El amor comenzó con el primer encuentro -
Capítulo 240
Capítulo 240:
El ataque fue tan inesperado que Molly cayó al suelo desprevenida. El dolor recorrió rápidamente sus caderas. Era tan agudo que su rostro se distorsionó de angustia. Intentó levantarse, pero no le quedaban fuerzas.
En los ojos de Brian brilló un destello doloroso. Sintió lástima por haberla empujado. Pero esa compasión sólo duró lo efímero que le permitió su corazón de piedra. En un instante, Brian adoptó un rostro frío mientras la miraba a ella, que se sentaba lastimeramente en el suelo nevado. Su voz era más fría que el hielo sobre el que estaba sentada. «¿Desde cuándo te he dado permiso para tomar decisiones por mí, Molly?».
Molly no captó ni la mitad de lo que decía, pues su atención estaba acaparada sobre todo por el dolor que sentía. Sentía como si se hubiera roto los huesos de la cadera. El dolor se había extendido a la columna vertebral y sudaba profundamente.
Brian lamentó su grosero comportamiento, pero se contuvo e ignoró el sentimiento de remordimiento. Miró a Molly y le dijo: «Es demasiado tarde. Volvamos».
Lanzó una mirada a Molly antes de volverse hacia la dirección por la que habían venido y se marchó sin vacilar.
Molly intentó de nuevo levantarse. Pero el dolor le impedía cualquier movimiento, pues le dolían las caderas cada vez que se movía. Apretó los dientes para reunir fuerzas y apoyó ambas manos en el suelo nevado para sostenerse. Con todo el esfuerzo que pudo reunir, intentó levantarse una vez más. Pero volvió a caer.
Molly cerró los ojos y se mordió los labios con tanta fuerza que palidecieron. Durante su desesperación e impotencia, sintió como si la elevaran por los aires. Brian había vuelto a por ella y ahora la llevaba en brazos. Molly sintió el olor de Brian, que ahora le resultaba familiar. Levantó involuntariamente los ojos para mirarle. Seguía pareciendo frío, sin ninguna expresión en el rostro. Sus ojos miraban al frente, reacios a lanzar siquiera una rápida mirada a la mujer que tenía en brazos. Permaneció en silencio todo el camino, con los labios fuertemente cerrados. ¡Qué hombre tan frío! pensó Molly.
La agonía la golpeó de repente al pensar en la frialdad de Brian hacia ella. Ya no estaba de humor para ocuparse de su herida. Atrapada entre el agudo dolor de sus caderas y la indiferencia de Brian hacia ella, se sumió en una desesperación y una miseria desesperadas. En busca de algo de calor, aferró con fuerza la ropa de Brian con sus manos heladas y enterró completamente la cara en su pecho.
No debería haberme preocupado por ti, Brian. Es un error que sienta pena y dolor por ti cada vez que tu mente no está en paz. Realmente me merezco este viaje y este dolor. Fui una estúpida al esforzarme por consolarte, sólo para cosechar dolor a cambio. Eres un hombre arrogante y de corazón de piedra, que no merece la preocupación de nadie, ‘
Molly refunfuñó en silencio mientras se estrechaba entre sus brazos. Pero cuanto más refunfuñaba, más triste se sentía. No se atrevía a admitir lo que sentía por Brian. Se negaba e incluso tenía miedo de admitir su amor por Brian. ¿Qué podría hacer aunque lo admitiera? No tenía ninguna posibilidad de ganarse el corazón de Brian, hiciera lo que hiciera. Era plenamente consciente de ello. Por eso se convenció a sí misma de que debía mantener la calma e intentar forjarse un corazón de piedra como el de Brian. Así podría ser inmune a cualquier respuesta que él le diera, ya fuera un rostro frío o una sonrisa encantadora. Pero por mucho que lo intentara, estaba más allá de sus capacidades evitar ser herida por su crueldad.
Aquel pensamiento provocó una sonrisa amarga en el rostro de Molly y lágrimas en sus ojos. No pudo evitar burlarse de sí misma por su estupidez. Para ocultar sus ojos empañados a Brian, se acurrucó más en su pecho y cerró los ojos. Sabía muy bien que Brian nunca se enamoraría de ella. Pero aquel sentimiento, su deseo por Brian, era incontrolable. Acechaba en su corazón como un gato travieso, lamiéndole el corazón de vez en cuando para evaluarla y amenazando con escaparse siempre que fuera posible. Pero Molly tenía que refrenarlo, por mucho que le doliera hacerlo. Era la única que podía consolarse.
Brian caminó hacia la salida del parque. La nieve crujía cuando él la pisaba. Aunque Molly no era pesada, sus pasos seguían siendo un poco inseguros después de caminar una larga distancia. Miró a Molly en su pecho, que seguía acurrucándose cada vez más cerca de él. Arrugó las cejas y en sus ojos brilló un destello de fastidio.
Brian metió a Molly suavemente en el coche. La cara de Molly se retorció cuando sus caderas tocaron el asiento. Volvió a sentir el dolor. Era evidente que Brian se había dado cuenta. Sin embargo, en lugar de despertar compasión en el corazón de Brian, el rostro dolorido de Molly sólo intensificó su enfado. Se sintió avergonzado, pues no tenía ni idea de qué hacer. Para evitar ese bochorno, volvió la cabeza como si no hubiera visto nada y cerró la puerta. Rodeó el coche hasta el otro lado, se metió en él y ocupó el asiento del conductor. Arrancó el coche y condujo en dirección a la villa.
El coche circulaba a baja velocidad. Debido al dolor, Molly no se atrevía a mover un solo dedo, pues le dolía cada vez que se movía. Estaba fija en el asiento como una marioneta. Lo único que podía hacer era mirar por la ventanilla con gesto adusto. Parecía enfadada mientras ponía morritos. Esa expresión aumentaba su encanto de niña.
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