El amor predestinado del príncipe licántropo maldito
Capítulo 447

Capítulo 447:

El punto de vista de Sylvia

Cuando el soldado desbloqueó la puerta, estaba a punto de esposarnos de nuevo.

«No hace falta.» El guardia que iba en cabeza le detuvo a regañadientes. Luego nos miró y habló en un tono mucho más educado. «Antes os he entendido mal, así que no he tenido más remedio que esposaros. Ahora, no es necesario».

Me di cuenta de que estaba asustado. Geoffrey debía de haberle echado la bronca.

Harry puso los ojos en blanco indignado ante el guardia principal. «Te dije que no hicieras ninguna estupidez. Mira lo que has hecho».

El guardia principal forzó una sonrisa, pero sus ojos mostraron sus verdaderas emociones. Apretando los dientes, no se atrevió a decir nada precipitado.

Cuando Flora pasó junto a él, hizo una mueca de desdén. «Humph. Cobarde».

«Vámonos. El Alfa está esperando». El guardia líder no podía hacernos daño, así que no pudo hacer otra cosa que reprimir su ira. Incluso se vio obligado a tragarse su orgullo e inclinarse ante nosotros, lo que fue increíblemente satisfactorio.

«Nos despreció y nos acusó de ser ladrones. Si alguien aquí es un ladrón, es él», todavía humeante de rabia, me susurró Flora con descontento.

«Bueno, cálmate. Intenta ver las cosas desde su perspectiva. Lo que hicimos antes fue realmente sospechoso», consolé a Flora suavemente.

Pronto nos condujeron a una lujosa sala de reuniones.

Probablemente era donde Geoffrey solía celebrar sus reuniones.

Aunque sabía que Geoffrey llevaba una vida extravagante, me sorprendió ver que una de las paredes de la sala era de oro macizo.

La pared tenía incrustaciones de muchas piedras preciosas de colores. Cuando se encendían las luces, brillaban de forma deslumbrante.

«¡Qué rústico!»

Incluso John, que rara vez expresaba sus sentimientos, no pudo evitar un comentario sarcástico.

Geoffrey realmente no tenía gusto.

Pero antes de que pudiéramos mirar la pared con detenimiento, Geoffrey entró en la sala de reuniones con una sonrisa. Al instante, sus ojos se posaron en mí.

«Señorita Todd, he oído hablar mucho de usted. Es un honor verla aquí».

«¿Me conoce?» pregunté, desconcertada.

Geoffrey sacudió la cabeza y sonrió. «No. No pude asistir al desfile militar anual porque nuestra manada está demasiado lejos. Sin embargo, he oído hablar de ti y he visto tus fotos».

«Ah, ya veo». Pero su entusiasmo me pilló desprevenida. No tenía ni idea de qué decir.

«Cuando viniste hoy por primera vez, estabas con el resto de los soldados, así que no te reconocí», me explicó Geoffrey con paciencia.

«¿No te preocupa que sea un impostor?». Entrecerré los ojos.

Geoffrey hizo un gesto de confianza con la mano. «Creo que nadie se atrevería a fingir ser la pareja del príncipe Rufus, a menos que quiera morir».

Eso tenía sentido. «Dado que todo esto no es más que un malentendido, ¿puedes dejarnos marchar?».

«¡Por supuesto!» Geoffrey se echó a reír. Luego se dio la vuelta y palmeó cariñosamente a Harry en la cabeza. «Me acuerdo de ti, Harry. Visité tu manada hace diez años. Por aquel entonces, aún eras un niño pequeño, aferrado a la pierna de tu padre y llorando todo el día».

«¿En serio?» Harry se rascó la cabeza torpemente.

Fue entonces cuando me di cuenta de que el guardia principal estaba de pie junto a Geoffrey. Se le había ido todo el color de la cara y su cuerpo temblaba como una hoja.

Geoffrey nos hizo un gesto para que nos sentáramos. Luego se volvió hacia el guardia principal y anunció su ejecución.

El guardia principal estaba tan asustado que se arrodilló en el suelo y suplicó clemencia. «No pretendía ofender a los distinguidos invitados. No tenía ni idea de quiénes eran. Por favor, perdónenme».

Geoffrey golpeó con fuerza la mesa con el puño y espetó: «¿Cómo te atreves a intentar defenderte? Tienes suerte de que el príncipe Rufus no esté aquí, ¡o ya te habrían despedazado en el acto!».

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