Capítulo 716:

Pronto, sus gritos resonaron en el lugar, cortando el opresivo silencio como una cuchilla.

«Ya estás a salvo. Puedes dejarme ir?».

Atada en el asiento del copiloto, Savannah miró con odio el rostro estoico e inflexible de Andrew, lleno de nada más que odio.

A lo largo de su vida había manipulado a los demás, pero era la primera vez que recibía un engaño semejante.

Además, el incidente había sido presenciado por muchos en palacio. Savannah temía que los rumores mancharan su reputación.

Andrew había destruido la imagen que con tanto esmero había forjado a lo largo de los años. Un escándalo así podría arruinar las posibilidades de su padre en las próximas elecciones generales. Su odio hacia Andrew se intensificó. Si hubiera tenido una pistola en ese momento, no habría dudado en usarla.

Andrew, sin embargo, la ignoró por completo.

«¿Me oyes? Ahora estás a salvo, lejos del palacio. ¿Puedes dejarme ir?» preguntó Savannah. «Sé que has recuperado la memoria y admito que cometí errores. Ya me has golpeado, así que terminemos aquí. A partir de ahora, ¡hemos terminado el uno con el otro!».

Savannah intentó razonar con él, esperando que la liberara. Si volvía, emitiría inmediatamente una orden de arresto contra Andrew. Su odio hacia él no tenía límites.

Pero Andrew permaneció en silencio, con una expresión fría y despiadada que irradiaba una inconfundible aura de peligro.

A medida que el ambiente se volvía más inquietante, la ansiedad de Savannah aumentaba.

«¿Adónde me llevas?».

A Savannah le quedó claro que Andrew no tenía intención de soltarla.

Finalmente, el coche se detuvo frente a un edificio de apartamentos. Andrew salió y arrastró a Savannah al interior.

Mientras la arrastraban, el cuerpo de Savannah se raspaba dolorosamente contra el suelo, añadiendo insulto a la herida. Como miembro de la realeza, nunca se había enfrentado a semejante humillación.

Andrew la metió en una habitación y cerró la puerta tras ella. Atrapada en la oscuridad, Savannah golpeó desesperadamente la puerta.

«¡Andrew, déjame salir! Prometiste que si no enviábamos a nadie a por ti, me dejarías marchar». gritó Savannah, pero no obtuvo respuesta. Agotada, se desplomó en el suelo.

Estaba rodeada de oscuridad y su miedo se intensificaba. Al reflexionar sobre sus actos, se arrepintió de haber desafiado a Andrew, que se había revelado como un demonio. No sólo había puesto en peligro su búsqueda del poder, sino que también la había humillado.

Las lágrimas resbalaron de los ojos de Savannah.

A medida que pasaba el tiempo, seguía aporreando la puerta y gritando repetidamente, pero no había respuesta.

Con un último golpe, la puerta se abrió inesperadamente. Savannah salió corriendo y cayó al suelo. Ante ella había varios guardias y una sorprendida Yolanda, que rápidamente la ayudó a ponerse en pie.

El rostro de Yolanda era una máscara de emoción contenida mientras regresaban al palacio.

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