El camino a reparar tu corazón -
Capítulo 415
Capítulo 415:
El día antes del rodaje, Sabrina llamó al cliente utilizando los dígitos guardados en el sistema.
Una vez enlazada la llamada, Sabrina intervino con una pizca de estilo: «Hola, ¿habla Keilani? Soy Sabrina, la fotógrafa encargada de tu sesión».
Al cabo de un momento, una voz femenina respondió: «Sí, soy yo. ¿Qué tal?»
Sabrina, percibiendo un atisbo de déja vu en la voz, prosiguió: «Tengo unas ganas tremendas de charlar sobre tu estilo. ¿Alguna petición especial para el ambiente y el telón de fondo de tu rodaje?».
«Hablar de esto por teléfono es como descifrar jeroglíficos. Quedemos mañana en el estudio», fue la respuesta.
Sabrina, sorprendida, respondió con un simple «Vale».
El día del rodaje, Sabrina vio a la mujer preparándose en el camerino. Sintió una punzada de reconocimiento, un susurro de familiaridad.
Sabrina no tardó en atar cabos. Keilani, la mujer que la precedía, se había cruzado y enfrentado con ella y con Bettie en un vuelo a Austria. Y el drama no acabó ahí.
Otra escaramuza había tenido lugar en el centro comercial de Linbourne, esta vez por un reloj.
No era de extrañar que aquella voz le resultara extrañamente familiar el día anterior.
La mente de Sabrina se agitó. ¿Por qué Keilani la había elegido como fotógrafa?
¿La había reconocido?
Fingiendo no darse cuenta, Sabrina trató a Keilani como a una cara nueva, comentando despreocupadamente: «Keilani, ¿verdad? Sabrina, tu fotógrafa. Hablemos de tu estilo y tu fondo preferido. ¿Tienes fotos de referencia?
Ny asistente está a la espera para la preparación».
Keilani miró a Sabrina a través del espejo y respondió: «No puedo explicarlo. Hablemos de ello in situ cuando termine de arreglarme».
Sabrina, previendo un retraso en el montaje de la escena después del maquillaje, intentó razonar: «El montaje después del maquillaje llevará tiempo».
Con aire de indiferencia, Keilani se encogió de hombros: «Ese es tu problema, no el mío».
En la escaramuza inicial, Sabrina detectó un aire de antipatía.
Una corazonada le susurró que la intención de Keilani no era hacer poses, sino atacarla a ella.
A pesar de que Keilani tenía cara de extranjera, su acento dejaba entrever lazos locales o una herencia mixta. A juzgar por el acomodado atuendo de Keilani y su aspecto en Austrain, parecía provenir de una familia acomodada, muy versada en los círculos locales. Este conocimiento alimentó la sospecha de Sabrina de que Keilani la había elegido deliberadamente como fotógrafa, previendo un camino más sencillo para infligir tormento.
Sabrina albergaba dudas sobre si recibiría algún elogio de Keilani.
Estas incertidumbres se consolidaron a medida que se desarrollaban los acontecimientos.
Pasadas las 10:00, Keilani, por fin maquillada, se dirigió al lugar del rodaje, acompañada por un equipo de ayuda que se ocupó de su vestuario y sus bolsos.
Keilani hizo una señal sutil a su ayudante.
El asistente le mostró el teléfono de Keilani, mostrando una foto para el escrutinio de Sabrina.
«Este es el telón de fondo que necesito. Es imprescindible una preparación rápida. Tengo un plazo de dos días y no hay lugar para retrasos en el maquillaje».
Con una sonrisa de satisfacción, Keilani lanzó una mirada mordaz a Sabrina y añadió: «Si no termino la sesión a tiempo, puedo solicitar el reembolso».
Normalmente, los clientes firmaban los contratos después de hacer los depósitos.
El acuerdo estipulaba que si el estudio no cumplía sus obligaciones o si los clientes no estaban satisfechos, podían solicitar una cancelación con reembolso íntegro.
Sin embargo, las cancelaciones eran poco frecuentes, ya que la mayoría de los clientes abordaban el proceso de buena fe, esperando que el estudio satisficiera sus necesidades. Si un fotógrafo provocaba una cancelación, podía empañar su historial profesional.
Sabrina aseguró: «Agilizaré el proceso, pero la cooperación es clave para el éxito de la sesión».
Keilani rió entre dientes y contestó: «Desde luego, coopero de verdad.
Aunque te advierto que tengo un poco de mal genio. Espero que me perdone».
«Ahora, ya que estamos de acuerdo en lo de la cooperación, iré directamente al grano. El telón de fondo elegido no complementa tu atuendo. Es un poco caótico y podría afectar al atractivo visual de la foto», comentó Sabrina.
