El camino a reparar tu corazón -
Capítulo 249
Capítulo 249:
Una oleada de confusión bañó el rostro de Sabrina. La pillaron desprevenida, sintiéndose a la vez sorprendida y cohibida, sin ninguna otra emoción.
El ruido de la multitud se hizo más fuerte.
Con un ramo de flores entre los brazos, Trevor la miró con seriedad, y la profundidad de sus ojos reflejaba su imagen. Le dijo sinceramente: «¿Quieres ser mi novia?».
Con un torbellino de pensamientos dándole vueltas en la cabeza, Sabrina se serenó y tomó una decisión rápida.
Disimuló su reticencia y esbozó una sonrisa convincente. Ante todos los espectadores, respondió suavemente: «De acuerdo».
La alegría iluminó al instante el rostro de Trevor, que mostró sus deslumbrantes dientes blancos, y sus ojos brillaron de felicidad.
Trevor se sorprendió cuando Sabrina aceptó de inmediato. Había esperado, en el mejor de los casos, que ella no declinara de inmediato y se tomara un tiempo para considerarlo.
«¡Dios mío!»
La gente que los rodeaba prorrumpió en alegres vítores de felicitación.
Bajo la mirada escrutadora de muchos, Trevor le entregó el ramo a Sabrina.
Acercándose a ella, con las mejillas sonrojadas, susurró: «Gracias».
Al recibir las flores, Sabrina sonrió a Trevor y respondió: «El placer es mío».
La energía lúdica del público continuaba.
Un hombre de una mesa cercana gritó: «¡Séllalo con un beso! Bésala».
Su canto fue rápidamente seguido por otros: «¡Bésala! Bésala!»
Las orejas de Trevor se tiñeron de rosa y un brillo acuoso cubrió sus ojos. Miró profundamente a los ojos de Sabrina, con las manos ligeramente sudorosas. Armándose de valor, preguntó: «¿Puedo?».
Tras un momento de vacilación, Sabrina intentó sonreír, apartó la mirada e hizo un leve gesto hacia su mejilla.
«Gracias».
Con los ojos rebosantes de felicidad, Trevor se inclinó hacia ella y su aliento calentó la piel de Sabrina.
Cuando el ambiente se engrosó con risas y silbidos, Sabrina se puso rígida, cerrando los ojos con fuerza.
Estar cerca de alguien sin verdadero afecto era todo un reto.
Si Tyrone realmente no sentía nada por Galilea, como decía, ¿por qué la abrazaba?
¿Era así la naturaleza de todos los hombres?
¿Y por qué Tyrone había vuelto a entrar en su mente?
Atrapada en su ensoñación, Sabrina apenas sintió el suave roce de los labios de Trevor en su rostro.
Sintiendo su inquietud, el beso de Trevor fue fugaz, como el roce de una mariposa, aliviando la tensión que se acumulaba en su interior.
Parpadeó y volvió al presente, respiró tranquilamente y colocó el ramo en el borde de la mesa.
«Gracias a todos por ser testigos y por los buenos deseos. Si quieren un trozo de tarta, sírvanse», dijo Trevor.
La tarta era una obra de arte, decorada con encaje cremoso, coronada de frutas y con la inscripción «Te quiero» en chocolate blanco.
Tallando las tres palabras «Te quiero», Trevor colocó un generoso trozo en un plato y se lo ofreció a Sabrina.
«Gracias».
«Sabrina, no hay necesidad de formalidades», respondió Trevor.
«Es que… todo esto es tan nuevo para mí».
Tomando las riendas, Trevor cortó más trozos de tarta y los repartió personalmente entre los niños impacientes.
Un flujo constante de gente se acercó para reclamar un trozo.
Sabrina bajó la cabeza y probó el pastel.
Cogió un trozo y lo mordió distraídamente, con la mente en otra parte.
El hecho de que Trevor proclamara sus sentimientos por ella la pilló desprevenida.
Pero, esta nueva relación podría ofrecerle una razón plausible para profundizar en los asuntos relacionados con la familia Faulkner.
Llegó a comprender que durante los años de juventud de Trevor, Zeke había ocultado ciertas verdades. La fe inquebrantable de Trevor en su padre significaba que cualquier pregunta directa podría dar lugar a respuestas moldeadas por la narrativa de Zeke.
Ante esta situación, tuvo que actuar con cautela e idear una forma de sonsacarle a Trevor información valiosa sin hacerle sospechar nada.
