Capítulo 334:

Tatiana buscó sin descanso los datos de contacto de quienes se atrevían a denunciar sus fechorías, pero cada llamada era recibida con un silencio sepulcral o con una andanada de insultos que le hacían hervir la sangre. Se quejaba y se paseaba furiosa. ¿De verdad creían esos estúpidos que exponerla la asustaría? Una palabra de la familia Fernández y no serían más que un mal recuerdo.

Decidida a no dejar que se salieran con la suya, Tatiana se puso en contacto con algunas figuras turbias de los bajos fondos. Si la diplomacia no funcionaba, lo haría la fuerza bruta.

Pero poco más de una hora después, su teléfono zumbó con una llamada de uno de los matones. «Señorita Fernández», gritó el matón, con voz agitada, «¿qué demonios está pasando? ¿Por qué no me dijiste que tenían protección? Ni siquiera podíamos acercarnos. Ahora, mis chicos están todos en el hospital».

Tatiana frunció el ceño. «¿Cómo es posible? No son más que un puñado de indigentes».

«¿Por qué demonios iba a mentir sobre esto?», espetó el matón. «Será mejor que cubras las facturas médicas de mis hombres. ¿Y esos ‘don nadie’ que mencionaste? Tienen guardaespaldas profesionales. No teníamos ninguna posibilidad».

La frustración de Tatiana estalló. ¿De verdad podía permitirse Maxine contratar guardaespaldas profesionales para esas chicas? No, tenía que ser Madisyn. Parecía que Madisyn estaba decidida a enfrentarse a ella.

Furiosa, el teléfono de Tatiana volvió a sonar. Pero esta vez, la llamada no avivó su rabia, sino que la calmó, curvando sus labios en una sonrisa perversa. Para Edge Entertainment, esta campaña de relaciones públicas fue un éxito abrumador.

Maxine ganó 500.000 nuevos seguidores, mientras que todos se burlaron de Tatiana.

Madisyn no se sorprendió cuando recibió una llamada de Tatiana. «Madisyn, reúnete conmigo. No te arrepentirás», le propuso Tatiana, con una voz inquietantemente tranquila.

Aunque a Madisyn no le sorprendió que Tatiana le tendiera la mano, sí le sorprendió que no pareciera enfadada. No era normal que Tatiana se mostrara tan tranquila y serena, a menos que se guardara algo en la manga. Intrigada, Madisyn respondió con frialdad: «De acuerdo».

Más tarde ese mismo día, Madisyn entró en el reservado de una cafetería, con el amargo aroma del café recién hecho llenándole la nariz. Se sentó y bebió un sorbo de agua lentamente, con la mirada fija en Tatiana, que estaba sentada frente a ella con un aire de superioridad engreída imposible de ignorar.

Tatiana estaba cruzada de brazos y su actitud destilaba una arrogancia palpable. Pero esto no hizo más que aumentar la curiosidad de Madisyn. Cómo era posible que Tatiana, blanco de las burlas de Internet, se mantuviera tan serena e incluso desafiante?

«Entonces, ¿qué quieres?» preguntó Madisyn, con voz firme y controlada, sin revelar ninguna de las preguntas que le rondaban por la cabeza.

Los labios de Tatiana se curvaron en una sonrisa socarrona y cómplice. «Madisyn, sé que eres el verdadero cerebro detrás de todos mis escándalos en Internet. Debo admitir que estoy bastante impresionada, pero no eres la única con trucos en la manga».

Madisyn se inclinó ligeramente hacia atrás, con expresión inmutable, instando a Tatiana a continuar. «Continúa».

Los pensamientos de Tatiana zumbaban con silencioso regocijo. Estaba segura de que la compostura de Madisyn no tardaría en desmoronarse.

«La familia Johns ciertamente tiene poder, ¿pero la familia Klein? Están en su propia liga. Como heredera de la familia Johns, creo que sólo Andrew es compatible contigo. Si lo pierdes, nunca volverás a encontrar a tu hombre ideal». Dio un sorbo medido a su café, fingiendo elegancia, como si estuviera ofreciendo sabiduría en lugar de amenazas veladas. «Entiendo lo importante que es Andrew para ti».

Los ojos de Madisyn se entrecerraron ligeramente, pero su voz se mantuvo firme, casi aburrida. «¿Y cuál es tu punto?»

La sonrisa de Tatiana se ensanchó, su confianza alcanzó su punto álgido. «Tengo algo que puede arrancarte tu preciado estatus de novia de Andrew».

Un atisbo de sonrisa se dibujó en la comisura de los labios de Madisyn, como si todo aquel intercambio de palabras estuviera resultando tedioso. Sin inmutarse, Tatiana se inclinó hacia ella, con voz llena de malicia. «Alguien está embarazada de Andrew».

A Madisyn le dio un vuelco el corazón. Eran noticias explosivas y peligrosas. Pero… «¿Y tus pruebas?», preguntó, con una expresión de fría indiferencia que dejó a Tatiana visiblemente frustrada.

Tatiana se mordió las uñas. ¿Cómo podía Madisyn estar tan tranquila? Debería estar furiosa o, como mínimo, enfadada.

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