Embarazada de una noche con el Alfa -
Capítulo 273
Capítulo 273:
Parpadeé repetidamente mientras lo miraba, incapaz de comprender su propuesta.
Pero antes de que pudiera decir algo más, se alejó bruscamente de mí, como si quisiera ocultar su vergüenza.
Luego, de repente, me miró con aire confiado y me dijo:
«Bueno, ya hice lo que debía hacer: fingir ser un buen esposo.
Estoy seguro de que ahora no te importará ayudarme un poco».
Puse los ojos en blanco, con aire juguetón.
«Simplemente dormiremos en la misma cama.
Además, creo que te he dado lo suficiente como para que cumplas tu parte del trato», prosiguió al tiempo que señalaba la caja que contenía el nuevo collar de diamantes que yo lucía.
Entonces hice una mueca que se asemejaba a una sonrisa y le dije:
«¿Qué dices? ¡El collar fue un presente! No debes usarlo para sobornarme», repliqué en tono de broma.
«Por supuesto que puedo hacerlo», respondió sonriendo.
Intenté agarrar la caja que contenía el collar, pero me la arrebató.
«¡Oye, no hagas eso!»
Bromeó conmigo, sosteniendo el collar fuera de mi alcance, lo que me hizo reír.
Aprovechando el hecho de que era mucho más alto que yo, seguía sosteniéndolo en alto mientras yo saltaba constantemente, tratando de atraparlo.
En cierto momento salté y choqué contra él accidentalmente, lo que hizo que cayéramos sobre la cama.
Yo caí encima de él.
Sin embargo, se rehusaba a rendirse.
Cada vez que yo trataba de tomar aquella joya, la alejaba de mí con una risa juguetona.
Me senté a horcajadas sobre su torso y empleé el peso de mi cuerpo para inmovilizar sus piernas lo mejor que pude para que dejara de juguetear.
«¡Dámelo, Marco!», exclamé riendo mientras trataba infructuosamente de atraparlo una vez más.
Yo estaba actuando con una brusquedad juguetona, haciendo lo que fuera necesario para ser la vencedora de aquel juego tonto.
Tiré de su ropa y traté de sujetar su mano libre mientras intentaba tomar el collar.
Nuestros cuerpos estaban tan juntos que podía escuchar el errático sonido que producía su pecho al subir y bajar mientras él reía.
De repente, se puso tenso debajo de mí y, a pesar de estar acostado, levantó la cabeza y le dirigió una mirada a la puerta.
Volví la cabeza para mirar hacia ese punto, e inmediatamente me sonrojé de vergüenza al ver a Claire de pie en el umbral, mirándonos con curiosidad.
Su sonrisa era contagiosa, así que los tres nos echamos a reír.
Me ayudó a quitarme de encima suyo y la subió a la cama con nosotros.
Al cabo de solo diez minutos se quedó profundamente dormida.
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