Destino incierto
Capítulo 46

Capítulo 46:

Alejandro, observando a su padre, quien le hizo a! un gesto de aprobación, camino con paso firme, hacia la mesa y tomó la palabra:

“Antes de proseguir, quiero agradecer a Odín, por todo el esfuerzo de investigación que realizó. Nos resulta de gran ayuda conocer al enemigo, cuáles son sus fortalezas, qué mercado ofrecen a sus clientes; quienes son sus contactos, el territorio que ocupan, hasta donde alcanzan sus tentáculos”, dijo Alejandro.

“¡Ah! Y sobre todo, cuáles son sus puntos débiles para enfocarnos en ellos, en el plan de ataque. De esta manera sabremos quiénes están detrás de ellos, a quiénes nos vamos a enfrentar”

“Así es hermano”, acotó Martín.

“Ya estos tipos, dejaron de ser un fantasma del que solo conocíamos su nombre, ahora sabemos quiénes son, y cómo trabajan… empezaremos a pisarles los talones con pasos lentos, pero firmes hasta encontrarles el punto de quiebre. Hay que ir dándoles golpes rápidos y certeros, no darles tiempo para reaccionar; como cuando se está matando una culebra”.

“Eso es correcto”, dijo Odín.

“Sabemos que hay algunos de ellos en la cárcel, claro… deben ser los de menor rango, o son simplemente falsos positivos, para que la opinión pública piense que la policía sí está persiguiendo a los delincuentes y están trabajando en pro de la paz de los ciudadanos… Porque esta es la forma como ellos se lavan el rostro”, continuó.

“Sin embargo… debemos ir al fondo e investigar si hay algún cabecilla encerrado que esté coordinando sus secuaces desde la cárcel”

“Y algo importante, donde tienen el centro de operaciones y el nombre de los jefes”, comentó Uriel.

Martín, alzando la mano para tomar la palabra, pasó al frente y comentó:

“En un primer momento, sugerimos que era necesario infiltrar algunos hombres para investigar, desde dentro de la organización, de esta manera tendriamos información fresca y fidedigna. Ya contamos con gente preparada, solo hay que encontrar la forma de hacer ese contacto”.

Toño, uno de los cabecillas de los hombres de Alejandro, poniéndose en pie, habló desde donde se encontraba ubicado:

“Como ese primer contacto, debe ser de una forma completamente casual donde no haya posibilidad de despertar la más mínima sospecha. Creo que la cárcel sería el lugar ideal”.

Alejandro, moviendo afirmativamente la cabeza, agregó:

“Explicate Toño, ¿Qué se te ocurre?”

“Tendríamos que implicar a dos de nuestros hombres, en delitos menores, dejarse pescar de la policía y pagar para que los metan al pabellón donde están los chinos; de esta manera los nuestros los conocen y traban amistad con ellos”, continuó explicándose.

“Para que esta estrategia de resultados positivos, los muchachos tendrían que estar no menos de tres meses con los ellos para ganarse su confianza y sacarles información”.

Uriel, dando unos pasos por la estancia, para desentumecer las piernas y con la mano izquierda en la barbilla en actitud pensativa, respondió:

“Tu estrategia me gusta, Toño. Es bastante factible y me parece que conlleva poco riesgo. ¿Qué dicen ustedes?”, preguntó, dirigiendo la mirada a Odín y a Alejandro.

Alejandro, afirmando nuevamente con movimiento de cabeza, interpeló a Odín con la mirada, para que fuera este quien contestara.

“Sí, estoy de acuerdo. Elijamos los muchachos que van a hacer la labor de inteligencia, y la falta contra la ley que van a llevar a cabo, para ir desde ya; dándole forma a esta estrategia. No veo problema ninguno, por unos cuantos dólares la policía nos pone los muchachos donde nosotros queramos”.

Otro de los hombres, apodado campanita asistentes a la reunión, añadió:

“El delito es lo de menos. Puede ser robo de vehículo o un atraco. Lo que sí me parece importante es que entremos en diferentes fechas para que no haya posibilidad de que nos vinculen”.

“¡Listo!, dijo Alejandro, ¿Quiénes son los voluntarios?”

