Capítulo 131:

«No, es posible que el bebé esté sufriendo por todo el estrés en el que se encuentra. Las consecuencias podrían ser graves.»

Dylan miró a su alfa e inmediatamente la agresividad de este desapareció y se transformó en desesperación.

«Oh, por Dios.

¡Pudimos haber lastimado al bebé!»

El hombre comenzó a caminar de un lado a otro en estado de pánico, tirándose de los cabellos con ambas manos.

«Dylan, debemos traer a un médico. ¡Debemos ayudarla a ella y a su bebé!»

Caspian volteó a verme.

«Solo espera, volveremos pronto.

¡Vamos, Dylan!»

Ambos salieron corriendo de la habitación y, una vez más, me quedé a solas con Cathy.

«¿Estás embarazada?» Pude notar la incredulidad en su tono de voz, pero aun así ella se acercó e intentó tocarme. Antes de que pudiera hacerlo, me incorporé y dejé actuar mientras observaba cuidadosamente la puerta para asegurarme de que los hombres ya se hubieran ido.

«¿Estabas fingiendo?» me preguntó Cathy, bastante sorprendida.

«En verdad estoy embarazada, Cathy. Al principio sí sentí dolor, pero luego se detuvo. Tuve que actuar como si aún siguiera sintiéndolo. Pero eso no importa ahora, necesitamos aprovechar esta oportunidad para escapar».

Ella asintió y vi cómo transformó sus uñas en garras para poder cortar la cuerda que me mantenía atada. Una vez libre, la ayudé a deshacer el resto de los nudos.

Luego de eso, ambas comenzamos a buscar una forma de escapar. Primero intentamos abrir la puerta, pero el orificio en donde se insertaba la llave estaba sellado y no podíamos forzar la cerradura. Nuestra segunda opción fue tratar de soltar las bisagras, pero estas estaban atornilladas con un metal muy resistente y no pudimos hacer nada. Finalmente, intentamos patearla con todas nuestras fuerzas, pero al estar hecha de metal y estar sellada herméticamente, era impenetrable.

Seguimos buscando alguna otra ruta de escape, pero al no haber ventanas, nuestras opciones eran limitadas. Sin embargo, eso no impidió que Cathy y yo buscáramos algún ladrillo suelto en las paredes. Si encontrábamos uno, quizá podríamos derribar el muro y salir.

Cuando terminamos de examinar las cuatro paredes, nos dimos cuenta de que la construcción estaba muy bien hecha y que nuestros esfuerzos habían sido en vano. Ambas nos sentamos en el suelo, exhaustas.

Levanté la cabeza para tratar de evitar que las lágrimas salieran de mis ojos, y fue entonces que me di cuenta de que uno de los paneles del techo parecía estar fuera de lugar, lo que me hizo levantarme rápidamente para mirar más de cerca.

«Cathy, ¡ahí! Eso podría ayudarnos a salir», exclamé. Ella también alzó la mirada y se dio cuenta de lo que estaba señalando.

«Usemos las mesas y las sillas para subir», sugirió ella.

Asentí con la cabeza y comencé a ayudarla a apilar los muebles. Una vez que terminamos, quedaba muy poco espacio para alcanzar el techo, por lo que dejé que subiera a mis hombros.

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