Capítulo 171:

Una punzada aguda atenazó el pecho de Madisyn. Mordiéndose el labio, se armó de valor para susurrarle a Andrew: «Está bien. Si crees que no estamos hechos el uno para el otro, quizá sea mejor que rompamos». Su relación, aunque breve, había tenido momentos prometedores. Un torrente de confusión se arremolinó en el interior de Madisyn, dejando un dolor sordo en su corazón.

«¿Romper?»

Andrew apretó con fuerza la mano de Madisyn. Ella hizo una mueca de dolor y lo miró a los ojos oscuros, llenos de una mezcla de obsesión y extremismo. «¿Quieres romper conmigo?»

«Crees que soy diferente de lo que esperabas».

«¿Quieres romper por eso?». La mirada de Andrew penetró en Madisyn, cargada de una inesperada turbulencia emocional. Era la primera vez que presenciaba una muestra tan ferviente por parte de él, y la dejó a la deriva, sumida en la incertidumbre. ¿Había sido ella la que había dicho algo equivocado? ¿No había sido Andrew el primero en expresar su descontento?

Los hermosos ojos de Andrew, ahora teñidos de rojo, buscaron los suyos desesperadamente. «¿Es porque no te protegí por lo que quieres romper conmigo?». El corazón de Madisyn se estremeció de confusión. No era ése el caso. Todo parecía tan desalineado de sus pensamientos iniciales.

Madisyn notó que Andrew irradiaba un aura de hostilidad palpable, como si estuviera a punto de estallar. Retiró rápidamente la mano y preguntó: «Andrew, ¿no te parecí demasiado violenta?».

«¿Cuándo he dicho yo que fueras violento?»

«Entonces, ¿qué estabas insinuando hace un momento?» La mirada de Madisyn estaba nublada por la confusión.

Andrew respiró hondo y apretó los labios antes de hablar. «Eres increíblemente independiente, muy diferente de lo que me había imaginado. Pero como tu novio, es mi responsabilidad garantizar tu seguridad, no que resuelvas los asuntos con tus propias manos».

Pronunció las últimas palabras con un profundo sentimiento de autorreproche. Andrew continuó: «A partir de ahora, te conseguiré guardaespaldas».

«No,» Madisyn intervino bruscamente. «No necesito guardaespaldas que me sigan. Además, estoy perfectamente. Puedo protegerme sola». Cuando Madisyn se dio cuenta de lo que realmente pensaba Andrew, un pequeño dolor en su interior se transformó en una pizca de amargura. Con los ojos suavizados, le tranquilizó: «De verdad que estoy bien. No te sientas culpable. El aspecto más fundamental de la vida es poder protegerse».

Los ojos oscuros de Andrew se detuvieron en ella, con una expresión de preocupación inquebrantable. «Tengo miedo de que te hagas daño».

«Pero no estoy herido, ¿verdad? No te preocupes. Soy fuerte». Madisyn sonrió tranquilizadora.

Al oír su asertividad, Andrew sintió una profunda punzada de dolor, al darse cuenta de la resistencia que debía de haber desarrollado con el tiempo. Muchas personas de su edad seguían bajo la protección de sus padres.

«De acuerdo, respeto tu decisión», aceptó Andrew en voz baja. Madisyn continuó: «Y ya que has vuelto a Ansport, por favor, deja de viajar de aquí para allá para verme todo el tiempo».

Andrew se quedó momentáneamente estupefacto, pues no esperaba que Madisyn estuviera al tanto de sus frecuentes viajes.

«Es agotador para ti», dijo Madisyn con un deje de impotencia. «Tengo familia aquí. Si hay problemas que yo no pueda manejar, Dane se encargará de ellos. No tienes que preocuparte por mí constantemente, ¿vale?».

«De acuerdo», respondió Andrew, con la voz teñida de reticencia. Madisyn nunca se había imaginado que, tras el comportamiento inicialmente frío y formidable de Andrew, éste se mostrara tan devotamente atento.

«¿Cuándo volverás?»

«Mañana», respondió Andrew, con mirada intensa mientras miraba a Madisyn.

«Entonces cenemos juntos esta noche», sugirió.

La cara de Andrew se iluminó de inmediato. «De acuerdo». Después de cenar, Andrew acompañó a Madisyn a su casa. Para estar lo más cerca posible, eligió un hotel cercano a la residencia de los John. De pie frente a los amplios ventanales, Andrew podía ver la casa de los John e incluso la ventana de Madisyn desde su posición ventajosa. Se quedó un momento contemplando la tranquila escena nocturna, antes de acomodarse en el sofá para seguir trabajando.

El día siguiente amaneció claro y brillante. Andrew se levantó temprano, preparándose para salir. Contempló la silueta lejana de la casa de los John, preguntándose si Madisyn se habría levantado. Respetó su petición de no hacer visitas frecuentes, regla que significaba que ahora sólo se verían una vez a la semana. Esta nueva rutina le resultaba extraña e inquietante. Justo cuando reflexionaba sobre este cambio, unos golpes en la puerta le sacaron de sus pensamientos.

Al abrirla, se sorprendió al ver a Madisyn allí de pie. Su sorpresa inicial se transformó rápidamente en puro placer. «¿Qué estás haciendo aquí?»

«He venido a desayunar contigo», respondió Madisyn, con una sonrisa que irradiaba encanto. Sus ojos brillaban como flores vibrantes y su belleza parecía iluminar el umbral de su puerta. Cualquier insatisfacción anterior se desvaneció en un instante. Abrumado por el afecto, Andrew alargó instintivamente la mano para acariciarle la cara.

Tras un largo y tierno beso, las mejillas de Madisyn se sonrojaron de un suave color rosado. Apartó brevemente la mirada, insegura. «Prepárate y vamos a comer», murmuró tímidamente.

«De acuerdo», respondió Andrew, con los ojos rebosantes de alegría. Juntos se dirigieron al restaurante bufé del hotel. Con la calma de la mañana, el lugar estaba casi vacío, lo que les proporcionó la intimidad de una cena apartada. Se sentaron uno frente al otro, saboreando tanto la comida como la tranquila compañía. La llamativa pareja atrajo algunas miradas de admiración de la escasa concurrencia.

«¿Es él? Es tan guapo», susurró alguien.

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