El amor del billonario -
Capítulo 41
Capítulo 41:
Alissa Lo vi volteando panqueques desde la sala. Parecía un dios griego. Pero me dieron muchas ganas de ir hacia él y darle un fuerte puñetazo en la cara. Miré a mi alrededor y vi que esta casa era diferente a aquella en la que estaba antes. Trajo tortitas ordenadas en dos platos. Puso el plato delante de mí y el otro enfrente. Se sentó allí y yo cogí rápidamente el cuchillo y el tenedor y empecé a comer. Me moría de hambre. Me miró como si quisiera decirme algo. Pude ver a través de sus ojos. Me fijé en su cara y tenía un aspecto apagado. Tenía manchas negras bajo los ojos y parecía muy cansado. Sus ojos, que solían ser tan brillantes, perdieron su brillo.
«¿Es este tu segundo hogar?» pregunté rompiendo por fin el incómodo silencio.
«Sí. Vengo aquí a veces» dijo mirando su plato mientras yo asentía.
Me fijé en el interior y era mucho mejor que la otra casa. Tenía muchos muebles y colores más sencillos. La otra tiene colores más góticos.
«¿Cómo has estado?» Pregunté aunque sabía cual iba a ser la respuesta.
«No Alissa. Como puedes esperar que este bien cuando me voy a casar con una chica que ni siquiera amo. Y te he echado mucho de menos» dijo y pude ver que lo que decía era cierto.
¡¡¡Pero si es por ti por quien he llorado!!!
Le di el último mordisco a mi tortita y me la tragué rápidamente. Intentaba contener las lágrimas que amenazaban con salir. No quería parecer una perdedora delante de él. No quería demostrarle que ansiaba que un chico me quisiera. Sería vergonzoso.
«¿Qué crees Eric que esta disculpa lo mejorará? Me hiciste sentir como una estúpida esa noche» le dije intentando por todos los medios no gritarle. Pero ese impulso de gritar estaba ganando poco a poco a mis sentimientos fríos.
«No digas eso. Estoy intentando mejorar las cosas. No quiero dejarte pero… » Se interrumpió al final.
«¿Pero?» le pregunté.
«No lo entenderás», dijo.
«Quizá lo entienda», le insistí.
«Mi padre me quitará la empresa» dijo y eso me dio ganas de tirarle la cabeza contra la pared.
Significaba claramente que yo no era su prioridad. Quién sabe si ni siquiera estoy entre las cinco primeras. Donde le pongo por encima de todo y aquí está diciendo que su empresa le será arrebatada. Me levanté antes de romper a llorar.
«Gracias por el desayuno» mi voz sonaba tan baja. Como si hubiera dicho algo por primera vez. Sonaba áspera.
Se abalanzó sobre mí y me dijo: «Por favor, quédate. No quiero volver a quedarme sola».
Me di la vuelta y le dije «Tú eres quien me ha dejado» ahora se me veían las lágrimas en los ojos.
«¿Cómo puedo compensarte?» me preguntó.
«Dejándome sola» le contesté. Intentaba con todas mis fuerzas no lanzarme a sus brazos. Su cara era tan irresistible.
«Alissa. Por favor, no te vayas. No quiero volver a sentirme desgraciada. Nunca me había sentido amada y verdaderamente feliz hasta que te conocí. Me has cambiado Alissa. Quiero estar contigo. Por favor» me suplicó.
Ahora estaba llorando. No quería seguir reteniendo esas lágrimas en mis ojos. No quería resistirme más a mis sentimientos. Quería pasar toda mi vida con él, pero sé que sólo será un sueño. Así que, ¿por qué no disfrutar de los momentos que estoy pasando con él? Fui hacia él y le abracé fuerte. Echó la cabeza hacia atrás y chocó sus labios con los míos.
«Salta», me dijo, y yo hice lo que me dijo.
Me sujetó por los muslos. Siguió besándome y me llevó a su dormitorio. Me tumbó en la cama y empezó a besarme la mejilla, la mandíbula y, poco a poco, el cuello, haciéndome gemir. Iba a llegar más lejos, pero le detuve. Lo entendió y no dijo nada más. Se tumbó a mi lado y tiró de la manta sobre nuestro cuerpo.
«Te quiero», me dijo besándome la frente.
«Yo también te quiero», le contesté.
Y pronto nos quedamos dormidos.
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