Destino incierto
Capítulo 71

Capítulo 71:

Fabiana movió la cabeza en forma negativa, claramente contrariada; pero no quiso añadir una palabra más.

Alejandro abrazándola, añadió:

“No hablemos más del tema, por favor, no quiero verte alterada, mejor vamos a almorzar cariño, necesitas alimentarte; ya no te preocupes; todo saldrá bien”

“No creas que tus promesas me tranquilizan en lo más mínimo, por el contrario, me confirma que los temores que albergo en mi corazón; son ciertos”

Fabiana, con mirada triste y voz quebrada, continúo:

“Quiero llevar una vida tranquila, sin que la amenaza se cierna sobre nuestras cabezas a cada minuto; poder confiar, tener amigos. Una vida normal como cualquier hijo de vecino, de nada nos sirve la opulencia, la sobre abundancia, el lujo, si no somos felices ni disfrutamos el pan en paz”.

“Te entiendo amor, yo también lo he pensado últimamente; te prometo seriamente que trabajaremos en este propósito, porque ahora las cosas son diferentes”, le dijo tratando de calmarla.

“Quería decirte que tenemos que llamar a la clínica para sacar cita con el obstetra, es bueno que te pongas en control cuanto antes”

“Está bien Alejandro, lo haremos mañana temprano”.

En los días siguientes del atentado, Uriel se dedicó a investigar cada uno de los movimientos previos y posteriores a las negociaciones con Ramón Alarcón.

En primer lugar, mando emisarios a hablar con Pedro, para investigar sobre el paradero de Ramón.

“Buenos días, Señor Pedro, como va todo por aquí”.

“Bien muchachos, todo bien, hoy no es el día en que ustedes vienen a cobrar… yo estoy al día… me extraña su visita. ¿En qué puedo servirles?”

“No se preocupe, Señor Pedro, nosotros sabemos que usted está al día. Tampoco venimos a cobrar, esta semana no nos toca esta zona. Solo queremos hablar con el Señor Ramón”.

“¿Con el Señor Ramón?”, dijo extrañado.

“Él se reunió esta semana con sus jefes. ¿Fue que quedó algo pendiente?”

“Pues así parece… ¿Usted sabe dónde está?”

“Ramón, viajó ayer para la capital, tenía vuelo pautado para salir del país, hoy en la mañana, debía atender unos clientes importantes.  Pero él me dijo, que el negocio con los Cruz había sido un éxito y que todo quedó concluido, por lo menos por ahora”, dijo.

“Por eso me sorprende su visita y que estén preguntando por él; porque yo lo conozco que es hombre de palabra”.

“No se preocupe, Señor Pedro, mis jefes se pondrán en contacto con él, de ser necesario; no hay ningún problema”.

Por otro lado, se hicieron presentes ellos mismos, en el hotel Italo, y hablando con el gerente, les fue permitido el acceso al material de seguridad del negocio, para ser revisado dentro de sus mismas instalaciones.

Para esto habilitaron una de las oficinas.

Fue exhaustiva, la revisión de los rollos de las cámaras de vigilancia, en las cintas de los espacios exteriores solo se alcanza a vislumbrar el movimiento de una moto sin placas.

“Mira Alejandro, observa bien, la moto se detiene solo un segundo a recoger Un pasajero, no se les puede ver el rostro porque van vestidos con chaquetas de capucha, y tuvieron buen cuidado de no dejarse captar por la cámara”, comentó.

“Tenemos que examinar centímetro a centímetro los rollos de los espacios interiores, porque de algún lugar, salió el tipo que se subió a la moto”

“Sí, y no solo eso, sino qué propósito perseguía al estar aquí”.

“Les llevó largo rato la inspección cuidadosa y sistemática de los rollos restantes”.

“Mira acá, papá, en la cocina, se ve un hombre de la estatura y complexión física del que se ve montando en la moto”.

“Si Alejandro, se ve siempre de espalda y alejado del enfoque de la cámara, si este hombre no trabaja aquí, tuvo que haber estado en otro momento porque conoce la ubicación exacta de las cámaras”.

