El amor predestinado del príncipe licántropo maldito
Capítulo 807

Capítulo 807:

POV de Sylvia

Me balanceé libremente delante de Rufus, sosteniendo la bola de cristal morada en la palma de la mano. «Mira, me he pasado toda la tarde haciendo esto. Estaba esperando a que volvieras para que pudieras verlo».

Rufus preguntó sorprendido: «¿Tan rápido lo has hecho? ¿Qué tal te ha salido?».

«No lo sé. Todavía no lo he probado». Estaba mareado de emoción. Si tenía éxito, podría conocer la historia de amor de mi madre con Leonard. Oh, cierto, olvidé totalmente que Leonard había perdido la memoria con respecto a esa parte, así que no recordaba a mi madre.

Al pensar en esto, sentí una punzada de decepción.

Rufus notó el cambio en mi estado de ánimo, así que se acercó y me dio un fuerte abrazo. «¿Qué te pasa?»

Sacudí la cabeza. «Nada, no pasa nada. A ver si funciona la bola de cristal».

Mientras hablaba, dejé caer una gota de mi sangre sobre la bola de cristal. Luego cerré los ojos y movilicé la fuerza de mi cuerpo. Mientras recitaba el conjuro, pensaba en Leonard.

Al cabo de un rato, la bola de cristal empezó a emitir un calor intenso y a temblar.

«¡Funciona!», exclamó Rufus.

Abrí los ojos de inmediato. La bola de cristal mostraba un retrato de Leonard, tal como yo había predicho.

El joven Leonard era atractivo y lleno de vida.

«Tus ojos y tus cejas se parecen a los de Leonard cuando era joven». Rufus desvió de pronto la mirada hacia mí.

Con su comentario, me toqué las cejas inconscientemente.

«Y tus ojos son verde oscuro».

Sonreí con amargura. «Pero ni una sola vez sospeché que fuera mi padre».

Rufus me cogió de la mano y me consoló: «No pienses demasiado. Lo pasado, pasado está, Sylvia».

Asentí y continué observando la escena en la bola de cristal.

Esta parte del recuerdo debía ser cuando Leonard acababa de casarse. Tenía en brazos a una recién nacida y parecía no saber cómo consolarla. La niña apretaba los puños y soltaba risitas como si le hiciera gracia.

Supuse que la recién nacida debía de ser Alina.

Al momento siguiente, apareció una niña de unos siete u ocho años con un rostro delicado. Era tan frágil como una muñeca, perseguía a Leonard y le llamaba papá.

Aunque Leonard había empezado a mostrar signos de envejecimiento, como arrugas alrededor de los ojos, seguía siendo un hombre encantador. Parecía mucho más serio que antes.

Alina ocupaba la mayor parte de la memoria de Leonard. En esas escenas, Alina le llamó papá por primera vez, tocó el piano para él para celebrar su cumpleaños y bailó con él en su ceremonia de mayoría de edad.

«Esta bola de cristal mostrará los momentos más inolvidables de la vida de una persona. A pesar de la reputación de Leonard como soldado comprometido, su familia era en realidad su principal prioridad», dije con una sonrisa.

Con su comentario, me toqué las cejas inconscientemente.

A pesar de sus muchos desacuerdos e incluso algunas peleas, Alina siempre había sido importante para Leonard.

Incluso yo me daba cuenta de que Leonard se enfrentaba a un predicamento propio. Alina era su hija amada. Ningún padre estaba dispuesto a dejar que su hija se casara con otra manada lejos de casa. Si hubiera podido evitarlo, sin duda habría querido que su hija se quedara con él.

Sin embargo, la ambición de Alina era demasiado evidente. Quedarse en la manada podría acarrear un sinfín de problemas y quizás incluso peligro para la propia Alina.

Todo lo que Leonard había hecho era para mejorar la vida de Alina, pero él no tuvo la oportunidad de verlo.

«Al igual que mi padre, Leonard tenía un comportamiento rudo pero un corazón gentil en su interior». Rufus suspiró.

«Sí.»

Dos personas con un temperamento similar podían llegar a ser buenos amigos. Ese era el caso de Leonard y Ethan. La diferencia era que, a veces, Ethan era más desinteresado e impersonal. Para él siempre era blanco o negro, y trasladaba esa actitud a su reinado.

Eso era lo que se necesitaba para ser un rey respetado.

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