Destino incierto
Capítulo 44

Capítulo 44:

Uriel llegó sorpresivamente a la hacienda, en compañía de su esposa. Quería verificar personalmente el avance en el trabajo de preparación de los hombres de Alejandro; era algo que le preocupaba dada la envergadura del compromiso al que se estaban enfrentando.

“¡Papá, mamá! ¿Qué sorpresa, porque no me avisaron que venían?”

“Ay, Alejandro, tú me conoces, sabes muy bien que cuando tengo algo entre manos, no tengo paz. Ayer pensé en llamarte, pero tuve imprevistos que atender y a la final se me olvidó”, explicó.

“Esta mañana me dije: No voy a posponer la ida a la finca porque necesito estar al tanto de que todo esté funcionando como esperamos”.

“Si papá, todo está listo como te dijimos, ya distribuí a los nuevos muchachos, allá a la joyería te envíe dos, tres envié para el barrio para que estén alerta con el problema, ese que desencadeno el búho; y los otros los mandé para los gimnasios. Ayer debieron de haber llegado los que te mandé, ¿No los viste?”

“No, ayer no fui al negocio, otros compromisos demandaron mi atención, mañana hablaré con ellos”

“De nuestros hombres de base, que se entrenaron para el trabajo con los chinos; quedaron doce, están listos, solo están esperando nuestras órdenes, esta semana me reuní con Hugo, con Tiago y otros dos de mis hombres de confianza y me confirmaron lo que le estoy diciendo”, dijo Alejandro.

“De todas formas, papá, ya que estás aquí con ese propósito, pues, vamos y ves por ti mismo como están las cosas y de paso hablas personalmente con el grupo”.

“¡Perfecto, Alejandro!, mira, traje a tu mamá, porque Martín le comentó que Fabiana estuvo enferma, y bueno… tú ya sabes… no podía esperar para venir a verla. Tan pronto se enteró, ya estaba preocupada”.

“No hay problema mami, pasa para que la veas, a ella le dará mucho gusto verte. Gracias por preocuparte”.

“Gracias hijo, y Uriel, no exageres, no solo vengo a ver a mi nueva hija, no es la única que me preocupa; también vengo a ver a mi querido hijo… ¿Cómo estás, querido?”, dijo abrazándole y dándole un beso en la mejilla.

“Bien mamá, yo también te quiero mucho. Pasa para que hables con Fabiana. Y nosotros, papá, vamos para que eches un vistazo y valoras por ti mismo el trabajo que se hizo”

Valeria se enfiló hacia la escalera para dirigirse a la habitación de Fabiana, tocando a la puerta para anunciarse.

“Fabiana, querida soy yo, Valeria..”.

“Pase adelante, Señora Valeria, ¡Qué sorpresa tan agradable!, Alejandro no me aviso que tú venias..”.

“No querida, ni yo sabía que iba a venir. Fue Uriel quien tomó la decisión esta mañana de venir a visitarlos porque estaba preocupado; por no sé qué cosas del trabajo. Y como supe que habías estado enferma, lo obligué a que me trajera para verte”

“¡Ay qué bueno! Para mí es un regalo verla Valeria, he aprendido a apreciarte mucho, me siento en confianza contigo, por eso me agrada tanto que vengas a visitarnos”, dijo.

“Pero cuéntame, ¿Cómo has estado?”

“¡No!, la que tienes que contarme eres tú. Dime ¿Qué fue lo que te pasó?”

“Pues no sé a ciencia cierta, me desmayé en la cocina a la hora del almuerzo, en esos días andaba sin apetito y muy estresada por todo el movimiento que hubo en la hacienda, menos mal que estaba en compañía de Amalia y Julita que me auxiliaron”

De solo recordar esos días se volvía a agitar de nuevo.

“Alejandro me llevó para consulta con el médico, me mandó unos exámenes de laboratorio; pero estoy bien, parece que era solo cansancio y un pequeño desajuste nervioso, nada más. Ya me siento perfecta, no hay de qué preocuparse”.

“¡Qué buena noticia, hija! Debes estar más al pendiente de tu salud querida”, le recomendó.

“Supe que la otra noche saliste a cenar con tu esposo. ¡Cómo me alegró esa noticia! Ese gesto me da esperanza de que las cosas entre ustedes se puedan estar suavizando..”..

Dicen que la esperanza es lo último que se pierde, pensó la suegra.

“¡Nada me contentaría más de que ustedes pudieran llegar a tener un matrimonio, si no feliz en el sentido estricto de la palabra, por lo menos bien llevado; donde ninguno de los dos sienta que el convivir juntos sea una carga!”

Fabiana, incorporándose de la silla donde estaba sentada leyendo, y dejando su libro de lado; estiró sus piernas y se dirigió a la peinadora, limpió con sus dedos y lo que tenía un poquito corrido y acomodo su cola de caballo.

