El CEO recluso -
Capítulo 86
Capítulo 86:
El corazón de Jenny se aceleró mientras cojeaba por el edificio en ruinas. El viento frío le mordía la piel y le producía escalofríos. No sabía de cuánto tiempo disponía antes de que Alexis y Scarlett se dieran cuenta de que se había ido, pero no podía permitirse perder ni un segundo.
«Louisa, tengo que sacarla de aquí», pensó, con la mente acelerada por una mezcla de miedo y determinación.
Finalmente, encontró una pequeña entrada trasera. La puerta estaba ligeramente entreabierta y crujió al empujarla lo suficiente para colarse. El olor a madera húmeda y podredumbre llenaba el aire, y la tenue luz de las ventanas rajadas proyectaba sombras inquietantes en el suelo. Podía oír sonidos apagados procedentes de algún lugar del interior de la casa. Su instinto le decía que Louisa tenía que estar cerca.
Moviéndose con cautela, Jenny siguió los débiles sonidos hasta que llegó a una habitación en la que la puerta estaba ligeramente abierta. Se asomó por la rendija, con la respiración entrecortada. Louisa estaba atada a una silla, con la cabeza inclinada hacia delante y la cara amoratada e hinchada. Respiraba entrecortadamente, pero estaba viva.
A Jenny le dolió el corazón al verlo. No lo dudó: era su oportunidad. Empujó la puerta y corrió al lado de Louisa, con el tobillo torcido palpitándole a cada paso.
«¡Louisa Louisa, despierta!» Jenny susurró con urgencia, sacudiendo suavemente su hombro.
Louisa se despertó y abrió los ojos. Tardó un momento en darse cuenta de dónde estaba y, cuando vio a Jenny, su mirada se llenó de confusión.
«¿Jenny? ¿Qué haces aquí?» Louisa graznó, su voz débil.
«Estoy aquí para sacarte de esta pesadilla», susurró Jenny, mirando nerviosa por encima del hombro. «Pero tenemos que ser rápidos. Por ahora están distraídos, pero no sé cuánto tiempo tenemos».
La mente de Louisa estaba nublada, pero la urgencia en la voz de Jenny despertó una sensación de esperanza. Asintió débilmente, intentando mover los brazos, pero las cuerdas que la ataban estaban demasiado apretadas.
«Espera, te las quitaré», dijo Jenny, rebuscando en su bolso hasta encontrar una pequeña navaja. Le temblaban las manos mientras cortaba las cuerdas, con los ojos fijos en la puerta, temiendo que Alexis o Scarlett entraran en cualquier momento.
«Gracias», susurró Louisa, con la voz llena de gratitud y dolor.
Jenny finalmente liberó las manos de Louisa y la ayudó a ponerse de pie. Louisa se tambaleó un momento, pero Jenny la agarró antes de que pudiera caerse.
«Tenemos que movernos rápido», instó Jenny, echándose el brazo de Louisa sobre el hombro para apoyarla mientras se dirigían hacia la entrada trasera.
Justo cuando llegaban a la puerta, un fuerte estruendo resonó en el interior de la casa, seguido de la furiosa voz de Scarlett.
«Están sobre nosotros», murmuró Jenny en voz baja.
Empujó la puerta y las dos mujeres salieron tambaleándose al frío aire nocturno. A Jenny le dolía el tobillo, pero apretó los dientes y siguió adelante, guiando a Louisa hacia la arboleda donde había dejado el coche. El ruido de pasos se hizo más fuerte detrás de ellas cuando Alexis y Scarlett se dieron cuenta de lo que estaba pasando.
«¡Vuelve aquí, zorra!» Scarlett gritó desde la puerta, su voz mezclada con veneno.
«¡Sigue adelante!» Jenny instó, negándose a mirar hacia atrás. Su coche estaba a la vista y la libertad al alcance de la mano.
Pero antes de que pudieran acercarse más, una mano agarró el hombro de Jenny, tirando de ella hacia atrás con tal fuerza que ella y Louisa tropezaron con el suelo.
«¿Dónde crees que vas?» gruñó Alexis, con el rostro torcido por la ira.
Louisa se puso en pie con dificultad, con la adrenalina recorriéndole el cuerpo. Miró a Alexis, con una mirada feroz e inflexible.
«No ganarás, Alexis», escupió. «No importa lo que hagas, no me doblegarás».
Los ojos de Alexis parpadearon con rabia, pero antes de que pudiera responder, Jenny le dio una fuerte patada en la espinilla, haciéndole aullar de dolor. La distracción les dio los segundos que necesitaban. Louisa y Jenny se pusieron en pie y corrieron hacia el coche.
Jenny tanteó con las llaves y le temblaron las manos al abrir las puertas. Entraron justo cuando Alexis y Scarlett llegaban al coche. Jenny pisó el acelerador y los neumáticos chirriaron mientras se alejaban a toda velocidad, dejando atrás a sus captores.
Mientras el coche avanzaba por la oscura carretera, Louisa se recostó en el asiento, respirando con dificultad. Miró a Jenny, que agarraba el volante con fuerza y tenía la cara pálida de miedo.
«Gracias por salvarme», dijo Louisa en voz baja, llena de emoción.
Jenny la miró y esbozó una sonrisa temblorosa. «Aún no estamos fuera de peligro, pero estamos llegando».
Mientras conducían durante la noche, ambas mujeres sabían que estaban lejos de estar a salvo. Pero por primera vez en lo que parecía una eternidad, tenían esperanza. Y esa esperanza iba acompañada de una feroz determinación de sobrevivir, sin importar lo que Alexis y Scarlett hubieran planeado a continuación.
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