Capítulo 9:

Todos los lobos tienen su propio olor, el cual es único, excepto yo.

Entonces, ¿cómo podía decir que olía bien? ¡Vaya! Seguramente era por el perfume. ¡No podía ser otra cosa!

Me sentí indefensa mientras él me llevaba tiernamente hasta la cama.

Suavemente me acomodó y se acostó a mi lado.

Podía sentir su aliento sobre el mío, aunque apestaba a alcohol.

Su visión debió haberse vuelto borrosa porque estaba borracho y confiaba en su sentido del olfato.

Como el metabolismo de los lobos es más rápido, tardamos mucho en emborracharnos, lo que significaba que él debió haber estado muy decidido a perder el control.

Me obligué a abrir los ojos, fijando mi mirada en su rostro, preguntándome, al mismo tiempo, qué sería tan doloroso que tenía tanta urgencia en olvidar.

Sus gélidos ojos azules eran más aterradores ahora que podía mirarlos de cerca.

Parecían atravesar mi alma, pero a pesar del terror que producían, no podía apartar la mirada de él, ya que me tenía cautivada y sentí como si me estuviera derritiendo entre sus brazos.

La tenue luz de la luna me permitía ver levemente su rostro, que reflejaba una necesidad desesperada.

Pasó sus gruesas manos por todos los rincones de mi cuerpo, provocando que suaves y sensuales gemidos salieran de mi garganta.

Sus ojos se clavaron en los míos y pude ver claramente que me deseaba.

Sus ansias de tenerme, de dominarme y hacerme gritar de éxtasis eran tan palpables que se cernían sobre nuestras cabezas como una nube oscura y siniestra.

No quería rendirme a él, quiero decir, no debería.

Era un extraño y parecía peligroso. ¿Cómo darle mi virginidad a un hombre de quien ni siquiera sabía el nombre? Cuanto más intentaba resistir sus caricias, más me parecía imposible.

Olas de electricidad sacudieron mi cuerpo cuando me pasó las manos por los muslos.

Poco a poco deslizó sus dedos, apropiándose de mi piel, hasta que sus dedos estuvieron dentro de mi ropa.

«Aaah», gemí de placer.

Entonces, me pregunté qué estaba mal conmigo. ¡Estaba hambrienta de sus manos, anhelaba que me tocara! Nunca me había sentido así y, aunque en cierto modo me intimidaba, también me resultaba muy estimulante.

Recordé lo que dijo Alina.

Necesitaba divertirme y vengarme de Brandon por engañarme. ¿Qué mejor manera de hacerlo que perder la virginidad con un hombre sorprendentemente guapo que no conocía?

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