El destino de Tiana
Capítulo 10

Capítulo 10:

POV: Tiana

Bo llegue demasiado lejos, o tal vez, no llegué a ninguna parte.

Había dado tres pasos fuera de la habitación cuando, de repente, un hombre corpulento me bloqueó el camino.

No lo había visto venir, así que solté un grito cuando choqué contra él, como un ladrón que hubiera sido atrapado en el acto. Tras mirarlo, concluí que no me gustaba.

Era tan grande que sus músculos sobresalían por todas partes y su duro rostro parecía ser de un asesino profesional. Pude divisar una vena temblando en su cuello mientras me lanzaba una mirada maliciosa.

“¿Y adónde crees que vas?”. Preguntó con una voz profunda. A pesar de que tenía una ceja arqueada, para mi sorpresa, estaba sonriendo.

“Afuera”, respondí con el ceño fruncido. Mis ojos seguían hijos en los suyos. Fue entonces cuando me di cuenta de que no me daba ni un poco de miedo. Tal vez fuera grande y de aspecto mezquino, pero no me sentía amenazada por él.

Para alguien que había vivido la mayor parte de su vida sirviendo a los demás y se le había dicho que nunca hablara año ser que se lo pidieran, me sorprendía que no me sintiera intimidada por su enorme cuerpo.

“El Príncipe Ryder me ha pedido que te vigile de cerca y que no debes irte bajo ninguna circunstancia”, dijo el hombre mientras señalaba la puerta por la que acababa de salir.

Entrecerré los ojos con molestia.

“¿Qué soy? ¿Una prisionera?”, ladré.

Su sonrisa se ensancho.

“Peor que eso”. Respondió con diversión.

Esta vez, tragué saliva cuando mi mente divagó en diferentes direcciones.

Su tono sugería que hablaba en serio, por lo que empecé a entrar en pánico.

¿Y si me quedaba atrapada aquí por el resto de mi vida y no lograba escapar?

¿Y si nunca tenía la oportunidad de ir a la universidad?

¿O de tener amigos de verdad?

Tal vez nunca más volviera a ver a Layla, ni a ninguna de las nuevas amigas que acababa de hacer aquí. Había sido consciente de que venía al palacio como esclava, no como prisionera. ¿Y si nunca más volvía a ver el sol o el cielo?

Me gustaba pensar que sabía cómo actuaban los miembros de la realeza. Se creían dueños del mundo y de cada maldita alma. Les gustaba salirse con la suya y que todos fueran a su ritmo. Aunque me sentía intrigada por el Príncipe y no podía creer que fuera mi segunda oportunidad de pareja, tenía miedo de lo que pudiera hacerme.

Sería su esclava, su propiedad, y no tendría derecho a réplica. Lo peor era que él no deseaba un futuro conmigo, estaba casi segura.

Era el Príncipe heredero y el futuro Rey de los licántropos, todos conocían el poder del vínculo de pareja, en especial para un lobo Alfa. Una pareja fortalecería a su lobo, sin duda alguna, pero un hombre como él jamás se conformaría con una desconocida como yo.

Quizás una Princesa lo estaba esperando. La realeza se juntaba con la realeza, y por eso me tendría encerrada como prisionera, mientras él se mezclaba con mujeres de su clase. Me convertiría en un juguete: y apenas terminara conmigo, seria desechada como trapo.

Tragué el nudo en mi garganta mientras seguía divagando. Mi vida no dejaba de empeorar. Estaba yendo de mal en peor, una y otra vez, por lo que jamás lograría ningún avance. Tuve ganas de culpar a mis padres. Yo no había pedido venir a este perverso mundo. Me habían traído para abandonarme a mi suerte.

Nunca conocí a mi madre, a pesar de que mi padre solía decirme lo mucho que me parecía a ella y que era la mejor mujer del mundo, aunque nos había abandonado. Nunca había hablado mal de ella. ¿Y qué hizo mi padre? Se fue unos días tras la muerte de Jayce.  ¡Me abandonó! ¡Así como así! Aun sabiendo muy bien que no tenía a nadie más. Simplemente desapareció, y me quedé sola desde los seis años.

Tal vez realmente era una maldición y nadie me querría. Jamás tuve suerte mientras crecía. Siempre hacía lo mismo que mis compañeros, pero ellos obtenían un resultado diferente. Esto parecía haberme seguido hasta mi adultez.

