Capítulo 274:

Molly miró tímidamente el teléfono que tenía en las manos. Era el tercer teléfono que Brian le había regalado, pero en él no había nada importante. Lo único valioso para ella era la foto del muñeco de nieve, que habían hecho juntos cuando Brian intentaba animarla, aunque sólo lo hizo porque no quería que su día se viera arruinado por el mal humor de ella.

Molly sonrió débilmente, pero la tristeza de sus ojos no desapareció. Brian nunca fue su hombre, ni siquiera durante un segundo. Se había metido en su vida y la había convertido en su juguete. Al final, había vuelto a ser un extraño. Una amante era lo último que quería ser, sobre todo porque la verdadera novia de Brian era Becky.

Pero ¿Por qué se sintió tan triste cuando supo que Becky había vuelto y que Brian se quedaba con ella?

Molly pensó: «Te enamoraste de Brian sólo porque te hacía sentir segura. No te sientes atraída por él en absoluto. Sólo querías que te protegiera. Sólo te sientes así por él porque eres muy insegura emocionalmente. No es amor verdadero en absoluto».

Apretando los dientes, Molly apretó el teléfono entre las manos.

A Eric cada vez le molestaban más sus expresiones tristes. Se apartó de ella y miró al frente, mientras una sonrisa de satisfacción volvía a dibujarse en su rostro. Muy despacio, dijo: «Ah, casi lo olvido. Hay algo más que tengo que decirte. La suite donde habías quedado con Brian en el Hotel Sophia la última vez, estaba reservada para Becky».

Si lo que había dicho antes hizo que Molly se sintiera amargada, esto iba más allá de toda esa emoción. Estaba realmente conmocionada. La golpeó como un rayo inesperado.

Molly miró a Eric, y estaba tan estupefacta que se olvidó de ocultar sus sentimientos. Tenía los ojos muy abiertos y la cara mortalmente pálida mientras lo miraba sin saber qué decir. En aquel momento, lo único que tenía en mente era que Brian pudiera haber pensado en ella como Becky la noche en que había entrado en su habitación y se había acostado con él.

No sabía por qué tenía que verlo así, pero de algún modo, en aquel momento, estaba segura de que eso era lo que había ocurrido. Había una voz en su interior que le decía que ésa era la respuesta correcta.

Ahora estaba completamente sin aliento y no podía hacer nada al respecto. Nerviosa y presa del pánico, movió frenéticamente la mirada de un lado a otro, de lejos a cerca, pero no podía concentrarse en nada de lo que la rodeaba. Respirar se había convertido en la cosa más incómoda del mundo, y sentía que iba a explotar en unos segundos.

Eric detuvo bruscamente el coche y éste chirrió.

El tráfico se había aligerado y el chirrido se oyó con fuerza. El ruido rechinante de los neumáticos sonó en la calle nocturna.

Miró fijamente a Molly. Se arrepintió de haber dicho aquellas palabras sólo para molestarla. La llamó, preocupado: «¿Pequeña Molly? »

Pero ella no le oía. Seguía sacudiendo la cabeza, intentando deshacerse de aquella «respuesta correcta». Se odiaba a sí misma por pensar así. En el fondo sabía que no debería haberse acostado con Brian aquella noche, pero ¿Desde cuándo había empezado a aceptar todo lo que había pasado? Incluso se obsesionó tanto con Brian que simplemente se negó a aceptar lo que Eric acababa de decirle, sobre todo aquella repulsiva posibilidad de que ella sólo hubiera sido un sustituto de Becky.

Le entró el pánico. Se puso la cabeza entre las manos y la sacudió frenéticamente.

Pero cuanto más ferozmente intentaba sacudírsela, más clara se le volvía la mente.

«Pequeña Molly…» Eric se volvió con una mirada profundamente seria y agarró las muñecas de Molly, intentando detenerla. Pero no funcionaba, y Molly seguía sacudiendo la cabeza. «¡Pequeña Molly, para!», gritó Eric.

Molly jadeaba y temblaba, asustada por algo que ni siquiera tenía delante. Era como si la hubieran atrapado en una habitación, sin puertas ni ventanas. Estaba muy oscuro y sentía que se acercaba su muerte. ¿No había nadie que pudiera salvarla?

Eric le soltó las muñecas y esta vez le sujetó la cabeza, que temblaba. Mantuvo firmemente su cabeza entre las dos manos, con los ojos fijos en los de ella. Con voz grave, le preguntó lentamente: «Pequeña Molly, te has enamorado de mi hermano, ¿Verdad? »

Aunque era una pregunta, Eric estaba seguro de que ya sabía la respuesta. Era diferente de las preguntas tentativas que le había hecho antes, porque ahora no cabía la menor duda de que Molly se había enamorado de Brian.

Sin embargo, pensar que Molly se había enamorado de Brian le hacía arder por dentro.

Ya estaba a punto de explotar.

Molly dejó de temblar entre las manos de Eric, pero seguía sin poder enfocar los ojos. Miró fijamente a Eric, pero su mente estaba sobrecargada. ¡Qué ridículo era que se hubiera enamorado de aquel hombre! Ese diablo pervertido y esquizofrénico. Sólo era amable con ella cuando le apetecía. No podía creer que se enamorara de él sólo porque carecía de una sensación de seguridad en su vida. Había olvidado por completo lo cruel que era.

Sus ojos se habían hinchado y estaban enrojecidos, y en ellos volvían a formarse lágrimas mientras miraba a Eric sin comprender. Se preguntaba qué le había pasado. Sabía que Brian sólo estaba jugando con ella, pero de algún modo había caído rendida a sus encantos y había viajado muy lejos de su realidad. ¿Qué podía hacer ahora? ¿Qué debía hacer?

Rodeada por el silencio del coche, dejó que las lágrimas corrieran libremente por sus mejillas. Quería llorar en voz alta, pero era demasiado orgullosa para hacerlo delante de Eric. Acababa de soportar que la humillaran en público en el casino sin defenderse. Si se perdía ahora, sería aún más vergonzoso.

Quería gritar; necesitaba desahogarse. Pero ahora no podía hacer nada.

Grandes lágrimas corrieron por su cara y cayeron sobre las manos de Eric. Sus lágrimas le quemaban, era insoportable.

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