Capítulo 117:

“¿De verdad vas a poder resistir la química que existe entre nosotros?”, se acercó más, amenazando con besarla.

Pero la puerta del ascensor se abrió y entraron dos empleadas. Ethan se alejó rápidamente y Sofía volvió a bajar la cabeza. Al darse cuenta de que quienes estaban en el ascensor eran el futuro CEO de la empresa, ambas lo saludaron y luego se miraron como si estuvieran diciendo algo en código secreto.

Cuando llegó al piso donde trabajaba, Sofía salió rápidamente, dejando a Ethan atrás.

“No necesitas traerme café”, dijo él, entrando a su oficina.

Agradeciendo mentalmente no tener que ver al hombre el resto del día, se concentró en el trabajo.

“Buenos días, Sofía”, la saludó Eva, robando su atención.

“Buenos días, señorita Pava”, se levantó, saludando a la mujer, que le devolvió la mirada de manera cortante.

Sintiéndose analizada por Eva, arregló el pañuelo en el cuello, temiendo que las marcas de su cuello quedaran al descubierto.

“¿Ya llegó Ethan?”

“Sí, ya llegó.”

“Bien, voy a hablar con él un momento, ¿puedes hacerme un favor?”, preguntó Eva.

“¿Qué desea, señorita?”

“Mientras esté adentro con él, no pases ninguna llamada ni dejes que nadie nos interrumpa, ¿de acuerdo?”

“Claro”, respondió Sofía.

Eva se acercó a la puerta de la oficina de Ethan para entrar, pero Sofía la llamó.

“Señorita, sobre el viaje a Japón…”

“No necesitas explicarte”, dijo Eva, interrumpiéndola. “Sé que Ethan puede ser intimidante a veces, y que demostró que estábamos hablando, incluso te amenazó con despedirte. Lo entiendo, es normal tenerle miedo a él, no te preocupes por eso. Yo no te pediré que hagas ese tipo de cosas.”

“Muchas gracias por entenderme”, dijo Sofía.

“Espero que podamos seguir siendo amigas, independientemente de lo que pasó. Pronto Ethan y yo nos comprometeremos, y voy a venir aquí con más frecuencia. Me encantaría tener a alguien con quien hablar mientras esté por aquí.”

“Claro”, sonrió Sofía.

“Voy a entrar ahora…” dijo él. “Y, por cierto, Sofía, ese pañuelo te queda perfecto.” Comentó sobre la prenda en su cuello.

“G… gracias”, respondió ella, con cierto nerviosismo.

Eva parecía muy comprensiva, y eso alivió la culpa que Sofía estaba sintiendo al entrar a la oficina de su novio. Ya escuchaba su voz, que sonaba algo molesta.

“El hecho de que durmamos juntos no te da derecho a entrar sin tocar”, dijo él, sin mirar a la persona que entraba.

“¿No tengo que tocar la puerta de la oficina de mi futuro prometido?”, preguntó Eva.

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