Capítulo 901:

Kira se tensó, con los ojos bien abiertos y una expresión de sorpresa.

Haciendo un puchero, preguntó: “Horace, ¿qué pasa, por qué estás tan enojado conmigo?”

“¡La desfachatez de que me preguntes qué pasó después de tus acciones insanas!” La voz de Horace estaba cargada de furia.

Escenas del video de vigilancia pasaron por su mente, enviando un escalofrío por su espalda.

“Rita estuvo a punto de morir. Aún está inconsciente en el hospital. Nunca pensé que pudieras ser tan maliciosa y cruel.”

Kira parpadeó, aparentemente sin entender lo que Horace decía.

—¿Qué? ¿Qué le pasó a Rita? ¿Qué hice para que pienses que soy maliciosa?

Horace, furioso, soltó una risa amarga.

—Kira, ¿aún sigues actuando hasta este punto? Realmente me has decepcionado.

Kira negó con la cabeza.

—Horace, realmente no entiendo de qué hablas.

Él le señaló.

“¿No entiendes? Bueno, mira lo que tienes encadenado en tus muñecas. Mira a tu alrededor y observa dónde estás.”

Kira miró sus manos y luego las levantó con aparente shock.

“Esto es…” Sus ojos recorrieron la habitación, una incredulidad fingida extendiéndose por su rostro.

“¿Esto es la estación de policía? ¿Por qué… por qué estoy aquí?”

“¿Por qué estás aquí?” La voz de Horace era fría y cortante. “Déjame explicarte. Fuiste al centro comercial y atacaste a Rita con un cuchillo. Su sangre está en tu ropa, y aún tienes sangre en la cara que no has limpiado. ¡Kira, deja de actuar!”

Kira miró hacia abajo, y las manchas rojas en su ropa no pasaban desapercibidas. Eran evidentes, duras y acusadoras. Se desplomó débilmente contra el respaldo de la silla, su cuerpo se sentía pesado. Sin pensarlo, se limpió la cara, pero su mano quedó manchada de sangre.

“¿Yo…? ¿Atacó a alguien con un cuchillo? ¿Pero cómo podría ser? ¿Cómo pude hacer algo así?” comentó.

Horace la miró con ojos fríos, desalentado por sus intentos de asesinato. Su voz rezumaba desprecio.

“Aun si lo estás fingiendo, la ley no se dejará engañar. Solo espera lo que viene.”

Con eso, giró sobre sus talones y se alejó, sin querer estar cerca de ella ni un segundo más.

“¡Horace! ¡Horace!” Kira luchó por levantarse, llamándolo, pero él no se detuvo.

La habitación quedó en silencio, y ella se quedó sola.

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