“Sigámosle la trayectoria hijo”.

“Por el pasillo aledaño no se observa, seguro buscó el punto ciego para movilizarse”.

“Mira, aquí aparece, toma la escalera que va al sótano”.

“¿Qué hay en el sótano que pueda interesarle?”

“Llamemos al gerente y le mostramos al individuo, a ver si sabe quién es, y si trabaja aquí”.

“¡Llámalo papá, también hay que saber que hay en el sótano”.

“Disculpe la molestia, señor Viloria, queremos saber si el individuo, que aparece aquí en la cocina, es empleado de ustedes”.

Después de observarlo con detenimiento, el Señor Viloria, dudo un momento.

“La verdad es que no se leve el rostro, y en la cocina hay mucho movimiento. Lo que sí me extraña es que no está uniformado. Y es una norma de la empresa que todo el personal que labora dentro de nuestras instalaciones tenga su respectivo uniforme que lo distingue, no solo como empleado del hotel, sino que se sabe a qué área pertenece”

“Bueno, aquí vemos al mismo hombre tomando la escalera de servicio que va al sótano. ¿Qué puede haber en el sótano que le interese?”

“En el sótano está el parqueadero, zona de servicio, lavandería, zona de almacenamiento y otras áreas parecidas”.

“Miremos las cintas del sótano”, propuso el gerente.

Después de unos minutos de revisión, pudieron observar la silueta del mencionado hombre desaparecer en la lavandería y un tiempo después aparecer saliendo vestido de mesonero, moviéndose en medio de un pequeño grupo que salían presurosos a atender sus compromisos de la hora.

“Es evidente que este individuo burló las reglas y la vigilancia del hotel y se camufló en medio de los trabajadores del lugar”, comentó el gerente.

“Muy sagaz y cauteloso, nunca da el rostro a la cámara. Haciendo su trabajo lo más limpio posible”.

“Tiene razón, Señor Uriel, se trata de un profesional”

“Si papá, el tipo es muy ágil, me da la sensación de que es la misma figura que hemos creído ver, en otras oportunidades en que nos hemos sentido vigilados”.

“Bueno, Martín, está claro que, o estamos viendo a nuestro enemigo o a su mano derecha”

“Cierto papá, este trabajo no se le confía a cualquiera”, comentó Alejandro.

“Fácilmente, pudo averiguar en forma clara y concisa, que estábamos haciendo en este lugar. Escogió la hora más agitada del día para poderse mover a sus anchas. De la hora del almuerzo hasta la hora en que nos retiramos tuvo tiempo de sobra para fraguar la emboscada”.

“Así mismo es”, respondió Alejandro.

El gerente del hotel restaurante, con actitud de impotencia, comentó:

“Lastimosamente, no podemos colaborar de una manera más efectiva con ustedes, Señor Cruz; hemos hecho lo que está a nuestro alcance, para que no quede ninguna duda de que nada tenemos que ver con el atentado, del que ustedes fueron víctimas”.

“No se preocupe, señor Viloria, nunca hemos tenido duda de su confiabilidad; por el contrario, le agradecemos su paciencia y su colaboración. Estamos claros que el enemigo es otro, que es extremadamente peligroso y que se ha convertido en nuestra sombra, con un solo objetivo en mente: destruirnos económicamente y luego exterminarnos”.

“Les agradecemos su comprensión, y quiero hacer énfasis de que estamos a su entera disposición. Cualquier cosa que requieran de nosotros estamos a la orden”, dijo Viloria lo más diplomáticamente que podía, pero estaba nervioso de la decisión que fueran a tomar los Cruz con todo lo que había pasado y que ellos pesaran de que alguna manera ellos hubieran estado involucrados.

Ojalá no les ocurriera pensar que había sido en complicidad, porque las consecuencias para el hotel serían funestas conociendo a estos clientes tan especiales.

Y la verdad era que ellos eran inocentes, no habían tenido nada que ver con el atentado o con el hombre que se les había colado en el restaurante.

“Ustedes están entre nuestros mejores clientes, y no queremos que eso cambie por ningún motivo”.

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