El amor predestinado del príncipe licántropo maldito
Capítulo 134

Capítulo 134:

POV de Sylvia

Aunque me molestó un poco que Rufus dudara de mi determinación de estar con él, mi enfado se disipó en cuanto vi la cara de abatimiento que tenía. Dudaba de mi amor por él, así que tenía que demostrarle que significaba todo para mí.

Ahora que había confirmado mi amor, no quería dejarle marchar.

Me levanté, me quité la camiseta y me quedé en topless delante de él. Sus ojos se abrieron de golpe. Me incliné y le acaricié las mejillas. «Te quiero, Rufus».

Rufus se quedó estupefacto. Vi cómo se sonrojaba por primera vez: parecía adorable. «Rufus, nunca dudes de mi amor por ti», le dije besándole la punta de la nariz.

Rufus se levantó de un salto y su cabeza chocó contra mi barbilla. Di un paso atrás y le miré.

«¿Qué haces, Sylvia?», preguntó, frunciendo el ceño, confundido.

«¿No ves lo que estoy haciendo?». Me ruboricé. Era demasiado tímida para admitir que quería hacerle el amor. Al fin y al cabo, era una mujer.

Rufus desvió la mirada y miró nerviosamente a su alrededor. Su mandíbula se tensó mientras fruncía los labios. Parecía que él tampoco sabía qué hacer.

Me armé de valor y di un paso adelante.

Pero él me levantó la ropa y me cubrió la parte superior del cuerpo. «Ponte la ropa, Sylvia. Hace frío».

«No tengo frío». Tiré mi ropa a un lado y le inmovilicé en el sofá. «Mírame, Rufus».

Cerró los ojos sin decir una palabra. Pude ver el haz de luz de su cara incluso con los ojos cerrados.

Estaba tan cabreado que le abrí la camisa, me incliné hacia delante y le besé la nuez de Adán. Sentí cómo su cuerpo temblaba bajo mi peso. Sonreí triunfante al ver cómo se desmoronaba su autocontrol. Sabía que no podría resistirse demasiado tiempo.

Seguí besándole, mordiendo su delicada clavícula.

Finalmente, me cansé de los besitos, así que me senté sobre su abdomen. Un gemido involuntario escapó de mis labios mientras me maravillaba con cada corte y pliegue de sus músculos. Paseé los dedos por sus cincelados abdominales, salpicando pequeños besos para romper sus defensas.

«¿Te da miedo mirarme, Rufus?». Apreté los pechos contra el suyo y le besé la comisura de los labios.

Los ojos de Rufus se abrieron de golpe. El corazón me dio un sprint en el pecho al ver el deseo que ardía en ellos. Antes de que pudiera reaccionar, se dio la vuelta y me inmovilizó bajo él.

«Espero que no te arrepientas». Su voz estaba cargada de lujuria. Parecía que su moderación había alcanzado su punto álgido. Estaba tan excitado como yo.

Apreté mis labios contra los suyos y casi le mordí. «Ahora somos compañeros. ¿Por qué sigues dudando? ¿O es que eres impotente?»

«¡Pagarás por esto!»

Con eso, Rufus selló mi boca en un beso caliente y abrasador, apoderándose de mi aliento mientras sus manos exploraban mi cuerpo.

Cada uno de sus besos era animal, casi como si hubiera estado controlándose durante demasiado tiempo. Me asusté y quise retroceder. Sin embargo, Rufus no me dio ninguna oportunidad. Me atrapó bajo su cuerpo, separó mis piernas y las rodeó con su cintura.

Mi cuerpo se calentó cuando nuestros cuerpos desnudos se rozaron. Sólo llevábamos puesta la ropa interior. Una oleada de placer recorrió mi cuerpo cuando me acarició el pecho y frotó su entrepierna contra mi coño. Su cuerpo abrasador parecía derretirme.

Me lamió lentamente la oreja, haciéndome estremecer. Me mojé al instante. Su lengua se deslizó hacia abajo, recorriendo mi cuello y mi pecho, dejando un rastro húmedo a su paso. Mi cabeza empezó a dar vueltas mientras alcanzaba nuevos picos de placer.

Gemí y le apreté el pelo mientras me estremecía por dentro. Lo deseaba con todas mis fuerzas.

Rufus ahogó mis fuertes gemidos mientras estrellaba sus labios contra los míos.

Con una mano me agarró las bragas y las deslizó hacia abajo antes de seguir hacia arriba y explorar cada pliegue de placer de mi sexo.

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