Destino incierto
Capítulo 9

Capítulo 9:

La chica intentó deshacerse del estúpido vestido, pero lo único que pudo lanzar bien lejos fueron sus zapatos, lo demás estaba tan ajustado que sentía como si se le fundiera a la piel de una forma desagradablemente sudorosa.

Alejandro se sirvió un Wisky seco y se lo tomó de un tirón, no era que necesitara ayuda del licor para lo que vendría a continuación, bueno, eso pensaba, aunque en realidad el carácter que su nueva esposa demostraba tal vez lo requiriera.

‘¡Ya es hora! Veamos a que sabes muchachita, si todo eso que tienes es tan delicioso como se ve’, pensó para sus adentro y subió de tres zancadas la escalera hasta su habitación.

Cuando Alejandro irrumpió en la habitación, la pobre chica luchaba por deshacerse del embutido que traía puesto por vestido de novia, se quedó perpleja cuando su nuevo esposo se la quedó mirando con ojos devoradores escaneándola de arriba a abajo sin pudor, ella sintió náuseas y hubiera querida que la tierra bajo sus pies se abriera y se la tragara.

‘¡NO, no, no!’

Casi podía escuchar los gritos de sus propios pensamientos.

Él avanzo con paso firme, sin titubear directo hacia ella que retrocedía con cada paso de Alejandro hasta quedar acorralada contra la pared.

“No huyas de mi Fabiana soy tu marido y vengo a consumar nuestra unión”.

Ella no era una niña ilusa ni tonta.

Sabía que ese momento llegaría indefectiblemente, pero aun así la aterraba, que un hombre totalmente desconocido la hiciera suya a la fuerza no era su temor, es el temor de toda mujer, pero más si ese hombre era un tipo como Alejandro.

¡Un matón de primera!

Fabiana se sentía asfixiada, invadida, sabia claramente que este momento iba a llegar pero de verdad no estaba preparada, o por lo menos no de esta manera.

Quiso zafarse del que sentía como su atacante, pero no lo logro. Pronto se dio cuenta que forcejear con Alejandro sería peor para ella.

Las cartas estaban echadas.

Alejandro con movimientos diestros, como quien está acostumbrado a hacerlo; se despojó de su ropa de una forma casi mágica y luego, con manos firmes y rápidas volteó a la Chica boca abajo y como si estuviera desvistiendo a una muñeca, bajo su cierre con urgencia y halando con fuerza de su vestido lo lanzó en medio de la habitación muy cerca de donde había caído su propia ropa.

Fabiana sintió como: sin la delicadeza que ella hubiese deseado para este momento crucial de su vida; su cuerpo era explorado y mancillado centímetro a centímetro, sin que ella pudiera impedirlo.

Cerro fuertemente los ojos como queriendo negar los hechos y escapar con su mente de este lugar.

Pero ya a estas alturas Alejandro la había poseído sin contemplación. Solo el dolor la hizo volver a la realidad.

Este tiempo le pareció interminable.

Cuando Alejandro la dejó para ir a la ducha.

Fabiana sintió en todo su ser un vacío inmenso y un frio que le calaba los huesos; simplemente dejo que las lágrimas corrieran sobre su bello rostro bañando sus mejillas; en silencio, sin que Alejandro se diera cuenta de su dolor físico y emocional.

Una vez Alejandro salió del baño, sin mediar palabra ella hizo lo propio, ya en el baño donde se sintió amparada por la privacidad; se lavó la piel una y otra vez tratando de sacarse el asco, la ira, la frustración y todo junto, como si la fragancia costosa de la loción pudiera sacar junto al agua toda la suciedad de lo que acababa de vivir, y dio rienda suelta a su tristeza, desahogó su frustración y su impotencia.

En cuanto se sintió más calmada salió a la alcoba, envuelta en una toalla en busca de la maleta que contenía la ropa que le habían comprado en casa de Odin Reyes.

