El amor predestinado del príncipe licántropo maldito
Capítulo 80

Capítulo 80:

POV de Silvia:

«¿Has traído la medicina?» preguntó Rufus en voz baja, sin levantar la cabeza.

«Está en el bolsillo de mi abrigo», respondí rápidamente. Rufus debía de estar de mal humor en ese momento, porque no me miró y su rostro estaba sombrío.

Sacó en silencio el tubo de pomada del bolsillo de mi abrigo y me frotó los moratones de la pierna.

No pude evitar gritar de dolor. Pero me tapé rápidamente la boca con la mano para contenerme y no hacer demasiado ruido, sin atreverme a mirarle.

«Aguanta el dolor porque hay que frotar los moratones. De lo contrario, tardarás más en recuperarte», dijo Rufus con voz llana, pero redujo la fuerza de sus manos.

Me quedé mirando su rostro abatido y no pude evitar preguntarme: «¿Estará preocupado por mí?».

«Eh, a ver quién vuelve a estar colada por el príncipe», empezó a burlarse Yana de nuevo.

«Yana, vete a dormir», le dije enfadada. No sabía por qué últimamente hablaba a menudo en tono dandi.

«Alguien que conozco puede soportar el dolor extremo cuando lucha. Pero, ¿cómo puede ser tan débil y frágil delante de Rufus?». dijo Yana con una voz cargada de sarcasmo.

«¡Yana! ¿Quieres callarte, por favor?»

Pero Yana seguía insistiendo. Y cada una de sus palabras connotaba algo. Esto me hizo sentir avergonzada y enfadada, así que bloqueé rápidamente su voz y fingí no oírla.

«Lo siento», se disculpó de repente Rufus.

Me quedé tan sorprendida que lo miré fijamente y parpadeé. ¿Estaba oyendo cosas otra vez?

Pero él seguía con la cabeza gacha y no dejaba de frotarme la pierna. «Lo siento. No me di cuenta de que estabas herida. No debería haberte obligado a bailar».

Aunque tenía la voz apagada, oí claramente cada una de sus palabras. Parecía muy deprimido, como un perro grande empapado por la lluvia.

«No tienes nada de qué disculparte. Al fin y al cabo, no es culpa tuya», dije suavemente. Si pudiera, me gustaría darle unas palmaditas en la cabeza. Pero el hecho de que fuera un príncipe me lo impidió.

Rufus no me respondió. Parecía aún más deprimido, lo que me hizo sentir más pena por él.

«Te oculté deliberadamente mi lesión y acepté esta clase de baile», volví a decir.

Rufus permaneció largo rato en silencio. «Olvídate de esta lección de baile. Tienes la pierna lesionada y no es bueno que practiques el baile. No te fuerces».

Pero si no aprendía a bailar, le avergonzaría en el baile. Pensando en esto, me puse ansiosa al instante. «No, quiero aprender a bailar. No me estoy forzando. Puedo practicar. Puedo hacerlo».

«Pero no quiero que practiques más», dijo Rufus, mirándome. Y me quedé de piedra cuando vi el afecto en sus ojos.

Empecé a sentir calor en la cara. Sabía que me estaba ruborizando, así que aparté rápidamente la mirada. Debía de ser porque la luz era tan deslumbrante que me había hecho algunas ilusiones.

«Pero tengo muchas ganas de practicar», tartamudeé. No quería avergonzar a Rufus. Y decidí tomármelo como el gran final de mi relación con Rufus, así que me daría el gusto hasta el extremo.

Rufus no dijo nada. No sabía qué tenía en la cabeza.

Temiendo que se diera cuenta de mi intención, me apresuré a explicarle: «Quiero aprender más habilidades. Quizá pueda utilizarlas en el futuro».

En ese momento, Rufus sonrió alegremente. Con sus dos hoyuelos, parecía más encantador. Era la segunda vez que le veía sonreír así.

«Así que puedes sonreír». Fijé mis ojos en él y no quise apartar la mirada. Sentía como si tuviera un conejo dentro del pecho, saltando constantemente.

Cuando Rufus oyó lo que dije, una expresión irónica se dibujó en su rostro. Luego frunció los labios y la sonrisa desapareció.

«La verdad es que tienes buen aspecto cuando sonríes». Tenía tan buen aspecto que al mirarle me dio un vuelco el corazón.

«Querida, deja de hablar ahora. Las orejas de Rufus ya están rojas», susurró de repente Yana en mi cabeza.

.

.

.