El amor predestinado del príncipe licántropo maldito -
Capítulo 827
Capítulo 827:
El punto de vista de Sylvia
En el camino de vuelta, miré tranquilamente por la ventanilla del coche y eché un vistazo al paisaje, recordando mis cortos veintitantos años en los que había vivido altibajos. Tanto las cosas como las personas que me rodeaban habían cambiado mucho.
Noreen me dijo una vez que yo era gafe. Que ni la persona que me quería ni la que yo amaba se quedarían a mi lado.
Mi madre murió para sellar mi linaje de bruja negra. El proceso agotó su energía y aceleró su muerte. También fui la razón por la que Alina cometió tantos errores que al final condujeron a la muerte de Leonard.
Me volví para mirar a Rufus, que estaba mirando su documento. Al instante sentí que me dolía el corazón.
No quería volver a perderlo.
Puede que realmente fuera gafe. Que todos los que amaba estaban destinados a abandonarme algún día.
Cuando Rufus se dio cuenta de que le miraba fijamente, se volvió para mirarme. «Cariño, ¿qué te pasa? ¿Te sientes incómoda?».
Dejó el documento que tenía en la mano y me acercó la cara.
Negué con la cabeza y levanté el reposabrazos entre los dos asientos antes de ponerme a su lado. «No. Sólo estoy un poco cansada».
A veces, el cansancio mental era mucho más difícil de sobrellevar que el físico.
Rufus probablemente percibió el cambio en mi estado de ánimo, lo que le hizo guardar su documento. Luego me dejó sentarme en su regazo y me besó la comisura de los labios. «Pareces un poco pensativa».
«Es que estoy pensando en algo». Le rodeé el cuello con los brazos y tiré de él. Era la única forma de sentirme tranquila.
Rufus me acarició suavemente el pelo. «Cariño, pase lo que pase, siempre estaré aquí para ti. Estaré bien mientras te quedes conmigo».
No dije nada. Sabía que ya había sospechado de mí. Tomé la iniciativa de admitir mi linaje de bruja negra en la ceremonia frente a toda la manada, y sabía que eso lo ponía en guardia.
Si no fuera por Edwin, podría haberme encadenado.
Al pensar en los grilletes que me puso Rufus la última vez, me eché a reír. No pude evitar besarle la barbilla mientras le decía: «Eres tan mono, cariño».
«Para ya». Hizo un puchero. «Me haces sentir como si fuera un niño del que se burlan».
Me cogió de la mano y me besó tan fuerte en la mejilla que su beso hizo un ruido estrepitoso.
Me reí en sus brazos. Entonces, mencioné a nuestro bebé.
Rufus no tardó en tocarme la barriga. «Creo que es una niña».
«¿Por qué lo crees?» Lo miré, curiosa por saber por qué pensaba que nuestro bebé era una niña.
«Porque últimamente te gusta mucho la comida ácida. He oído que si a una mujer embarazada le gusta la comida ácida, es probable que tenga una niña», respondió Rufus con seriedad.
«Porque últimamente te gusta mucho la comida ácida. He oído que si a una mujer embarazada le gusta la comida ácida, lo más probable es que tenga una niña», contestó Rufus muy serio.
Solté una risita y le golpeé el pecho juguetonamente. «No te creas esas tonterías. Si mañana como comida picante, ¿significa que tendremos un hijo?».
«No es imposible», dijo, con los labios curvados en una sonrisa. «Querré a nuestro bebé sea del sexo que sea».
Luego, procedió a pensar en algunos nombres para nuestro bebé.
Cuando llegamos al palacio imperial, Rufus ya había pensado en más de una docena de nombres para cada sexo.
Contuve la risa y le empujé fuera del coche. Ya estaba anocheciendo.
Resultaba que, por muy fría y distante que pareciera una persona, lo más probable era que se convirtiera en una charlatana después de tener un hijo. Rufus no era una excepción.
Cuando estábamos a punto de volver a su palacio, Rufus recibió una llamada urgente y se marchó inmediatamente.
Me pregunté por qué se había ido con tanta prisa. No supe que el asunto tenía tanta importancia hasta que Harry me detuvo cuando volvía sola.
Fue entonces cuando me enteré de que Joanna había sido encarcelada por asesinar al rey licántropo.
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