Destino incierto -
Capítulo 53
Capítulo 53:
Solo en oportunidades muy escasas, ella podía deducir algo de lo que se trajera Uriel entre manos, sobre todo, por alguna indiscreción suya durante las conversaciones telefónicas.
Valeria no dejó documento que no investigara, hasta en la agenda personal de Uriel, ¡Pero nada! Después de un buen rato, ya cansada, desistió de su empeño”.
Valeria entonces decidió marcar al número de teléfono celular que le había dado Fabiana.
En verdad un poco nerviosa porque no sabía qué decirle a esta señora, o que recepción pudiera darle esta; a ella por ser la madre de Alejandro.
Al cabo de un rato, armándose de valor, se decidió a hacer la llamada. Después de insistir, obtuvo por toda respuesta una voz impersonal que le decía:
“El número que usted marcó, no está asignado a ningún suscriptor..”.
Valeria quedó desconcertada, con sentimientos encontrados; no sabía si alegrarse por no tener que enfrentar a la mamá de Fabiana, con no se sabe qué explicaciones… o llenarse de dolor por no poder ayudar a su nuera, por la que sería capaz de hacer cualquier esfuerzo por verla feliz.
Se quedó pensativa, analizando la situación.
No sabía si tomar la temeraria decisión de preguntarle a Uriel. Pero, ¿Cómo reaccionaría? Ella sabía muy bien que en sus cosas no debía meterse, a no ser que estuviera dispuesta a enfrentarlo y en las ocasiones en que se atrevió a hacerlo, las cosas no habían salido bien del todo.
Por otro lado, si no le consultaba nada y todo lo hacía a sus espaldas, tal vez era peor, porque al saber lo que ella estaba haciendo; esto lo enfurecería.
Porque paradójicamente cuando era ella la de los secretos, él se ponía muy ofendido y se disgustaba por días.
‘Uf… ¿Qué hacen?’, pensó Valeria.
Después de la comunicación con Odín, los Cruz recibieron un mensajero de parte de la chata, diciéndoles que le urgía recibir órdenes sobre el plan de trabajo de los antiguos lobos, porque ellos exigían ponerse activos inmediatamente, también estaban preguntando acerca del entrenamiento que les habían prometido, porque según decían estaban muy interesados en el asunto.
Una vez leída en voz alta la misiva, Alejandro comentó:
“La Chata tiene razón papá, estamos un poco dispersos con el asunto de reorganizar la gente del barrio, porque con esta gente que se anexó, se nos duplicó el número de hombres”, dijo.
“Considero que debemos mantener a la gente trabajando en los sitios que ellos conocen bien; no veo porque tengamos que moverlos de su zona de confort”, respondió Uriel.
“Es cierto papá, cuando se conoce bien el ambiente de trabajo, se mueve uno, como pez en el agua y tenemos mejores resultados”.
“Estoy de acuerdo Martín. Lo que sí pienso es que la zona ahora es muy extensa para que sea solo la chata la que lleve el control. Me parece que es necesario nombrar otro encargado para que atienda los barrios que se anexaron”.
“Si me parece absolutamente necesario para que haya un buen control, de lo contrario empezaremos a tener problemas de desorden y de conducta; a estos muchachos tenemos que mantenerles la cuerda corta”, dijo.
“No sé qué pienses papá, pero me parece que la persona que pongamos allá, sea del grupo de los que están bajo el mando de la Chata y que sea ella misma la que nos escoja al hombre”.
“O a la mujer..”., acotó Alejandro.
“No olvidemos que hay como tres mujeres que trabajan bajo su tutela”
“A decir verdad, a mí me gusta una mujer al control, debo reconocer que son más disciplinadas y responsables”.
“¡Hay papá, te oyera, mamá!, no creería lo que estamos nosotros oyendo”, comentó Martín.
“Tú no se lo vas a decir… claro”.
Martín soltó una carcajada.
“Le tienes miedo, ¿No?”
“¡No! No es miedo, es que la vieja se torna histórica..”.