Lamentablemente, sus engaños le pasaron factura. A medida que aumentaba el afecto de Trevor por ella, sentía el peso de una decepción inevitable. El dilema de abordar la cuestión se cernía sobre ella como una nube.
«¿Quieres más?» preguntó Trevor, fijándose en el plato de postre vacío de Sabrina.
Dejando el tenedor, Sabrina respondió: «No. Gracias».
«¿Nos vamos ya? Aún es temprano. Demos un paseo por el río», sugirió Trevor, con un brillo alegre en los ojos.
Se notaba que Trevor estaba contento esta noche y no quería separarse de ella.
Ella le devolvió la sonrisa y dijo: «Me parece bien».
Al llegar al aparcamiento, Trevor se dirigió al lado del conductor, jactándose: «Sabes, acabo de sacarme el carné de conducir. ¿Te importa si conduzco yo?».
Sabrina le dio las llaves y se sentó en el asiento del copiloto.
El aire acondicionado emitía aire caliente, calentando rápidamente el coche.
Apoyada en el asiento, Sabrina miró al exterior, contemplando el paisaje urbano que se alejaba.
Trevor, en cambio, estaba concentrado en la carretera.
Su nueva situación sentimental había acallado sus habituales bromas. Parecía que aún se estaban adaptando a esta nueva intimidad.
El viaje en coche transcurrió en silencio.
Después de lo que parecieron siglos, durante un semáforo en rojo, Trevor hizo una pregunta. «Sabrina, ¿puedo anunciar nuestra relación en las redes sociales?».
Sabrina se lo pensó un momento antes de responder: «Me parece bien.
Pero te agradecería que evitaras que esta información llegue a tus padres. Y, por favor, asegúrate de que tus amigos en tus redes sociales no filtren esta noticia al público. Prefiero mantener mi vida personal alejada del ojo público».
Siendo la ex mujer de Tyrone, no era ajena a la atención.
Lo último que quería era que plataformas oportunistas explotaran su incipiente relación con Trevor para conseguir clics, alertando potencialmente a Zeke en el proceso.
Al escuchar su meticuloso razonamiento, Trevor sintió un vacío en su interior, como si nunca hubiera estado realmente cerca de Sabrina. Sin embargo, reconoció sus sentimientos y respondió: «Lo entiendo».
Su relación era nueva. Compartir su relación con su familia podría ser prematuro; probablemente lo desalentarían. Esperar a que las cosas se asentaran le pareció prudente.
En cuanto a Sabrina, tenía claro que prefería mantener su vida personal en privado. Cuando descubrió sus verdaderos antecedentes, indagó en artículos periodísticos anteriores. Las calumnias que encontró en Internet dirigidas contra ella le hicieron sentir aún más compasión por su difícil situación.
Tras un momento de contemplación, Trevor sugirió: «¿Y si compartimos una foto de nuestras manos entrelazadas, sin revelar quién eres?».
Sabrina dudó un momento y luego aceptó suavemente: «Me parece bien».
El coche aparcó en un solar público cerca de la orilla del río.
Al salir, Sabrina se encontró con un frío intenso.
La fría noche de invierno junto al río no había sido su mejor idea, pensó.
Pensó en retirarse al calor del coche. Pero a Trevor, que aún disfrutaba de la euforia de su nueva relación, no parecía afectarle el frío.
Sintiéndose un poco obligada, decidió unirse a él y caminar junto al río, sintiendo el peso de su brazo sobre su hombro.
Sus manos se entrelazaron, la mano más larga de Trevor envolviendo la suya con calidez.
Bajo las brillantes luces de neón, los ojos de Trevor centelleaban. «Sabrina, ahora puedo sostener con orgullo tu mano para que el mundo la vea».
Atrapada por la intensidad de su mirada, Sabrina sintió un vuelco en el corazón. «¿Hacemos una foto de este momento?».
Sabrina creía que cuando la verdad saliera a la luz, Trevor tendría que enfrentarse a un doble reto.
Primero, la dolorosa comprensión de que su padre de confianza podría tener oscuros secretos.
Y luego, que su amante no sentía verdadero afecto por él, sino que había un motivo oculto detrás de su acercamiento.
Sabrina no pudo soportarlo y apartó la mirada inconscientemente.
«¡Claro que sí! Trevor asintió.
Cinco minutos después, apareció una nueva publicación en el Facebook de Trevor.
Lo tituló con dos corazones radiantes, acompañados de una instantánea.
La imagen mostraba dos manos, una grande y otra pequeña, entrelazadas, que destilaban calidez y conexión.
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