Embarazada de una noche con el Alfa -
Capítulo 151
Capítulo 151:
Pero no pude evitar emocionarme al ver que me creía.
Al día siguiente, él y yo volvimos a mi ciudad natal, la manada Blackhide.
Y se sentía tan extraño volver al lugar donde había crecido después de todo este tiempo.
El lugar no había cambiado, pero yo sí. Me preguntaba quién habría sido si él nunca me hubiera encontrado. Pero además de esto, había una razón importante por la que estaba allí, y lo que buscaba era posiblemente lo único que podía proteger mi carrera.
Para cada perfume que había creado, había escrito un manuscrito, detallando el diseño.
Cada uno fechado en consecuencia.
Todos estaban a buen recaudo en una habitación no muy lejos de la perfumería de Malik. Él se había dado cuenta de lo absorta y obsesionada que estaba con la perfumería, así que me ofreció una habitación donde poder practicar y mantener a salvo mis herramientas y manuscritos.
Llegamos allí enseguida, y él esperó fuera mientras yo entraba a buscarlos.
La habitación en sí guardaba muchos recuerdos, y era el lugar al que escapaba cuando los abusos de mi familia se hicieron demasiado pesados.
La perfumería era mi libertad, era mi refugio en ese momento más que nunca.
En una búsqueda desesperada, miré por todas partes, pero conseguí encontrar todos mis manuscritos, excepto los que Lily me acusaba de haber copiado.
Recordé quién tenía las llaves de mi habitación y, aparte de Malik, Brandon, mi antiguo novio, era la única persona con la que compartía este lugar sagrado.
Justo entonces, mi corazón se desplomó de espanto.
Oí un «clic» y me giré hacia Brandon, quien me miró con hambre y deseo en los ojos mientras sostenía mis manuscritos en la mano.
Punto de vista de Brandon (Una hora antes):
Dios, necesitaba esto…
Mi mano rodeaba la delicada cintura de Alina y deslizaba el dedo por la trabilla de sus vaqueros.
La estreché más contra mí, oyéndola gemir cuando la parte inferior de mi cuerpo se apretó contra ella y mis labios se entrelazaron con los suyos.
Pero justo cuando empezaba a desabrocharme los botones de la camisa, sonó el timbre de mi teléfono.
Gemí.
Me aparté y me recosté en el sofá.
Ella se apresuró a arreglarse el pelo revuelto y yo contesté.
«¿Qué?»
«No me digas qué. Me debes un favor».
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