Keilani replicó: «Me gusta este tipo de fondo».
Sabrina se quedó momentáneamente sin palabras mientras asimilaba la inquebrantable postura de Keilani.
Contemplando el rostro sonriente de Keilani, Sabrina comprendió que conseguir un cambio no sería un paseo. «De acuerdo, tomo nota», dijo.
«Empieza a preparar la escena. Llevará un rato», dijo Sabrina dirigiéndose a su ayudante. «Mientras eso está en movimiento, vamos a capturar tomas con telones de fondo alternativos», sugirió Sabrina. «De este modo, optimizaremos nuestro tiempo, asegurando un rodaje sin contratiempos. Estoy segura de que apreciarás la eficacia».
A regañadientes, Keilani aceptó con un deje de burla en su sonrisa.
El segundo combate acababa de concluir.
Sin embargo, surgió otro reto durante el rodaje.
Sabrina no sabía si Keilani lo hacía intencionadamente. Cada vez que Sabrina daba una orden de pose, ésta se ejecutaba mal, con lo que los resultados de las fotos eran mediocres.
Intentar perfeccionar las poses significaba repetir las instrucciones y dedicarles mucho tiempo.
A media mañana, la colección de fotos satisfactorias era decepcionantemente escasa.
Cuando la sesión hizo una pausa, Sabrina le presentó a Keilani las fotos recién tomadas.
Un rápido vistazo y Keilani exclamó: «¿Qué pasa con estas fotos? Son horribles. Necesitamos rehacerlas».
«Rehacer las fotos está bien, pero es una mañana perdida.
Keilani, ¿te importaría hacer horas extras esta noche? Como estás tan obsesionada con el resultado visual, el tiempo no debería preocuparte, ¿verdad?». dijo Sabrina con calma.
Keilani replicó: «Es culpa tuya por hacer esas fotos tan horribles. ¿Por qué tengo que cargar yo con las horas extra?».
«La cuestión es que sólo nos queda un día y medio. Al ritmo actual, no podemos terminar la sesión. Tu reticencia a recuperar el tiempo perdido no nos deja otra opción que trabajar hasta tarde. ¿O estás esperando hasta pasado mañana para exigir un reembolso? Si es así, podemos dejarlo ahora y te devolveremos el dinero», dijo Sabrina con naturalidad.
Al menos, así Sabrina no tendría que perder el tiempo.
Keilani no pudo rebatir esta propuesta. «De acuerdo. Hagamos las horas extras», aceptó a regañadientes.
Sin que Sabrina lo supiera, Keilani había contemplado la posibilidad de someter a Sabrina a dos días de tormento antes de optar por un reembolso.
Al observar la expresión de Keilani, Sabrina le ofreció una sonrisa tranquilizadora.
«Hagamos un descanso para comer y reanudemos el rodaje por la tarde».
Cuando comenzó la sesión de la tarde con el telón de fondo colocado, Keilani siguió con su habitual tendencia a tomarse mucho tiempo para posar.
Sabrina se dio cuenta de que si esta tendencia persistía, se avecinaba una sesión nocturna. Su estrategia consistió en tomar instantáneas precisas, conseguir un puñado de fotos dignas de elogio y ajustar el fondo.
Concluida la fase inicial, Keilani se acercó para inspeccionar las fotos.
Sabrina hizo zoom sistemáticamente, mostrando cada imagen.
En respuesta, Keilani se mordió el labio, lanzando una mirada resentida a Sabrina.
Tenía que admitir que Sabrina era innegablemente una buena fotógrafa.
A pesar de los esfuerzos de Sabrina por capturar una imagen encomiable, Keilani seguía alimentada por su motivo de vengar las humillaciones pasadas de Sabrina.
Con sorna, Keilani comentó: «Esta, aquella y esta.
Ninguno está a la altura. Tenemos que retomarlas todas».
Señaló que el tiempo invertido anteriormente había sido en vano.
Confundida, Keilani interrogó a Sabrina mientras ésta guardaba su cámara: «¿Adónde vas?».
Sabrina, recogiendo su bolso, respondió: «Me elegisteis como fotógrafa, indicando que apreciabais mi estilo y confiabais en mis habilidades. Si me he quedado corta, no es más que una pérdida de tiempo. Quizá sea mejor que pida al gerente que le asigne otro fotógrafo».
Keilani, empeñada en poner las cosas difíciles, demostró que seguir fotografiando era un esfuerzo inútil.
Furiosa, Keilani exclamó: «Tú…». Mientras Keilani miraba la figura de Sabrina en retirada, dio un pisotón de frustración.
Keilani juró no dejar que Sabrina se fuera tan fácilmente.
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