Capítulo 334:

Esto debía hacerse ahora.

Corrí hacia Dorian, luchando contra los soldados que se dirigían hacia mí para atacarme; considerando cada paso como un progreso mientras me acercaba más y más.

Podía notar que mi hermanastro parecía confundido ante mis acciones imprudentes.

Pero no lo estaba.

Tenía un plan.

De hecho, combatí contra dos rebeldes más antes de estar lo suficientemente cerca como para saber que funcionaría.

En el último segundo, saqué el perfume de Tanya y lo rocié abundantemente en dirección a Dorian.

La confusión en sus caras habría sido cómica si la situación no fuera tan grave.

Y es que, con la ayuda del viento, las moléculas de la fragancia se desplazaron hacia el híbrido; y apenas se percató de ello, sus ojos se agrandaron, cayendo hacia atrás en una ilusión.

Punto de vista de Dorian.

La niebla entró en mis ojos y el mundo de repente se desenfocó.

Parpadeando frenéticamente intenté ver, pero todo a mi alrededor se volvió denso.

Gruesas nubes oscurecían mi entorno mientras la nieve caía como balas blancas desde el cielo.

Envolviendo mis brazos alrededor de mi cuerpo, me percaté de que las puntas de mis orejas comenzaban a picarme debido al ambiente gélido.

Mis dientes, incontrolablemente, castañeaban.

Había estado caminando durante días, pero mis piernas simplemente luchaban por avanzar a través de la voluminosa nevisca que cubría el suelo. Dejaba tras de mí un rastro patético que, seguro, desaparecería producto del terrible grito del viento o sería asfixiado por el hielo.

Peor aún, me congelaría, marchitaría y me desvanecería junto con la tormenta.

Caí de rodillas.

Intenté ponerme de pie, pero mi cuerpo estaba demasiado débil.

La nieve, de alguna manera, se sentía como un cómodo colchón, ofreciéndome un sueño eterno.

Sin embargo, debía seguir.

Mi vida tenía que significar algo más que lo que mi madre habría hecho de mí.

Hacía ya un año que la dejé atrás, aventurándome por mi cuenta.

Mi bufanda desgarrada y mi ropa andrajosa me ofrecían poca protección frente a los elementos, pero me envolví en ellas con esperanza.

Levanté la mirada.

La tormenta no logró ocultar el movimiento a lo lejos.

Alguien se acercaba.

Un hombre revoltoso, con una larga barba y cejas pobladas cubiertas de escarcha.

Lucía agotado, aunque no logró ocultar el asombro al percatarse de mi presencia.

No sabía quién era.

Nunca lo había visto antes.

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