Embarazada de una noche con el Alfa -
Capítulo 301
Capítulo 301:
Esa fragancia era especial, pues amplificaba mi esencia y era altamente detectable para mi compañero.
Con un poco de suerte, mi esposo se daría cuenta y podría seguirme hasta donde quisieran llevarme.
Eso fue lo último que pude hacer antes de que Eric me golpeara de nuevo, y perdiera el conocimiento.
Su sonrisa diabólica fue lo último que vi.
Punto de vista de Marco:
No fue hasta que vi el reloj de la cocina que me di cuenta de que Tanya aún no había vuelto.
La había estado esperando desde hacía bastante tiempo; incluso le había preparado una taza de té, pero ya se había enfriado.
Hasta ese momento, había estado esperando a que volviera, recordando lo que me iba a decir.
Sin embargo, ya empezaba a preocuparme un poco, pues ella no solía tardar tanto cuando salía a caminar.
Además, si se hubiera entretenido con algo, me habría enviado un mensaje.
Cuando me puse de pie, mi silla chirrió mientras trataba de pensar en algún argumento lógico para explicar su tardanza.
La lógica duró hasta medianoche; para entonces, mi corazón ya latía rápido porque ni siquiera contestaba al teléfono.
Sabía que algo le había ocurrido.
Tenía que ponerme en marcha.
Llamé a Oliver de inmediato, le conté lo que había pasado y le pedí que enviara soldados a buscarla.
Nosotros también lo hicimos durante toda la noche.
Fuimos de puerta en puerta preguntando si alguien la había visto.
Probamos en todos los lugares a los que podría haber ido: casa de Vivian, perfumería y tiendas que le gustaban, pero no logramos encontrar nada.
Cuanto más tiempo pasaba, más me preocupaba.
Cada vez que nos cruzábamos con alguien y nos decía que no la había visto, sentía como si se me encogiera el corazón.
Además, el hecho de que prometieran mantenerse alerta no me tranquilizaba lo más mínimo.
Un millón de ideas negativas sobre lo que podría haberle pasado se formaban en mi cabeza.
Entonces, un soldado se me acercó corriendo.
«¡Alguien ha dicho que la ha visto ayer cerca de la floristería de Carol!».
Oliver y yo corrimos hasta allí y, justo cuando íbamos llegando, una ola de olores llegó a mi nariz.
Hice caso a mis instintos, inhalé profundamente y, de repente, mi lobo se alteró.
Reconocí su olor de inmediato y me puse a seguir su rastro.
Llegamos a un callejón oscuro y angosto.
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