Destino incierto -
Capítulo 56
Capítulo 56:
La velada prometía ser un éxito, el ánimo estaba preparado para la diversión y el disfrute. Fabiana se había propuesto no traer a memoria nada que la amargara o le quitara la paz, era una mujer joven que anhelaba vivir a plenitud, aunque el destino se empeñaba en decir lo contrario.
Había vivido en un limbo todo este tiempo, queriendo huir de la realidad; se negó hasta lo último en aceptar su nuevo destino, uno que ella no había buscado, que había llegado abruptamente, trastocando el que sí había planificado y soñado; para el que se había preparado toda su niñez y su juventud.
Ella no entendía el cómo ni el porqué, su vida había dado un vuelco de ciento ochenta grados de un momento a otro, todo quedó de cabeza, quiso revelarse, pero le fueron hurtados sus derechos.
Todas estas experiencias la llenaron de ira y de amargura, al punto que le estaban robando también su salud, junto con la alegría de vivir.
Últimamente, notaba un ligero cambio a favor, en la actitud de Alejandro hacia ella, y aunque le costaba admitirlo, esto le deparaba cierto bienestar porque poco a poco le iba perdiendo el miedo.
Ese miedo que la paralizaba al punto que su voluntad quedaba anulada; era horrible ese sentimiento que la convertía en un títere en manos de su esposo.
Hasta el momento de conocer a su papá y a los Cruz, ella era una chica desenfadada, alegre, disfrutaba la compañía de su madre y de sus amigos.
De un año para acá se convirtió en una mujer huraña, desconfiada y muy poco comunicativa, porque esto último parecía ser una regla en la familia de los Cruz.
Pero ya estaba hastiada de ese comportamiento, porque a decir verdad esto no es vida. Quería recuperar su verdadera forma de ser, su verdadero yo; por esto, había decidido darle un voto de confianza a Alejandro; más por sí misma, que por él.
Había hecho un gran esfuerzo, en poner todo de su parte para disfrutar cada una de las pocas oportunidades en que había salido con Alejandro; y esta no era la excepción; por eso quiso ponerse y sentirse bonita, porque necesitaba subir su autoestima golpeada tan duramente por las experiencias sufridas en los últimos tiempos.
Además, para ser sincera, ¡Alejandro era un tipazo!, como diría su amiga de la universidad.
Sí, Alejandro le movía el piso, no podía negarlo, a ella le gustaba físicamente, en definitiva se podía decir, que era su tipo.
“Te has quedado muy callada Fabiana, ¿En qué piensas?”
“No es nada importante, solo reflexiono sobre mi persona, me gusta hacer un balance sobre lo que vivo y sacar conclusiones”.
“No sabía que te gustaba filosofar, pienso luego existo”
Fabiana sonrió, volteando para verlo.
“Si, algo así..”.
“Y qué conclusiones sacaste… si se puede saber”
“Pues sencillo. Si no puedes con el enemigo, únetele».
“¿Yo soy tu enemigo?”
“¡Parece que ahora no!, pero no tiene importancia Alejandro; no dañemos este momento con una retórica inútil que no nos lleva a ninguna parte”, explicó.
“Salimos a cambiar de ambiente y a despojarnos de los pesos que nos agobian. Entonces, ¡Hagamos eso!”
“Tienes razón, cariño, me estoy dando cuenta que la vida es muy corta y que tenemos que aprender a vivirla lo mejor posible. ¿Ves?, yo también sé ponerme filosófico..”.
Ambos se miraron a los ojos y rieron de buena gana.
“Mira, cariño, hemos llegado”
“¡Huy, sí, se me hizo corto el camino!”
Buscaron donde estacionar su vehículo y acto seguido se dirigieron a comprar los boletos como un par de adolescentes, tomados de las manos.
“¿Compramos palomitas de maiz, o algún otro dulce? ¿Te apetece algo Fabiana?”
“¡No, no, gracias!, solo goma de mascar… de lo contrario dañamos nuestro apetito y no podremos disfrutar la cena”.
“Bueno… yo voy a comprarme un chocolate, te aseguro que una golosina no es capaz de quitarme el apetito”.
“Mmm… ¡Tragón!”
Pasaron un buen tiempo viendo la película, comentaron, rieron y como siempre, tuvieron uno que otro desacuerdo, esto ponía el picante en su relación.
Del cine salieron directo para el hotel.
“¿Qué te parece el sitio, Fabiana?”
“Me gusta, es un sitio muy acogedor y familiar, esa música le acaricia a una los sentidos, es muy tranquilo y elegante”
“La comida es mejor, lo vas a ver..”.
En ese momento se acercó el mesonero, Carta en mano, para recibir la orden.
“Buenas noches, Señor Alejandro, nos place tenerle aquí nuevamente, bienvenido; le habíamos extrañado”.
“Buenas noches, Pepe, gracias”
“¿Qué aperitivo le vamos a servir, el mismo de siempre, Señor Alejandro?, ¿Y para la dama?”
“Si Pepe, a mí sirveme el mismo de siempre, y la dama, es mi esposa, Fabiana Cruz”.
“Disculpe, Señora Cruz, usted me dirá que le apetece..”.
“Un vino rosado, por favor”.
“Si pepe, ha elegido perfectamente, sírvele un Róse de Sangiovese, gracias”
“¿Y de plato fuerte, que prefieren las carnes o los mariscos?”
“¿Tú qué quieres Fabiana?”
“Pollo al horno y ensalada mixta”
“Para mí, mariscos y también ensalada mixta”
“Con mucho gusto”,
Recogiendo las cartas, se retiró.
“¡Parece que eras cliente habitual!, ¿Venías con muchas damas?”
Alejandro miró a su esposa, entre sorprendido y suspicaz.
“¿Mmm? ¿Me suena como a celos?”
“¡Qué tonterías! ¡Solo es curiosidad!”
“No importa Fabiana, eres mi esposa y tienes derecho a saber. No te niego, vine acompañado varias veces; pero lo único que debe importante es que desde que estoy contigo, es la primera vez que vengo a este lugar”.
Fabiana no hizo ningún otro comentario al respecto, aunque sí le molestaba, pero no tenía claro porque razón.
La velada se prolongó hasta muy tarde, por lo que Alejandro, un poco cansado, propuso rentar una habitación del hotel para pasar la noche.
Propuesta que fue bien recibida por Fabiana, ya que se sentía un tanto mareada, parecía que había consumido más vino del necesario.
Fabiana se sentía alegre, parecía que todos sus temores habían quedado en el pasado y simplemente se dejó guiar por su esposo, entregándose a una noche de pasión, sin inhibiciones ni tapujos.
…
Al día siguiente, ambos se sentían muy bien, por la mente de Alejandro, pasó la posibilidad de llegar a ser un hombre feliz y tal vez… ¿Por qué no?, avanzar en otra dirección y cambiar su futuro.
Por su parte, Fabiana, a pesar de sentirse bien y hasta contenta, no dejó de sentirse extraña, pensó con un poco de desconfianza:
“No sé… ¡Tanta belleza no existe!”
La siguiente semana fue para Odín y los Cruz, una semana de ajetreo.
“¡¿Aló, Uriel!?”
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