Capítulo 298:

Entonces, mi esposa se dejó caer sobre mis brazos y aproveché para llevarla a la cama.

Cuando por fin llegamos, la escuché roncar.

No pude evitar suspirar.

De hecho, casi pude sentir la tristeza de mi miembro.

Aun así, sonreí y la puse sobre la cama para después acostarme junto a ella y quedarme dormido abrazándola.

Punto de vista de Eric.

Gracias a mi velocidad y fuerza, logré evadirme de los hombres de mi padre.

Una vez fuera de su alcance, seguí el rastro que Lily dejó para mí.

Este me llevó fuera de la capital hasta un

un territorio rebelde.

Dejé atrás el mundo de la realeza, aunque sabía que solo sería momentáneo.

Finalmente, mi agudo olfato captó el olor de otra manada y, poco después de cruzar sus fronteras, unos exploradores vinieron a enfrentarme.

Sin embargo, mi tamaño era intimidante.

Como Licano, medía tres veces lo que un hombre lobo común.

Al verlos llegar, solté un gruñido dominante y me puse de pie sobre mis patas traseras, al tiempo que extendía las garras y descubría el pecho en una demostración de fuerza.

Ambos exploradores se volvieron y reconocieron de inmediato quién era yo.

En ese momento solo quedaban tres Licanos vivos y los otros dos no conocían la existencia de la manada de Dorian.

Cuando me aseguré de que no me atacarían, volví a mi forma humana y me llevaron con su líder y Lily.

Sabía que los lobos renegados lo habían pasado muy mal, pues mi padre se había asegurado de que tuvieran vidas difíciles.

La familia real siempre los había mantenido a raya utilizando el miedo como herramienta.

Esa había sido la única forma de evitar un levantamiento.

Sin embargo, nunca me di cuenta de lo miserables que eran sus vidas.

Se calentaban con pequeñas hogueras y vivían en edificios abandonados, remolques para acampar y tiendas de campaña.

Mi atuendo real contrastaba mucho con el lugar, pero a mí no me importó.

Solo tenía una razón para estar ahí: ver a Dorian y a Lily.

Los lobos me escoltaron hasta donde se encontraban mis cómplices.

La mirada de la mujer que tenía enfrente estaba llena de luz.

Escapar le había levantado el ánimo de verdad.

—Príncipe Eric —dijo Dorian, con una sonrisa.

«Qué amable por su parte unirse a nosotros».

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