Capítulo 270:

«No debo hacer esa clase de trabajo».

Pese a sentirse sorprendida por mi negativa, me dijo en tono glacial:

«Siempre debes hacer lo que te ordene».

Crucé los brazos sobre el pecho y expuse las razones por las cuales no pensaba acatar aquella orden:

«Soy una perfumista, no una trabajadora de bodega.

No debo desarrollar labores para las que no he sido contratada».

Ella estaba visiblemente enfadada; sus fosas nasales se agitaron.

Sin embargo, no hizo un escándalo y se limitó a regresar airadamente a su oficina, sin decir ni una palabra más.

Me sentía victoriosa y orgullosa, pero más adelante lamentaría mi actitud.

Más tarde ese día, tuve una reunión con la gerencia, en la cual les presenté mis ideas sobre nuevos perfumes.

Me emocionaba mucho la posibilidad de exponerlas, pues había trabajado sola con algunos de aquellos perfumes durante años, y ahora el hecho de contar con la financiación de una perfumería reconocida y con el equipo adecuado me permitiría hacer realidad muchas de mis ideas, que hasta ese momento no eran más que una fantasía.

Durante la presentación, todos parecían muy interesados en mis ideas.

Sin embargo, cuando terminé mi presentación, vi que Lily sacudía la cabeza con violencia, en ademán de negación.

Entonces dejé caer los hombros, mientras ella decía:

«Es imposible llevar esas ideas a la práctica, pues no se ajustan a nuestra marca, y hacerlo requeriría una ingente cantidad de dinero.

De modo que me temo que no podré aceptar tales propuestas».

Resoplé y luego argumenté:

«He creado una hoja de cálculo en la que detallo los aspectos financieros de mi propuesta.

Definitivamente es factible implementar mis ideas, y además mis creaciones se adaptarían a las exigencias de la marca».

Sin embargo, levantó su mano en actitud de rechazo y me dijo en tono de desprecio:

«No olvides que en esta empresa yo soy quien dice la última palabra.

No hables cuando no sea tu turno.

El hecho de que hayas conseguido este trabajo gracias a tus contactos no implica que tus ideas sean valiosas.

Te sugiero que perfecciones tus habilidades en vez de confiar en que se te concedan todos tus deseos».

Aunque no lo había dicho explícitamente, yo sabía que se refería al hecho de que mi relación con Marco era lo que me había permitido conseguir aquel trabajo.

En ese momento, él entró en la oficina, llevando en las manos un enorme ramo de rosas.

Abrí los ojos desmesuradamente.

De repente comprendí el motivo de aquel regalo: ¡Era el día de San Valentín!

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