Para este momento, Alejandro ya dormía profundamente; como un bebé al que su madre ha satisfecho sus necesidades primarias y que en su conciencia no tiene nada que lo incomode, ni nada de lo que tenga que arrepentirse.

En cuanto se sintió más calmada salió a la alcoba, envuelta en una toalla en busca de la maleta que contenía la ropa que le habían comprado en casa de Odín Reyes.

Para este momento, Alejandro ya dormía profundamente; como un bebé al que su madre ha satisfecho sus necesidades primarias y que en su conciencia no tiene nada que lo incomode, ni nada de lo que tenga que arrepentirse.

¡Cómo odiaba ser tan frágil!

A la mañana siguiente cuando se despertó, se encontró sola en la amplia cama, lo cual fue un aliciente para su cuerpo y mente cansados.

Se paró para estirar las piernas.

Estaba adolorida, por lo cual solo dio pequeños pasos sobre la suave alfombra.

Se acostó nuevamente y rebobinó todos los sucesos del día y la noche anteriores.

Se sentía abusada.

No podía creerlo, si no fuera por el detalle del matrimonio, sencillamente creería que había caído en una red de trata de blancas; porque esa era exactamente la sensación que tenía en lo más profundo de su ser.

El de haber sido tratada como una ramera, con mucha experiencia en las artes del amor. ¡Pero qué digo en las artes del amor!

¡En las artes del se%o, porque de amor no había nada!

Fabiana se encontraba sumida en sus análisis y conclusiones cuando sonaron unos golpecitos en la puerta y una voz de mujer al otro lado de la hoja le decía:

“Señora puede bajar a almorzar cuando guste”

Ella, por cortesía, con la que creyó sería la mucama, le respondió:

“Si, gracias, enseguida bajo”

Fabiana se levantó de la cama, sin mucho ánimo, y aunque su juventud le permitía reponerse pronto de cualquier embate, su estado de ánimo estaba por los suelos después de los últimos sucesos.

Pasó al tocador a refrescarse y acomodar un poco su abundante caballo que ató graciosamente sobre su nuca como solía hacerlo en su tiempo de estudiante.

Después, hurgando en su maleta, tomó un sencillo, pero elegante vestido de color blanco que contrastaba a la perfección con su hermoso cabello.

Sus sandalias hacían juego con el vestido. Se miró ante el espejo de cuerpo entero que estaba apostado en una de las esquinas del dormitorio, en otro momento su atuendo le hubiera encantado, pero ese día la imagen que le devolvió el espejo estaba pálida y triste.

Pensó que su apariencia reflejaba a un fantasma.

Al bajar la escalera observó que Alejandro la estaba esperando, sentado en uno de los sillones de la sala de recibo.

Este, al escuchar los pasos de su esposa, alzó la mirada y se acercó a ella para recibirla como si no hubiera hecho de su noche anterior un infierno para ella.

“Hola cariño, ¿Cómo amaneciste?”

“Bien”, respondió la joven secamente.

“Vamos, quiero que conozcas a la gente que trabaja en la casa y que ellos te vean”

Alejandro no podía evitar exhibir su nueva adquisición.

No obtuvo respuesta, así que Alejandro se dirigió a la cocina, seguido de cerca por Fabiana.

Al entrar, ella quedó impresionada de la amplia y aireada cocina, era un lugar bien distribuido, cómodo, con artefactos eléctricos modernos y de excelente calidad, así como el lavaplatos y la encimera, se sentía como un lugar amable y acogedor.

Tenía una amplia puerta que conducía hacia afuera a una extensa área verde.

Extendiendo la mirada pudo observar que había unas tres mesitas de color blanco con sus respectivas sillas.

Finalmente, un parasol cubría el área por completo.

Sería muy agradable desayunar allí, pensó Fabiana.

En ese momento, Alejandro saludaba con cariño y confianza a la señora que estaba empezando a preparar la vajilla para servir el almuerzo.

“Buenos días, Julia, ¡Num, huele sabroso la cocina, estoy hambreado!”

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