Capítulo 715:

Shirley se limitó a asentir. El amor era algo tan misterioso. Tenía el poder de dividir a la gente y, a veces, unía incluso a los enemigos. Shirley no sabía qué le había enseñado el amor a Eric. ¿Era más sabio ahora? Probablemente sí entendía lo que sus mayores le habían estado diciendo todo este tiempo. Tal vez, sólo tenía que encontrar las respuestas por sí mismo. Y ahora, parecía que por fin había conseguido encontrarlas.

«¿Dónde está Richie?» preguntó Eric.

«Supongo que volverá pronto», dijo Shirley en tono inseguro. Había pasado un mes desde que abandonó Ciudad A. Durante este periodo, se habían producido tremendos cambios en el Parlamento del Estado. La facción conservadora y la facción reformista luchaban aún más encarnizadamente que hacía cinco años. Aunque Shirley no se lo había preguntado a Richie, sabía que los drásticos cambios eran obra suya.

Eric no dijo nada.

Durante sus viajes internacionales, había estado muy atento a todo lo que ocurría en el ámbito nacional. La sesión del Parlamento del Estado había concluido hacía diez días. Para sorpresa de todos los expertos políticos del mundo, el partido más prometedor había perdido.

Lo que más merecía ser mencionado era el hundimiento de Jonny Zeng, el ex vicepresidente militar. Fue llevado ante el tribunal militar por un caso relacionado con secretos militares ocurrido hacía muchos años. Como consecuencia, su hijo, comandante del ejército, también tuvo que aceptar una investigación. En el caso de Jonny Zeng también estaba implicada Jenifer, que ahora trabajaba como teniente de alcalde de una ciudad. Estaba claro que la Familia Zeng ya no tenía ninguna influencia en la región militar. El único miembro de la Familia Zeng que no había estado implicado era Howard, que estaba en una tropa especial del ejército.

Este tremendo cambio tuvo un enorme impacto en todo el Parlamento del Estado. El hundimiento de un partido había cogido a todo el mundo por sorpresa. Sin el control y el equilibrio entre los partidos, se producirían efectos negativos en la política del país.

Además, debido al colapso de Jonny Zeng, había surgido de las aguas otro misterio enterrado hacía muchos años, que había enfurecido a los altos dirigentes. En consecuencia, había que rectificar a fondo la disciplina militar. Tras la negociación entre las embajadas de los dos países, los restos óseos de los valientes soldados habían regresado por fin a su patria después de haber estado fuera durante tantos años. El caso de Steven había concluido por fin. Pero como todo el incidente había salido a la luz, el Parlamento del Estado no podía contradecirse más allá de cierto punto. Así pues, Steven también fue citado al mérito de primera clase, junto con sus camaradas muertos, a título póstumo. A primera vista, era uno de esos muertos.

Steven miró al abatido Daniel a través del cristal. Sus manos temblaban ligeramente. «Daniel», pronunció el nombre de su hijo. «Papá», Daniel estaba tan delgado que las cuencas de sus ojos estaban hundidas. «¿Por qué estás aquí?»

«He venido a verte…». Steven parecía benigno, una cualidad en él que su hijo no había visto en muchos años. Estiró las manos para acariciar el cristal, como si intentara tocar el rostro de Daniel. «¿Cómo te encuentras? ¿Estás bien?

Apartando la mirada de su padre, Daniel asintió. Le había costado mucho sobrevivir en el centro de rehabilitación. Llevaba varios meses sobrio y Eric le había prestado mucha atención durante todo el proceso. Tardó un par de meses en darse cuenta de que los guardias no lo torturarían mientras se esforzara por contener su adicción a las dr%gas. Al principio, había pensado que las palizas eran mejores que el sufrimiento causado por la medicación y el tratamiento. Pero pronto se dio cuenta de que, aunque se rebelara y le dieran una paliza, tendría que someterse a la rehabilitación, pasara lo que pasara. Así pues, había decidido hacer todo lo posible por controlar sus impulsos y cooperar, porque así al menos no lo torturarían.

«Ahora soy capaz de aguantar hasta un par de días. Creo que estoy mejorando».

Daniel sonrió amargamente. «Pero sigo sin tener apetito».

Steven asintió tranquilizadoramente a Daniel. Steven había utilizado a todo el mundo en su vida por el bien de sus camaradas. Ahora, en retrospectiva, sentía que les debía demasiado como para devolvérselo en esta vida. Había acabado con su última apuesta. Pero no sabía si había ganado o perdido.

«Bien, bien…» Dijo Steven, con lágrimas en los ojos. «Molly también está bien. Pero tu cuñado ha tenido un accidente, así que ahora no puede separarse de él. Vendrá a verte más tarde».

«¿Qué? ¿Cómo ha ocurrido?» preguntó Daniel conmocionado. «No puedo creer que un hombre de su calibre no pudiera escapar de un accidente».

Steven no dijo nada. Se limitó a suspirar. Habló con Daniel unos minutos más y se marchó.

Cuando Steven salió por la puerta, parecía haber envejecido mucho en un instante. Daniel frunció el ceño al ver a su padre salir del edificio. Se sentía incómodo, pero no podía decir por qué se sentía así.

Steven subió a un coche. Se volvió y miró al centro de rehabilitación varias veces, como si no estuviera dispuesto a separarse de Daniel. No apartó la mirada hasta que el centro de rehabilitación desapareció de su vista.

Había querido visitar a Molly en secreto antes de marcharse, pero no podía acercarse a la sala VIP del hospital privado del Grupo Imperio del Dragón. No podía hacer gran cosa al respecto, así que desistió.

Más tarde, cuando todo se calmó y Molly volvió a su antigua casa, encontró una carta dejada allí por Steven, que ahora se proclamaba desaparecido. No lo encontraron hasta más tarde, cuando alguien encontró su cadáver en la selva, detrás de la montaña donde había estado su campamento militar, el lugar donde había estado junto a sus compañeros de armas. Fue identificado como un suicidio.

La primera nevada en Ciudad A llegó como se esperaba. Molly estaba de pie frente a la ventana, mirando al cielo nevado. Los copos de nieve bailaban y caían como pequeños espíritus que habían perdido el alma. Ver aquello la hizo sentirse más deprimida. Se apartó de la ventana y miró al hombre que amaba con todo su corazón. Yacía inmóvil en su cama, sin ninguna preocupación en el mundo.

Bri, te lo ruego. Te lo ruego, por favor, despierta. Haré todo lo que me digas si te despiertas’, pensó.

Las lágrimas estaban a punto de brotar de sus ojos enrojecidos, y cerró la boca con las manos para evitar que su voz saliera. Apretó los labios y levantó ligeramente la mirada para evitar que sus lágrimas se derramaran.

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