Embarazada de una noche con el Alfa -
Capítulo 2
Capítulo 2:
«¡Sí, cariño! ¡Así, sí! ¡Bebé, más duro! ¡Más rápido!», suplicaba la chica, lo cual llevó a Brandon a aumentar la velocidad, quien la agarró por la cintura para estrellarse contra ella frenéticamente.
«Dios, ¡esto es lo máximo!», dijo ella erráticamente, tratando de hablar mientras su cuerpo se sacudía con los embates de Brandon.
Y luego, como si no estuviera lo suficientemente cerca, se arrojó hacia adelante.
La enorme mano de mi novio encontró la parte de atrás de su cabeza y le hundió la cara en la almohada, sin dejar de moverse salvajemente con ella.
«¡Estoy cerca!» – Segundo a segundo, sus alaridos de placer se convirtieron en gruñidos animales, mientras su cuerpo se preparaba para explotar en éxtasis.
Abajo de él, los gemidos de la chica se transformaron en aullidos gozosos, fuertes y agudos, incluso amortiguados por la almohada en la que tenía enterrada la cara.
Juntos alcanzaron el clímax, haciendo que el lecho se balanceara como un bote entre las olas de un mar embravecido.
No supe qué me sacó de mi estado de shock, pero justo cuando se desplomaron, encontré el coraje para gritar: «¡Cómo pudiste, Brandon!».
Su rostro sudoroso giró para mirarme sobresaltado, pero no me atreví a esperar su respuesta.
En su lugar, hui de allí, salí corriendo de la casa, apenas vislumbrando a la chica en sus brazos, y demasiado desconsolada para preocuparme por su rostro.
Debí haberlo visto venir…
Haberme dado cuenta desde antes de que mi vida estaba destinada a ser una vida de miseria.
Yo, Tanya, era una completa decepción.
Mi padre, Richard, era el Alfa de la manada Blackhide, un grupo pequeño pero muy poderoso.
Y, como la mayoría, deseaba un hijo que tomara su legado.
Desafortunadamente para mí, su esposa solo pudo darle una hembra y, en la búsqueda de un varón, él recurrió a la subrogación.
La sustituta resultó ser mi madre, una loba Omega ordinaria de la manada.
También fue así como mi padre se enfureció cuando nací, ya que volvió a tener una niña.
Entonces, juró nunca tener nada que ver conmigo.
Por supuesto, cuando mamá falleció poco después, no tuvo más remedio que acogerme.
Richard me odiaba desde el día en que nací, y no ayudaba que yo fuera una Omega.
A la edad de trece años, la mayoría de nuestra especie manifestaba su lobo, lo cual también les permitía cambiar de forma.
Pero lo peor fue que, en mi caso, yo ya tenía dieciocho años y mi loba aún no había aparecido.
No tenía poderes, ninguna resistencia ni durabilidad.
Ni siquiera tenía un olor corporal como otros lobos.
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