Embarazada de una noche con el Alfa -
Capítulo 110
Capítulo 110:
«Así es», repliqué mientras lanzaba un breve suspiro. «Mi esposo tiene pesadillas extrañas y me temo que pierde el control cuando duerme. Ni siquiera recuerda que me besó la otra noche. Desde luego, no le concedo la menor importancia a ello. No quiero sacar a relucir eso, pues en tal caso lo haría sentir incómodo. Entonces, creo que el regalo ideal sería algo que lo ayudara a dormir mejor.»
Ahora sabía cuál sería el regalo perfecto.
Marco le había hecho tanto bien a tanta gente que, sin duda, el mejor regalo que podría recibir en su cumpleaños sería un buen descanso.
Permanecí despierta toda la noche y trabajé hasta las primeras horas de la mañana en mi pequeño laboratorio instalado en el ático. Trabajé de manera ágil y metódica en la preparación de la pequeña poción que le permitiría a mi esposo volver a dormir plácidamente.
Mi conversación con la pitonisa del Templo de la Diosa de la Luna había sido un tanto extraña, pero me había dejado una firme determinación y había elevado mi ánimo.
La mezcla burbujeaba mientras añadía los extractos frescos de manzanilla y sándalo a la mezcla de lavanda en el vaso de precipitación. Antes de verter aquel brebaje en la botella, recordé mi último intento de obtener una poción curativa. Por alguna razón incomprensible, el ingrediente que logró estabilizar mágicamente la mezcla fue mi sangre.
Estaba decidida a lograr que aquel extraordinario perfume aliviara el sufrimiento de Marco, así que tomé una aguja larga y me pinché el dedo. Luego, lo sostuve sobre la solución, dejando que unas cuantas gotas de sangre cayeran en ella, haciendo un sonido efervescente al entrar en contacto con la poción.
Como había sucedido la primera vez, el perfume se estabilizó, adquiriendo un aspecto claro y sedoso. Las burbujas chisporroteaban y el vapor salía, siendo reemplazado por una fragancia cálida y relajante que era justo la que yo esperaba obtener. El aroma que desprendía era tan ligero y calmante que bostecé tras haberlo inhalado.
Me apresuré a transferir el líquido a la botella especial que había seleccionado para contener el regalo que le iba a dar a Marco. El frasco estaba hecho de vidrio soplado, con un hermoso matiz de azul medianoche que evocaba un pacífico cielo nocturno.
Sellé el frasco con el pequeño tapón plateado y ataqué una centelleante cinta negra alrededor del cuello de la botella.
Ahora el frasco se veía encantador, y mi corazón se henchía de esperanza al pensar que esa poción podría ayudar a aliviar el sufrimiento de Marco.
El día de su cumpleaños tardé más de lo acostumbrado en decorar la casa. Atenué la iluminación de la araña de luces que pendía del techo, optando por la elegante luz de las velas dispuestas alrededor del salón principal. Las llamas parpadeaban e iluminaban los globos dorados que había colgado por doquier; eran dorados como el timbre de la familia real, como el anillo de bodas que lucía en mi dedo y como el sol que ahuyentaba a la luna llena, que tantos disgustos le causaba.
Logré incluso hornear un elegante pastelito de chocolate negro y ralladura de naranja. El rico aroma cítrico y dulce de aquel pastelito recién horneado inundaba la casa, confiriéndole una acogedora atmósfera hogareña.
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