Capítulo 852:

Sin que Sabrina lo supiera, la expresión de Tyrone se ensombreció de repente. El hombre que le había hablado del estado del chico había hablado con tal convicción que se preguntó si había algún motivo oculto detrás de un contacto tan repentino.

¿Estaba realmente el hijo de Sabrina abandonado en Philade?

Para él, no había duda de que el hombre que había contactado con Sabrina era un astuto manipulador que se aprovechaba de su bondadoso corazón y comprendía que las hormonas del embarazo la hacían más emocional y vulnerable.

«Lo sé, Tyrone», susurró Sabrina, con la voz cargada de emoción. «Pero no puedo evitarlo».

Dicho esto, forzó una sonrisa mientras lo miraba y añadió: «Prometo que haré todo lo posible por mantenerme positiva.»

Apretando suavemente su frente contra la de ella, Tyrone exclamó: «Yo también te haré una promesa, Sabrina. Te prometo que trataré a tu hijo como tú tratas a Jennie».

«Gracias», dijo Sabrina, genuinamente agradecida por sus palabras.

«Bueno, basta ya», dijo Tyrone en voz baja. «¿Por qué no escuchamos los latidos del bebé una vez más?».

Tyrone volvió a coger el estetoscopio y lo colocó suavemente sobre el estómago de Sabrina, poniendo en marcha el temporizador.

Sabrina, por su parte, no dijo nada, con la mirada fija en el rostro de Tyrone. Fue entonces cuando su ansiedad empezó a disiparse lentamente.

«Entonces, ¿cómo está?», preguntó, conteniendo la respiración, mientras Tyrone retiraba el estetoscopio.

«Está más o menos igual que antes», respondió. «No está muy activo esta noche».

«Ha estado muy callado todo el día», comentó Sabrina.

«No te preocupes», dijo Tyrone tranquilizadoramente. «¿Quieres descansar ahora o prefiieres ver antes una película?».

Sabrina, sabiendo que Tyrone intentaba distraerla, aceptó su sugerencia: «Una película suena bien».

«De acuerdo, elegiré algo interesante», dijo Tyrone, cogiendo el mando a distancia.

Cuando terminó la película, por fin se acomodaron para dormir.

Sin embargo, en medio de la silenciosa noche, Sabrina se despertó sobresaltada, con el corazón acelerado y la frente y el cuello cubiertos de sudor.

Envuelta en una niebla entre el sueño y la vigilia, Sabrina sintió como si cayera en un profundo abismo. Entonces se incorporó de golpe, completamente despierta, con el corazón acelerado.

La habitación estaba sumida en la oscuridad, salvo por un único rayo de luz de luna que se filtraba por el estrecho hueco de las cortinas.

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