El regreso de la heredera adorada -
Capítulo 553
Capítulo 553:
Jada estaba furiosa. ¿Su estatus era similar al de Jessica? ¿Qué tonterías estaban diciendo esas personas? Su madre era la legítima matriarca de la familia Riggs.
Jada por fin se dio cuenta de que Madisyn y Susan nunca habían roto de verdad sus lazos. Seguían siendo uña y carne, y las palabras anteriores de Madisyn habían sido claramente una estratagema calculada para arrastrarla a este enredo.
Esta mujer engañosa había fingido ser su amiga mientras se acostaba en secreto con Susan. Era una maestra de la duplicidad, una mujer traicionera y de dos caras.
La mirada de Jada se volvió gélida, un destello de malicia brilló en sus ojos, mientras olvidaba convenientemente sus propios planes pasados contra Madisyn.
Mientras tanto, Madisyn y Susan ya se habían retirado a su habitación para descansar. Al cabo de un rato, Dane les informó de que el camarero responsable de la droga había sido detenido y entregado a la policía. Se había hecho justicia.
Ese día, Dane no fue a casa, sino que se quedó en la oficina de la competencia. Sus pensamientos se vieron interrumpidos por un repentino golpe en la puerta. Suponiendo que era Susan, gritó: «Adelante». Pero fue Jada quien entró.
La expresión de Dane era fría. «¿Qué quieres?»
Jada, vestida con un vaporoso vestido blanco que destilaba elegancia, se sentó con gracia frente a él, con ojos suaves y aparentemente cálidos. «Hola, Sr. Johns. Soy la hermana de Susan. Es un placer conocerle por fin».
«Estamos en medio de una competición. Ve al grano», dijo Dane, con voz impaciente y un destello de irritación en los ojos.
«Sr. Johns, ¿de verdad quiere a mi hermana?». preguntó Jada, con los ojos brillantes de lágrimas no derramadas y la voz temblorosa de inocencia.
La respuesta de Dane fue contundente y fría. «Ve al grano».
Su presencia era tan intimidante como siempre, irradiaba un aire inaccesible, dejando claro que era tan difícil tratar con él como con Andrew.
Jada sabía que estaba caminando por una línea muy fina. «Puedo decir que realmente te importa mi hermana, pero… ¿eres consciente de que está ocultando algo?». Jada dijo, deliberadamente manteniendo a Dane adivinando.
«Ahórrame los juegos. No tengo tiempo para esto», espetó Dane, con voz fría y llena de desdén.
Una oleada de frustración invadió a Jada. Antes adorada por todos, ahora la despreciaban a cada paso. «¿Le ha dicho algo mi hermana, señor Johns? ¿Por eso parece despreciarme? Nuestra relación era bastante buena…».
«Márchate», ordenó Dane, con tono cortante y definitivo.
La expresión de Jada vaciló. Quería decir algo más, pero la mirada gélida y desdeñosa del hombre la detuvo en seco. Sabía que seguir insistiendo en el tema no haría más que avivar su desdén, así que cedió a regañadientes.
En el momento en que la puerta de la oficina se cerró tras ella, la suave fachada que llevaba se desvaneció, sustituida por una férrea determinación. Aquel hombre estaba resultando mucho más difícil de lo que ella había previsto. Pero si se negaba a escucharla, más le valía prepararse, pues pronto ella se encargaría de humillarlo delante de todo el mundo.
Jada se marchó canturreando satisfecha, anticipando ya la velada que le esperaba.
Al atardecer, Madisyn y Susan cenaron fuera y pronto recibieron la lista de finalistas. Tanto Susan como Jada habían llegado a la final.
La ronda final estaba programada para las siete de la tarde, con todos los concursantes reunidos en la sala, mientras el público empezaba a llenar los asientos del fondo. Madisyn se acomodó en su asiento, su teléfono zumbando a la vida con un mensaje de Andrew.
«¿Cuándo termina la competición?»
Ella respondió: «Aún no estoy segura; la ronda final acaba de empezar».
«¡Bienvenidos a la final del concurso nacional de perfumería! Nuestra ronda final está a punto de comenzar. En primer lugar, permítanme presentarles a nuestros estimados finalistas…» La voz del anfitrión resonó en la sala.
Madisyn guardó su teléfono y centró su atención en el escenario.
Diez finalistas se mantuvieron en pie. Su reto consistía en identificar los ingredientes de un perfume determinado mediante el delicado arte del olfato. Cuanto más acertadas fueran sus suposiciones, mayor sería su puntuación. Sería una verdadera prueba de la destreza de un perfumista. El aire bullía de expectación.
Los diez concursantes se sentaron en una fila ordenada, cada uno con un frasco de perfume idéntico ante sí, con papel y bolígrafos bien dispuestos al alcance de la mano. Tenían dos horas para demostrar sus habilidades.
Mientras Susan se preparaba para su desafío, Jada ocupaba un asiento justo a su lado.
Susan se concentró mucho y su bolígrafo se deslizó por el papel. Jada echó un rápido vistazo, incapaz de contener su curiosidad, y observó la rapidez con que Susan había rellenado su hoja. Una sonrisa se dibujó en sus labios; aquella mujer era casi cómica. El perfume era una mezcla compleja de más de diez ingredientes distintos, que exigía un olfato meticuloso para discernir cada uno de ellos. Sin embargo, con sólo olerlo un par de veces, Susan ya había llenado su papel con un aluvión de notas. Seguramente todo eran tonterías.
Jada sintió una oleada de confianza, segura de que el campeonato estaba destinado a ella.
Las dos horas transcurrieron en un torbellino de expectación y tensión. Cuando se acabó el tiempo, el presentador se puso delante de los concursantes y recogió sus papeles y bolígrafos con facilidad.
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