El destino de la huerfana -
Capítulo 48
Capítulo 48:
Marcó una distancia entre nosotros y me dirigió una mirada de alfa, más que de un chico que me quería. Lo sentí tan lejos de mí que mi corazón empezó a sangrar.
“Si necesitas algo, entonces concéntrate en vincularte conmigo. Hay comida en tu habitación, les pedí que la trajeran antes de venir a la comuna. Disfruta de tu cena y descansa un poco. Vendré a buscarte al amanecer”, Colton sonó vacío y carente de emoción.
Se dio la vuelta para marcharse cuando me vio entrar, pero el pánico se apoderó de mí. Su actitud me puso tan nerviosa que me dieron náuseas, y sentí que mis entrañas y mi alma se partían en pedazos.
“Colton… ¿Qué he hecho?”, exclamé como si fuera tan lastimera y dependiente como Carmen, y él se paró en seco, frunció el ceño, y se volvió hacia mí con una mueca de dolor muy notable en su rostro. Abandonó su postura rígida.
“No has hecho nada. El problema soy yo. Mi padre quiere que me levante y ocupe mi lugar. Quiere que marque a Carmen en la próxima luna y resuelva lo que él llama ‘nuestro pequeño problema’. Nada de lo que diga cambiará las cosas, no se doblegará, así que quizá sea mejor que mantengamos las distancias y esperemos que algo cambie, o que mi marcaje acabe con nuestro vínculo”, me confiesa.
Estaba tan devastado como yo, y podría jurar que se veía más joven y vulnerable en ese momento, rindiéndose tan fácilmente.
Mi instinto era enfadarme y gritarle, como había hecho tantas veces durante el poco tiempo que llevábamos de conocernos, pero mi plan de antes se impuso, recordándome que ahora mismo él estaba perdido y necesitaba mi ayuda.
Él también sufría, y estaba luchando por resolver esto tanto como yo. Tenía una gran carga sobre sus hombros, una que yo no podía comprender del todo.
Tenía que atraerlo y asegurarlo a mi puerto. Debía dejar de esperar que tirara solo de todas las cuerdas, de que navegara sin dirección durante la tormenta, haciendo todo el esfuerzo. No debía presionarlo, aunque mi instinto me dijera que estaba decepcionada y enfurecida.
Tenía que parar, respirar y mirarlo de otra manera. Como alguien que necesitaba ser persuadido y alentado. Era testarudo y estaba atado por el deber, pero yo tenía todo su corazón, y tenía que ayudar a que ese poder creciera desde dentro.
Bajé mi tono de voz, y susurré suavemente mientras me acercaba hacia él, luchando contra mis propios nervios e inexperiencia, y confiando en el hecho de que sabía que me quería. Siguiendo el ejemplo que me dio Meadow.
Acorté la distancia entre nosotros y me puse de puntillas para llegar hasta él, apoyando una mano en su pecho musculoso y levantando la otra hacia su mandíbula con suavidad. Mis ojos se posaron en los suyos, y volví a sentirme segura entre sus brazos. Mi corazón estuvo a punto de estallar y mi cuerpo se estremeció con su cercanía.
“No te rindas con nosotros”, exclamé casi contra sus labios debido a lo cerca que estábamos, y me poseyó la urgente necesidad de besarlo.
Recorrí su mejilla con mis dedos y acaricié su rostro, acercándolo a mí con tanta suavidad, que mi boca rozó sus labios y sentí que se rendía a mi tacto, tan necesitado como yo.
Estábamos ardiendo de pasión y sus pupilas se dilataron al acercar su frente a la mía. No me importaba lo que dijera, ni cómo actuara, nuestro contacto siempre me revelaba la verdad, y no podía negar el efecto que tenía en ambos. Esa necesidad de fundirnos el uno en el otro, y la incapacidad de luchar contra ella…
“No soy digno de ti… hoy me lo has demostrado”, su voz sonaba profunda y grave. Sus palabras eran una señal de autocompasión y agotamiento.
Se sentía derrotado porque su padre lo había derribado una vez más, y lo había dejado tambaleándose con sus crueles palabras. Me negué a aceptar que lo dijera en serio, y en lugar de enfadarme, me incliné y apreté mis labios contra los suyos. Le sorprendí con el repentino contacto, y no iba a echarme atrás.
Solo hizo falta un segundo para que su cuerpo se relajara y me besara con todas las de la ley, con su mano deslizándose por mi nuca mientras se apoderaba de mí. No hizo falta mucho para encender el fuego en su corazón, y gemí cuando me dio lo que tanto anhelaba.
Besarlo me resultó familiar, y cuando abrí la boca para dejar que todo siguiera su curso, los impulsos desenfrenados y las ansias volvieron a surgir como un enorme maremoto que golpea la orilla. Era tan fácil dejarse consumir y embriagarse por el deseo cuando nos tocábamos así.