“¡Histérica! Querrás decir..”.
“¡No, histórica!, porque empieza a sacar los trapitos desde que nos conocimos. Uf…, quien se la aguanta”.
“¡Bueno, volviendo al punto!, mándale decir a la chata que escoja ella misma, que los conoce a todos, bastante bien; a una persona en la cual ella pueda confiar, que esté en capacidad de hacer bien el trabajo y de respondernos a nosotros como ella misma lo ha hecho hasta el momento”.
Martín, con gesto de duda, comentó:
“La Chata ira a poner el grito al cielo, porque es un compromiso grande y le preocupará que la hagan quedar mal”.
“Sí, pero ella es una mujer que no se arruga por nada y, le gustan los retos”.
“A, eso sí, Alejandro, ahí tienes toda la razón, por algo se ha mantenido tanto tiempo donde está”
“Más adelante los vamos intercambiando de tiempo en tiempo, hasta que todos lleguen a conocer y familiarizarse con todo el lugar. De esta manera, ninguno será indispensable y cualquier miembro estará en capacidad de reemplazar a otro, en caso de ser necesario”, explicó.
“Por otro lado, en cuanto a la preparación, se pueden dividir en grupos pequeños e ir trayéndolos por temporadas, para no alterar mucho la tranquilidad y la rutina de la casa, como sucedió con el grupo anterior”
Añadió Uriel.
“Estoy de acuerdo papá, me encargaré de eso sin pérdida de tiempo. Hoy mismo le hago llegar instrucciones de lo acordado, a la Chata”.
Alejandro estaba caviloso, ciertamente él se alegraba mucho por la paternidad de su hermano, ¡Qué bueno que la familia creciera! Pero ese no era el punto.
El punto era que el mismo como hermano mayor estaba quedando rezagado en este aspecto tan importante, dentro de su familia.
Era hora de enfocarse de lleno en este propósito; tendría que cambiar la táctica para poder ganar confianza en Fabiana y lograr que esta accediera a quedar embarazada.
Aunque él no entendía por qué, aún no se les había dado el milagrito… porque en lo que a él respecta nunca le había facilitado a su mujer, el absceso a los anticonceptivos.
Por otro lado, tal vez… si Amalia hubiera… ¡No, no!, ella nunca se atrevería.
O sería que.,. ¡Carajo! Tendría que reconocer que el medicucho tenía razón… es el exceso de estrés lo que impide que Fabiana quede en cinta.
“Mmm, no sé..”.
Siguió pensando.
‘¿Tendré que llevarla a consulta de nuevo? ¡No, no creo poder ver otra vez a el rostro al tipo ese!, ¡Uf, no sé qué hacer!’, pensó molesto.
“¡Cálmate Alejandro!, si te estresas el que no va a servir para nada eres tú..”., dijo para sus adentros.
“¡Pues nada…! Me portaré como un esposito ejemplar… ¡Las mujeres son una cosa seria…!”
Meditando en todo esto, se dirigió a la cocina y preguntó a Julia donde estaba su esposa a esas horas de la tarde.
“No sé exactamente, Señor Alejandro… pero por lo general ella en la tarde acostumbra a reunirse en la biblioteca con sus amigos imaginarios”.
“¿Cómo así Julia, por qué dices eso?”
“Ay, Señor Alejandro, cuando ella habla de los libros, se le iluminan los ojitos. Ella dice que conoce historias fantásticas, personajes de la medicina, de la literatura, del arte, así como países y paisajes de ensueño; le aseguro que ella disfruta un montón la lectura”.
“Mmm… ¿Y ella ya tomó algo de merienda?”
“No, Señor Alejandro, precisamente estaba por llevarle el cafecito de la tarde, que a ella le encanta con sus galletitas integrales”.
“A que bien, dámelos y yo se los llevó, porque voy para allá”.
“Aquí está, le acomodé todo en esta bandejita, disculpé señor, ¿Usted también va a querer?”
“Solo el café, Julia, gracias”
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