Destinos entrelazados – Mi bebé es hijo del CEO -
Capítulo 119
Capítulo 119:
Sentado en su enorme silla de oficina minimalista, trataba de entender cómo había llegado a ese punto. Su vida era tan buena y sin preocupaciones, pero en cuestión de meses, todo se puso de cabeza. Mirando la pantalla de su computadora, veía por las cámaras de seguridad a su secretaria, que parecía estar arreglando sus cosas para irse a casa.
La de ella parecía tan tranquila. Parecía que Sofía no tenía ningún problema en la vida. ¿Por qué su vida no podía ser así también?
Aunque no lo demostrara, se sentía bien cerca de ella, pues Sofía le hacía recordar el tiempo en que no necesitaba preocuparse por nada. Pensaba que aún era ingenuo, al punto de confiar en las personas. ¿Qué era lo que despertaba esos sentimientos? Si había comprobado en carne propia que las personas no valían la pena.
Había dado todo de sí hace algunos años y todo lo que recibió a cambio fue el desprecio y las duras palabras de la mujer que más amaba en el mundo.
“No eres lo suficientemente fuerte para sostenernos, y tener un hijo tuyo sería un castigo. Ese niño solo sufriría en el mundo. Hice esto pensando en su futuro y en el mío.”
Recordar las escenas que presenció lo hizo perder la fe en el mundo y en su capacidad de proteger a alguien indefenso, siendo víctima de la codicia.
Intentó calmarse, enfocándose nuevamente en la pantalla de la computadora, donde observaba a Sofía.
Tomando su celular, Sofía miró las fotos que habían tomado en Japón y se las envió. Desde la pantalla de la computadora, observaba, esperando ver cuál sería la reacción de Ethan.
Sofía estaba manejando su computadora cuando escuchó el tono de notificación de su celular. Al ver el nombre de Ethan, temió lo que podría querer a esa hora, aunque pensaba que ya debía irse a dormir. Al abrir el mensaje, se sorprendió al ver las fotos que él había tomado en Japón. Una pequeña sonrisa brotó en sus labios, pues las fotos habían quedado muy bien, a pesar de que él las había tomado cuando estaba borracho. Deslizó hacia un lado, viendo cada una, y se detuvo en la selfie que tomaron juntos.
“¿Borrar la foto, no?”, se cuestionó.
Aprovechó que estaba sola, con el celular en la mano, mientras hacía zoom en el rostro de Ethan, apreciando cada parte perfecta de su hermoso rostro, admitiendo mentalmente que estaba completamente enamorada de él.
“Entonces, ¿ese es mi destino, amar y nunca ser amada?”, musitó.
No importaba dónde estuviera o para quién trabajara, parecía que siempre sería así.
Tomando su bolso para salir de allí, se asustó cuando escuchó la puerta de la oficina de él abrirse.
“¿Ya te vas a casa?”, preguntó él.
“Sí”, respondió asustada, bloqueando rápidamente el celular, con miedo de que viera lo que estaba haciendo.
“¿O qué vas a hacer para cenar?”
“¿Qué?”, le cuestionó, sin entender.
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