Mis labios se abrieron un poco más para permitirle el acceso, mientras su lengua se deslizaba contra la mía y me besaba con una pasión y una destreza que hacían que se me enroscaran los dedos de los pies y me diera un cosquilleo en el estómago.
Colton se frotó contra mí, su cuerpo se amoldó al mío y luego me soltó ligeramente de su abrazo, respondiendo a mi g$mido con su propio gruñido de placer.
Estábamos destinados a besarnos, y no podía imaginar que nadie más me hiciera sentir tan completa. Ninguno de los dos podía negar nuestro vínculo cuando nos besábamos, era potente y lo consumía todo.
Justo cuando sus manos empezaron a deslizarse por mi espalda y por mi trasero, acercando mi pelvis a la suya e insinuando su excitación se%ual se detuvo bruscamente. Se apartó tan repentinamente que nos separamos literalmente y me quedé atónita por la súbita liberación, abriendo los ojos mientras me tambaleaba sobre mis piernas inestables.
Dio un paso atrás y me soltó por completo, casi dejándome caer por la inesperada pérdida de apoyo, pero me aferré al marco de la puerta, sin aliento y jadeando por lo fogosa que había sido esa sesión de besos, y miré su expresión de sorpresa.
“No deberíamos… solo hará que esto sea más difícil”, dijo encerrándose nuevamente en sus pensamientos.
La dulzura de su expresión, sus pupilas dilatadas y la agitación de su cuerpo. Todo eso se desvanecía a medida que recuperaba el control total. Yo, sin embargo, ardía con un fuego abrasador, y el hecho de que paráramos me hizo sentir realmente frustrada.
“No estoy de acuerdo. Creo que deberíamos aprovechar el tiempo que tenemos y no lamentarnos por ello. Mi cuerpo te anhela, y puedo sentir que es mutuo. No estamos haciendo nada malo a los ojos del destino. Esto es lo que querían para nosotros. Quédate conmigo esta noche, comparte mi cama, tengamos algo más que esto”, le dije de forma descarada, y podría jurar que escuchaba la voz de Meadow en mi cabeza instándome a continuar.
Tenía una confianza en mí misma que no sabía que podía poseer, y una necesidad imperiosa de llevar esto a cabo. Estaba lista para darlo todo y perder mi virginidad esta noche. De hecho, lo deseaba con todas mis fuerzas.
No me importaba si no me marcaba, quería acostarme con él y establecer un vínculo de otra manera, si eso lo hacía pelear por sus derechos. El se%o nos uniría, y estaba dispuesta a probar cualquier método para hacer que Colton cediera.
“No puedo. Lo siento”, se disculpa.
Colton no podía mirarme a los ojos, y yo podía sentir la agonía que lo alejaba de mí. La agitación, el arrepentimiento, la confusión mientras luchaba contra su propia fuerza de voluntad. Mi chico estaba mal de la cabeza y luchaba con sus propias emociones y su moral.
Me di cuenta de que estar con él iba a ser más duro de lo que pensaba, y no era solo por la orden de Juan. Colton estaba luchando con su propia voz interior, sobre lo que era correcto y lo que debía hacer. Pude sentir su indecisión, ya que era lo suficientemente pesada como para invadir la habitación.
Se acercó a mí, con la mirada todavía baja, y me sorprendió con un rápido, fugaz pero suave beso en la frente que me dejó sin palabras. Una muestra de su afecto para hacerme saber que sí le importaba, aunque su negativa hiciera parecer lo contrario.
“No es que no te desee… solo que, por favor, no me odies”, dijo.
No esperó mi respuesta, giró rápidamente sobre sus talones y se dirigió por donde habíamos venido a toda velocidad, sin mirar atrás, lastimándome por lo mucho que estaba luchando contra lo nuestro.
Mi corazón latía con fuerza en mi pecho, y se me hizo un nudo en el estómago al verlo partir, pero me recordé a mí misma que no era una chica que se rindiera ante el primer obstáculo, y que no me daría por vencida.
“Si cambias de opinión, mi puerta siempre estará abierta para ti. No desistiré hasta que estemos juntos”, le dije.
Mi vínculo mental lo siguió hasta que lo perdí de vista, y el corazón me dolía más y más a medida que se alejaba, pero me tragué mi dolor. Me negaba a derrumbarme y ser débil. Colton necesitaba fuerza y yo iba a demostrarle que tenía mucha.
Había sobrevivido a la muerte de mi familia y ala de mis compañeros del orfanato. Era más fuerte de lo que pensaba, y era hora de que empezara a reconocerlo.
Esperé durante lo que me pareció una eternidad, en medio del agonizante silencio, hasta que estuvo fuera de mi alcance emocional, y el sonido de sus pasos sobre la madera se alejó sin remedio.
Estuve a punto de echarme a llorar al no obtener respuesta, y me sentí desolada y sola. Pero, de repente, recibí un pequeño rayo de esperanza de su parte.
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