El camino a reparar tu corazón -
Capítulo 966
Capítulo 966:
Finalmente, miró el reloj, echó las sábanas a un lado y se levantó de la cama.
Era hora de ir al hospital.
Prefería pasar todos los días en el hospital con Rita que lidiar con su propia hija.
Justo cuando Sierra estaba a punto de entrar en el hospital, alguien le cerró el paso.
«Señorita Rivera, el señor Fowler quiere verla.
Acompáñeme, por favor.
Sierra se detuvo y reconoció al hombre como el asistente de Blayze.
Atónita, preguntó:
«¿Blayze quiere verme? ¿Por qué? ¿Qué ocurre?», preguntó.
Pronto lo sabrás».
Insegura pero curiosa, Sierra siguió al asistente y subió al coche sin hacer más preguntas.
Tras un corto trayecto, el coche se detuvo frente a un edificio: La villa de Blayze, en el corazón de la ciudad.
Cuando Sierra cruzó la puerta, sus ojos contemplaron el patio.
Las baldosas lisas y grises formaban un camino ordenado y el espacio estaba bellamente arreglado.
Los parterres cuadrados tenían rosas en flor, de colores vibrantes incluso en el frío de finales de invierno, que añadían vida y encanto a la escena.
El salón estaba diseñado con gusto, combinando sofisticación y sencillez.
Los muebles eran de líneas suaves y fluidas, y la paleta neutra de blanco, gris y beige daba al espacio un toque luminoso y acogedor.
Cuadros y esculturas decoraban las paredes, añadiendo un toque de creatividad y elegancia.
Los muebles de madera maciza y cuero hablaban por sí solos del refinado estilo y la considerable riqueza del propietario.
Sierra ya había visitado esta villa dos veces.
En ambas ocasiones, quedó hipnotizada por su encanto y lujo, aunque en el fondo no pudo evitar sentir una punzada de envidia.
En este exclusivo barrio vivía la élite.
Pasear por sus calles significaba a menudo cruzarse con famosos, magnates de los negocios o políticos influyentes.
Blayze estaba sentado en el lujoso sofá, con las piernas cruzadas, vestido con un jersey informal.
Su atención estaba fija en el último periódico, que leía tranquilamente.
A los pies de Blayze había un hombre fuertemente atado, con una mordaza tapándole la boca.
Sierra clavó los ojos en el rostro del hombre y se quedó helada.
El corazón se le aceleró.
¿Cómo había acabado allí?
«Sr. Fowler, la Srta. Rivera ha llegado», anunció el asistente con calma.
«Blayze…» La voz de Sierra temblaba al hablar, su miedo era evidente.
Blayze dejó el papel a un lado y la miró con ojos fríos.
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