El hombre que estaba hablando, respondió de inmediato:

“Yo mismo puedo ser… y propongo al pollo Rodríguez, que desde pequeño se especializó e hizo su doctorado en robo de autos”, comentó sonriendo.

“¿Qué dice el pollo Rodríguez?»

“Si, jefe, no tengo problema. Pero quiero aclararle al mamador de gallo que; si yo hice doctorado en robo de autos, tú no te quedaste atrás. Acuérdate que te apostabas horas a la salida del banco para no pelar viejito que acabara de cobrar su pensión”

Entre risas el primero repostó:

“¡Ah, pero no me degrades, pollo! ¡Eso fue en mis comienzos, con alguien tenía que practicar!”.

En medio de las risas de los presentes, Uriel, tomando nuevamente la palabra, les dijo:

“¡Okay muchachos!, antes de que todos se comiencen a sacar los trapitos al sol; finiquitemos la reunión: Esta semana nos montamos en ese trabajo… Ustedes se ponen de acuerdo quién de los dos da el primer paso, y nuestro socio Odín, cuadra con los policías, el asunto de hacer llegar a nuestros hombres al lugar indicado. ¿Hay algún otro cometario?”

A la pregunta de Uriel, se desató un murmullo de conversaciones, pero ninguno añadió nada en voz alta:

“¿Debo entender que todos estamos de acuerdo?”

“Sí”, contestó, Odín.

“Los hombres designados comenzarán su misión desde ya; y nosotros seguiremos con nuestra rutina como siempre, hasta obtener más información”

Al final agregó:

“Pasen al comedor para que tomen un aperitivo, y damos por terminada la reunión de hoy”.

Los jefes se quedaron rezagados, con el propósito de aportar sus apreciaciones sobre el resultado de la reunión.

“Considero que la reunión de hoy fue exitosa y tengo la certeza de que pronto empezaremos a ver los resultados. Observé que los hombres están firmes, tienen disciplina y están siempre alerta, dispuestos y sin miedo; y esa es la gente que necesitamos”, dijo.

“Me siento contento con los resultados, contamos con material humano idóneo para trabajar. La experiencia la van adquiriendo por el camino y con la tutoría de los más veteranos salimos adelante”, aportó Odín.

Uriel, con gesto complacido, comentó:

“SÍ amigo, yo también me siento satisfecho con la preparación de este nuevo contingente de hombres, aprovecho para felicitar a mis hijos que se esmeraron y trabajaron duro para moldear estos muchachos. Sé que no es fácil viniendo de donde vienen. ¡Hay que tener guáramo para dominarlos, y para que entiendan cuáles son las reglas!”

Alejandro respondió:

“Gracias papá por reconocer la labor, tanto de Martín como mía. Siempre me has enseñado a no quejarme por nada… pero te aseguro que estos chicos nos sacaron canas; ños estaban llevando al límite”, dijo.

“Vienen con un temperamento muy rebelde y desordenado; debemos agradecer también a nuestros veteranos, esos hombres que lo han dado todo por nosotros; ellos también nos ayudaron mucho. Tenemos que darles un incentivo, se lo merecen”.

“Estoy de acuerdo, Alejandro, en casa cuadramos eso. Ahora vamos a compartir un rato con los muchachos..”.

En la hacienda, las aguas habían llegado a su cauce.

Se había restablecido la antigua rutina y las cosas acontecían sin novedad aparente.

Amalia, esas últimas semanas, estaba mostrando un ánimo especialmente alegre. Fabiana lo había notado en los momentos que tuvieron ocasión de compartir, sobre todo cuando se encontraban en la piscina o disfrutaban ver, juntas, una pelicula; solo que no le había preguntado nada por respeto a la intimidad de su amiga, no quería pecar de entrometida.

Era inicio de semana y esa mañana se habían puesto de acuerdo para ir a nadar un rato.

Fabiana ya estaba en la piscina cuando su amiga llegó.

“¡Hola Fabi…! ¿Cómo amaneciste?, ¿Hace rato estás aquí?”

“¡Bien, Amalia, gracias!, hace unos diez minutos que llegue, ¿Y tú, cómo estás?”

“¡Ay, amiga, muy bien! ¡Hoy estoy particularmente contenta!”

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