Destinos entrelazados – Mi bebé es hijo del CEO -
Capítulo 123
Capítulo 123:
¿O tal vez lo haría?
“¿Qué tiene de diferente tu secretaria que te hizo querer seguir trabajando con ella?”
“Es eficiente”, respondió él, notando que Eva ya estaba imaginando cosas en su cabeza. “Su currículum es excelente como para despedirla de nuestra empresa.”
“Si lo dices…” despreció ella.
“No intentes persuadirla de nuevo, ¿me estás escuchando, Eva? No quiero que ustedes dos tengan ningún tipo de contacto.”
“Eres tan desconfiado.”
“La desconfianza no viene de mí, sino de ti. Vives queriendo seguir mis pasos, como si yo fuera la persona equivocada en la relación.”
“Solo me estoy asegurando de que el hombre con el que me voy a casar actúe correctamente.”
“Si tienes tanta desconfianza, ¿por qué no terminas con todo esto?” preguntó él, con la esperanza de que ella aceptara esa opción.
“¿Crees que después de perder casi cuatro años de mi vida contigo, terminaría nuestra relación sin ningún motivo?”
“Sabes que hay motivos”, le recordó él.
“Ethan, si es por no tener hijos, ya me he conformado con eso.” Se levantó de la silla, fue hacia él y se sentó en su regazo. “En estos días que pasé sin verte, lo pensé bien y sé que te amo lo suficiente como para querer pasar toda la vida a tu lado. Lo nuestro ya es suficiente, por eso acepto tus términos y quiero fijar la fecha de nuestro compromiso, sin pensar en las consecuencias que vendrán después. Así que, ¿ya no habría más excusas para posponer el compromiso?”
Respiró hondo, tratando de mirarla. Sabía que ese día llegaría tarde o temprano. Ya no podía posponerlo más ni dar excusas. Fue él quien inició el noviazgo y tomó la iniciativa de estar con ella. Debía cumplir su palabra. Después de todo, ¿qué estaba esperando?
El matrimonio sería una gran conveniencia para los negocios y Eva era una mujer muy hermosa que lo amaba; sabía que ella jamás lo decepcionaría.
Pero había un sentimiento extraño en su pecho, algo faltaba, y sabía que eso no lo encontraría con ella.
De repente, se acordó de Sofía y de los días que pasaron en Tokio. Eso fue bueno y, fuera de la rutina, lo dejó relajado. Sabía que podía hacer algo similar con Eva. Podían viajar a un país lejano y pasar unos días lejos del trabajo.
Pero, ¿por qué sentía que no sería lo mismo?
Parecía que con Eva las cosas no funcionarían.
Volviendo en sí, miró a su novia, que estaba sentada en su regazo, observándolo, como si esperara una iniciativa suya. Eva era hermosa y había demostrado muchas veces estar dispuesta a todo para estar con él. Aceptó sus condiciones y respetó sus elecciones. A cambio, él prometió que se casaría con ella y la trataría bien.
No había forma de darle vuelta más, y tampoco le prometió amor, pues sabía que ese sentimiento ya no debía formar parte de su vida. Entonces, ¿qué estaba esperando?
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