me hizo regresar de las puertas de la muerte. En medio de la oscuridad subacuática, alguien presionó mis labios firmemente contra los suyos, haciendo que el aire traspusiera la barrera de mis fríos labios y penetrara en mis exhaustos pulmones.
Súbitamente, volví a la vida, como si despertara de una terrible pesadilla; poco a poco volví a experimentar sensaciones. Sentí que me abrazaban unos fuertes brazos, sacándome de la oscuridad en la que estaba inmersa. Sin embargo, todavía me sentía fría y mareada; todo parecía estar muy lejano, pero ya no estaba asustada, pues había hallado refugio en aquel desesperado abrazo. Tal vez moriría; quizás eran los brazos de mi ángel, que venía a llevarme a un lugar maravilloso lleno de calidez y serenidad.
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