Embarazada de una noche con el Alfa -
Capítulo 97
Capítulo 97:
«Tengo que recuperarlo», grité, sin hacer caso de sus burlas ni de la risa maliciosa de Ayana.
Caminé penosamente hacia las frías profundidades del estanque; las algas y el lodo hacían el suelo resbaladizo bajo mis pies descalzos.
Me alejé aún más del borde, con los ojos clavados en el punto donde había visto hundirse el bolso.
La madre de Marco era una mujer delicada y hermosa, y esos aretes habían sido los últimos objetos que le había legado a su hijo, así que debía encontrarlos a como diera lugar.
El agua me llegaba a la altura del cuello mientras buscaba frenéticamente el bolso en el agua oscura.
Marco le había dado esos aretes a Lily como prenda de su amor y confianza, pero ella los había menospreciado y había preferido subastarlos.
En cambio, yo jamás asumiría esa actitud.
Tosí mientras me entraba agua en los ojos, pero persistí en mi búsqueda del bolso, adentrándome cada vez más en el estanque.
Finalmente, mi mano sintió el material de aquel pequeño bolso. Estaba familiarizada con él, así que lloré de alivio al estar segura de haberlo hallado. Escuché, a lo lejos, la conmoción de una multitud reunida al borde del estanque, pero no le presté mucha atención.
Pateé en medio de la oscuridad; sentía mi vestido muy pesado debido a la gran cantidad de agua que había absorbido. Mis dedos resbaladizos desabrocharon el pequeño pestillo del bolso, y rebusqué a tientas en él hasta que por fin pude palpar la solidez de los ornamentados pendientes que buscaba afanosamente.
Los agarré con mucha fuerza, pero me había adentrado tanto en el estanque que mis pies ya no tocaban el fondo.
Entonces fui presa del pánico y comencé a agitarme, moviendo las piernas frenéticamente. Jadeaba mientras me esforzaba por mantener la barbilla sobre la superficie del agua.
Entretanto, varios espectadores se habían reunido junto al estanque.
Divisé a Lily a lo lejos; miró ansiosamente a su alrededor y luego se lanzó al agua.
Vi que algunas figuras se precipitaban hacia él.
Lily lanzó un alarido y, deliberadamente, se sumergió en el agua con un fuerte chapoteo mientras yo luchaba desesperadamente por mantenerme a flote. Mi vestido estaba tan pesado que amenazaba con arrastrarme a las profundidades del estanque.
Al igual que en otras ocasiones, sentí un vehemente deseo de convertirme en loba para recuperar el vigor, pero lamentablemente eso estaba fuera de mi alcance. Todo lo que podía hacer era seguir luchando por respirar, mientras sentía mis extremidades cada vez más frías y adoloridas debido a esa extenuante lucha.
Mis músculos ya no soportaban más aquella tremenda tensión a la que los estaba sometiendo y sentía que mi cerebro estaba cada vez más privado de oxígeno. Mi cuerpo se tornaba más pesado.
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