Quizás Rose, Sadie y Nora ahora estaban explorando el castillo o se habían presentado a sus deberes, mientras que yo estaba atrapada. El hombre musculoso chasqueó los dedos frente a mi rostro, devolviéndome a la realidad.

Luego, señaló la puerta.

“¿Vas a entrar a las buenas o quieres que yo te lleve?”, preguntó. Lo miré con los ojos muy abiertos.

“No me importaría cargarte”, agregó inclinándose para levantarme del suelo. Pero yo no lo dejé.

Lo esquivé y eché a correr. Sin embargo, no fui muy lejos, ya que él a rastras me agarró por detrás. Un segundo después, estaba de vuelta en la habitación del Príncipe.

“La última fue más fácil de manejar”, comentó con el ceño fruncido.

Yo hice lo mismo.

“¿Qué quieres decir?”. Pregunté con los ojos entrecerrados y los brazos cruzados sobre mi pecho.

El hombre me estudió de pies a cabeza.

“La última chica era más fácil de tratar. Puede que seas hermosa, pero si te muestras rebelde, terminarás enfureciendo al Príncipe. Y créeme cuando te digo que no quieres enfurecer al Príncipe Ryder”. Dice.

La ira se apoderó de mi cuerpo. No me di cuenta de que había cerrado mis puños hasta que él los miró fijamente. Luego, sacudió la cabeza y se marchó. Cerró la puerta con fuerza y la aseguró desde afuera.

Golpeé la puerta dos veces con los puños y apreté los dientes. Luego, me di la vuelta y lentamente dejé que mi espalda se deslizara hasta quedar sentada en el suelo. Entonces, ¿Tenía otras chicas?

No pude evitar sentir más furia.  Ya odiaba este lugar.

Había pasado menos de veinticuatro horas desde mi llegada, y todo me fastidiaba. Quería irme, quería regresar a la Manada Eclipse.

Sí, había tenido una horrible vida ahí, pero al menos contaba con mi libertad. No era una prisionera, pero ese molesto gordo de afuera acababa de decirme que era peor que eso.

Si el Príncipe tenía otras mujeres, ¿Por qué diablos me había traído aquí?

Yo no había pedido tener otra pareja… y si la Diosa de la Luna quería darme una, ¿Debía ser el arrogante Príncipe Alfa?

Había escuchado sobre él mientras estaba en la Manada Eclipse. Había escuchado historias sobre la realeza, y se sentía muy diferente verlos en persona.

Muchos estarían emocionados y darían lo que fuera por ver a uno de ellos, mientras que yo había descubierto que estaba emparejada con el se%y Príncipe Alfa, y ahora mismo me encontraba en su habitación. Sin embargo, todo lo que deseaba era correr. No dejaba de pensar en formas de escape.

Ojalá pudiera hablar con Layla, pero ni siquiera tenía mi celular.

No le había contado sobre el rechazo de Jordan, y me sentía fatal porque ella siempre me contaba todo. Recordar a Jordan me hizo fruncir el ceño. Ahora él sería feliz y tal vez ya me había olvidado. Había esperado dos años para rechazarme de esa manera, y disfrutó cada minuto.

Se había alegrado verme sufrir.

No debería pensar en él. Pero me resultaba imposible evitarlo. De entre todas las personas, Jordan debería haber sabido que yo jamás lastimaría a Jayce. Él sabía lo cercanos que éramos, pero me causó el dolor más grande.

En algún momento, había esperado ser feliz cuando encontrara a mi pareja. Pero, en realidad, tenía miedo de que nadie me quisiera: y mis peores temores se confirmaron cuando Jordan me rechazó. Aún sentía el dolor del rechazo.

Solo habían pasado tres días y uno tardaba años en superar esa desgracia. Sin embargo, debía sentirme mejor ahora, considerando que tenía una segunda oportunidad. Se suponía que así debía ser, pero tenía mucho miedo.

Definitivamente un segundo rechazo me mataría, y eso era lo que pasaría. La idea me hizo llorar, por lo que dejé que las lágrimas se deslizaran por mis mejillas. No intenté detenerlas ni secar mi rostro.  Solo dejé que fluyeran.

No estaba segura de cuánto tiempo había estado llorando cuando, de repente, escuché girar la cerradura. Me levanté de un salto, pero antes de que pudiera secarme las lágrimas, la puerta se abrió.

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