Destino incierto
Capítulo 63

Capítulo 63:

Alejandro se quedó mirando a su mamá, entre sorprendido y disgustado:

“¡Ay mamá, tú si eres una cosa seria! Fabiana, como está, está bien… no sé para qué tenemos que complicarnos con su mamá. Quién sabe si esta mujer le meta ideas en la cabeza y luego Fabiana se me revele y se ponga testaruda”.

“No lo creo. Odín dice que es una buena mujer… además me parece egoísta de tu parte. ¿Tú no dices nada, Uriel?”

“Pues sí, me parece excesivo el temor de Alejandro, por la influencia que pueda tener Alba sobre el parecer de su hija. Pero Alejandro es un hombre, dueño de sus actos, y yo ahí no me meto. Él verá lo que hace”.

“Pues es una opinión cómoda, Uriel, tomas una posición de imparcialidad y ya está; no me apoyas..”.

¡No puedo hacer nada más, mujer, comprende!”

“¿No será que Fabiana te pidió que intercedieras por ella, o algo parecido? Porque me parece raro que estés tan interesada por Alba Valdez”.

“¡No!, lo hago porque quiero a Fabiana y quiero que esté lo mejor posible, ¡Ojalá fuera feliz! Te pido que lo pienses hijo, además la verdad saldrá a flote tarde o temprano”.

“¡Bueno, mamá, pues esperemos darle tiempo, para que esa verdad salga a flote por sí misma!”

“¡Eres terco hijo! ¡Ojalá no sea demasiado tarde!”

“¡No insistas, mamá, te pido por favor, no te metas en mis asuntos!”

“De acuerdo Alejandro, no se diga más”.

Fabiana había entrado a su habitación, pero estaba muy lejos de poder descansar, su cabeza era un torbellino de pensamientos.

“De verdad no sé si reír o llorar. Esta sensación de poder traer un hijo al mundo es demasiado bella; pero me llena de terror, el hogar en el cual va a nacer. Esta familia tiene demasiadas historias inconfesables. Como puede mi inocente hijo cargar con ese karma”

Sentía mociones encontradas ante el conocimiento de saber que tendría un bebe.

“Yo sola puedo llevar esta carga… pero mi hijo me hace vulnerable; ¡Así nunca podré alcanzar mi sueño de libertad! Yo estaba avanzando en esa dirección, ganándome la confianza de Alejandro. ¡Pero ahora!, todo vuelve al comienzo, o peor aún… porque ya no es solo mi vida, sino la vida de mi amado hijo”.

Fabiana paro en seco sus pensamientos.

¿Amado hijo?

¿Cómo podía ella pensar esto?

¡No estaba confirmado oficialmente!

Pero… esas pruebas caseras quizás no fallaban…

“¡No sé, me estoy volviendo loca! Pero sí… es mi hijo”

¡Claro que sí, ese embrioncito empezando a tomar forma, era su amado hijo!

¡Nunca osaría hacerle daño! Pasará lo que pasará, lo defendería, hasta con su vida de ser necesario.

“¡Fabiana!”

La voz de Amalia, la sacó de sus pensamientos.

“¡Vamos a desayunar!”

“¡Ya voy!”

Limpiándose las lágrimas y ordenándose el cabello, salió de la habitación para acompañar a Amalia a la cocina.

“No estés preocupada amiga, todo va a salir bien, ¡Ya lo verás!, Valeria llamó hace un rato para preguntarme por ti y por tu estado”.

“Yo le dije, que la prueba te había salido positiva”.

Dio un grito que creo que se oyó por todo el edificio.

“¡Ay Amalia! ¿Para qué le dijiste?”

“¡No importa, Valeria no dirá nadal, además ella tiene derecho a saber. Solo que respetara hasta el momento en que tú decidas decirle a Alejandro”

“SÍ, perdona, yo sé que es una mujer prudente; es mi aprensión lo que me tiene en este estado”

“¡Buenos días, Julia”

Dijeron ambas al unísono.

“¡Buenos días, señoras!, siéntense, ya les sirvo, solo hay que calentarlo un poco”.

“Ay, Julita, perdona que bajamos un tanto tarde, estuvimos ocupadas en algo importante. Cuando llegues a saberlo te va a gustar mucho”.

“¡Pues digame de una vez Señora Amalia!”

“¡No!, por ahora es secreto de estado..”.

“Señora Fabiana, la veo un poquito demacrada, ¿Cómo se siente?”

“Bien, Julita, gracias. Es solo cansancio, últimamente he estado entrenado mucho. Sírveme poco, no tengo mucho apetito”.

“A mi, en cambio, sírveme lo que no le des a ella, ¡Tengo mucha hambre!”

“¡Ay niñas, me hacen reír, parecen dos chiquillas!”

“¡Menos mal que eres paciente y nos comprendes Julia!, de lo contrario hubieras tirado la toalla como dicen por ahí”.

“No, señora Fabiana, para nada ustedes son mi familia, ¿Cómo podría dejarlos?”

“Disculpe que le pregunte, Señora Amalia, ¿Cómo van los preparativos de la boda?”

“No te disculpes Julia, tú eres como de la familia; tantos años al servicio de esta casa te da derecho a saber qué rumbo tomamos sus habitantes”, le dijo con una sonrisa genuina.

“Mañana vamos a ver dos de los clubes que me gustan para hacer la ceremonia. Verificar que fecha tienen libre para saber si nos conviene y también los papeles que aún tenemos pendientes”, contó.

“Martín me trae hoy unos catálogos de telas, y otras cositas que necesito para ir dándole forma a este proyecto”.

“¿Pensé que iban a celebrar la boda aquí”

“Pues aquí hay mucho espacio y el lugar está acondicionado, pero prefiero que sea un lugar neutral; para no disgustar a mi familia y no darles escusas para no venir”.

“Si Amalia, me parece prudente de tu parte, es mejor no despertar viejas rencillas”

“Si, hasta ahora, ellos se han mantenido al margen de nuestra relación y yo no los he involucrado en nada de lo mío. Así todos contentos”.

“Mi mamá, se puso muy contenta con la noticia de mi embarazo y está de acuerdo con mi decisión de casarme con Martín; ella sabe que él es el amor de mi vida y lo único que le importa es que yo sea feliz”.

“Los demás tienen derecho a pensar lo que bien les parezca”.

“Eso es correcto, amiga”

“Espero verte allá, Julita, eres mi invitada”.

“Si claro que estaré allá, señora, yo ayude a criar a Martín, como si fuera mi hijo; he estado presente en todos sus momentos importantes y en este, con mayor razón, no me lo perdería”.

“Si es verdad lo que dices. Yo sé que a Martín le va a gustar mucho verte acompañarnos”.

“Gracias por la invitación, Señora Amalia”.

“Por nada Julia, ¡Faltaba más!”

“Estuvo sabroso el desayuno, como siempre, gracias”

“Por nada, Señora Amalia, siempre a la orden”.

“¿Y usted, mi niña?, ¡No comió casi nadal, no se me vaya a enfermar de nuevo..”.

“No te preocupes Julia, te aseguro que es temporal; en poco tiempo estaré comiendo igual que Amalia”.

“¡Ojalá, mi niña, ojalá!”

Alejandro pasó la tarde trabajando en casa de su padre, pero de su mente no salió la conversación con su mamá.

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