El amor predestinado del príncipe licántropo maldito
Capítulo 759

Capítulo 759:

El punto de vista de Rufus

Iba de camino al ayuntamiento cuando me di cuenta de que había salido con prisas y se me había olvidado decirle a la enfermera que la aguja de la mano de Sylvia se había desprendido, lo que me llevó a pedirle al conductor que diera media vuelta y volviera al hospital.

Me sentí muy culpable al mirar el reloj. Sylvia dormía profundamente cuando me fui. ¿Y si se movía mientras dormía y se hacía daño por accidente?

Pronto llegué al hospital y me dirigí directamente a la sala VIP de la última planta. Acababa de salir del ascensor cuando vi a Blair saliendo de la sala de Sylvia.

Blair no pareció darse cuenta de mi presencia y salió por otra salida.

Me sorprendí un poco. ¿Se había despertado Sylvia?

Caminé hacia la sala y estaba a punto de empujar la puerta para abrirla. Pero cuando oí ruido en la habitación, dudé.

«¿Por qué no entras? Sylvia está despierta», preguntó Omar con curiosidad.

Aflojé el picaporte, sintiendo una punzada de amargura en el corazón. «No sé qué me pasa. Tengo la cabeza hecha un lío. No sé cómo enfrentarme a Sylvia ahora mismo».

Después de volver de la manada de Leonard, Sylvia siempre había querido estar sola, como si me ocultara algo. A veces hacía cosas sin decírmelo, lo que aumentaba el misterio. Aunque actuaba como si no hubiera pasado nada, era demasiado ingenua e inocente. Las expresiones de su rostro siempre revelaban sus verdaderas emociones. Podía leerla como un libro abierto.

Además, hace poco insistió en volver a la residencia. La razón por la que persistía en abandonar el palacio también era un misterio para mí.

Ella solía querer estar conmigo todo el tiempo. Fuera donde fuera, se pegaba a mí como el pegamento.

Pero ahora, de repente quería evitarme en muchas ocasiones. Como su compañero, era difícil para mí no pensar demasiado en ello.

Sabía que no debía dudar de ella, pero aún así me sentía extraño. Sylvia volvió al palacio con Blair después de desaparecer hoy. El médico dijo que gozaba de buena salud, pero se desmayó cuando se lo propuse. Más extraño aún, Blair acaba de salir de la sala de Sylvia en este momento.

Pensando en todas estas cosas, no pude evitar sentirme inquieto.

Con un suspiro, le dije a Omar: «Deja que Sylvia descanse más».

«Pero no parece que esté descansando porque puedo sentir que Yana está muy emocional». Omar claramente quería entrar.

Pero como ahora tenía la cabeza hecha un lío, decidí ver a Sylvia cuando me hubiera calmado un poco.

Salí de la planta superior y me senté a fumar en el jardín exterior del hospital. Mis intentos de dejar de fumar habían sido en vano.

Era la primera vez que volvía a fumar después de dejarlo y lo hice con renovado vigor. Hoy he fumado mucho, mucho más que antes.

Omar no dejaba de darme la lata: «¿No estás ocupado? ¿Por qué estás sentado aquí? ¿Por qué no subes a ver a Sylvia?».

Apagué el cigarrillo, que estaba a punto de quemarme en un dedo, y encendí otro.

Omar suspiró y dijo: «Deja de fumar, Rufus. Casi me asfixia el olor apestoso. Si vuelves a fumar, no hablaré más contigo».

En ese momento, volvió a sonar el teléfono. Le eché un vistazo y colgué directamente.

«Contesta, Rufus. Es la décima llamada». Omar sintió que la preocupación se apoderaba de él. En voz alta, exigió: «¿Qué demonios te pasa?».

Me quedé totalmente callado. Me levanté y apagué el cigarrillo. Luego cogí el teléfono para ocuparme de unos asuntos urgentes. Después, pedí a un subordinado de confianza que fuera al ayuntamiento a ocuparse del problema en mi nombre.

Luego me dirigí al edificio administrativo del hospital.

El personal de guardia me recibió presa del pánico. «¿Qué puedo hacer por usted, príncipe Rufus?»

«Hay intrusos en el palacio. Tenemos que revisar el edificio de hospitalización. Consígueme hoy mismo todas las grabaciones de vigilancia», ordené fríamente con mirada penetrante.

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