“Ay suegra… ese sueño está muy lejos de hacerse realidad, sin embargo…, sí, fue un primer paso, por algo se empieza y este fue un buen comienzo. Logramos el milagro de poder compartir amistosamente y disfrutar el momento, sin morir en el intento..”.

“¡Esto me llena de optimismo hija!, considero que estas salidas deben de convertirse en una rutina, ya que el resultado ha sido tan bueno, a la primera oportunidad que tenga, le diré a mi hijo que se desprenda un poco del trabajo y te dedique mas tiempo de calidad. ¡Ay!”, dijo moviendo la cabeza.

“¡Si no fuera tan testarudo!”

Fabiana, dando un largo suspiro, comentó:

“Tu hijo no es solo un testarudo, sino que es egocéntrico y muy orgulloso, nunca quiere perder una… y yo en verdad también tengo mi temperamento; no me gusta para nada la forma como me trata, la mayoría de las veces. Él me da órdenes y yo tengo que moverme a cumplirlas sin chistar”, dijo la joven mujer recordando diferentes situaciones.

“Cuando le replico algo o expongo mi punto de vista, a él no le gusta, entonces viene el problema”

“Tienes que ser lista con él, Fabiana, búscale la vuelta y hazle creer que él es el que manda, pero tú acomodas las cosas a tu favor; las mujeres tenemos una astucia natural para esto, siempre nos salimos con la nuestra”, le dijo a manera de confidencia.

“Te aseguro que con el conocimiento que tengamos de nuestra pareja, y el tiempo vamos obteniendo esta destreza”.

“He observado que, a su manera, Alejandro está comenzando a quererte y a valorarte… Mmm. Recordemos que él no es un hombre convencional”, reflexionó.

Ella conocía bien a su hijo y sabía de lo que le hablaba.

“A lo mejor porque tú no te has doblegado tan fácilmente a sus caprichos, ni demuestras ningún interés por él, ni como hombre ni económicamente. Como si lo han hecho siempre todas las mujeres que han pasado por sus manos”, siguió Valeria.

“Y ese desinterés, aunque, no sea tu propósito, es lo que está despertando en mi hijo, esos sentimientos. Tú te has convertido en un reto para su ego masculino”, sonrió con complicidad.

“Una mujer, a él, no le duraba más de dos salidas… y te aseguro que muchas de ellas lo asediaban hasta llegar a fastidiarlo, pero ninguna le llegó a interesar seriamente… Y aunque eran mujeres hermosas; porque eso sí ha tenido siempre este muchacho… ¡Muy buen gusto!”

Antes estos comentarios, Fabiana no tenía el menor consuelo, pues ella había caído ahí sin su voluntad.

“Pero lo que no había querido hasta ahora era compromiso, porque siempre amó mucho su independencia, para él estas mujeres fueron solo entretenimiento, para pasar el rato”.

La joven apretó los dientes para no decirle a su suegra que francamente a ella no le importaba nada de eso, y que si su hijo se hubiera enredado con alguna de esas otras mujeres, entonces ella se habría salvado de conocerlo.

“Alejandro, ha sido muy receloso y desconfiado, siempre supo que, estas chicas estaban interesadas en sacar de él el mayor provecho, tanto económico como personal: joyas, viajes, hoteles, fiestas, Clubes; porque debes de saber que, en su primera juventud, Alejandro, llevó una vida un tanto desordenada, su papá le permitió ciertas libertades con las que yo nunca estuve de acuerdo”.

Fabiana no estaba interesada y en verdad no quería intimar con su suegra en este tema, pero no pudo callarla.

No tenía ningún interés en conocer el historial amoroso de su marido, además todo lo que ella le estaba contando era fácil de imaginar, dado que Alejandro era un hombre apuesto y lo más llamativo; tenía dinero a manos llenas.

Pero como no quería ser descortés ni grosera con esta mujer, que lo único que había demostrado hasta el momento era buena voluntad para con ella; solo se limitó a decirle:

“Pienso que lo que sucede con este tipo de relaciones es que estas chicas son mujeres de experiencia que ya tienen una trayectoria y sus intereses se enfocan en divertirse, pero a su vez en solucionar su problema monetario, existen muchas de ellas que tienen responsabilidad de hijos y esta actividad es un trabajo para ellas; no me corresponde a mí juzgarlas..”.

Y con eso Fabiana quiso dar por culminado ese tema.

“Vamos más bien a la cocina para tomarnos un cafecito bien caliente, tengo frío, porque aquí encerrada no veo la luz del sol”

Mientras tanto, Uriel y Alejandro se reunían con su grupo de hombres seleccionados para afinar detalles, debían estar preparados para la reunión del día siguiente, con Odín.

“Hola muchachos, ¿Cómo se encuentran? ¿Cómo se preparan?”

“Buenos días, patrón”, respondieron en su turno.

El que estaba a cargo respondió:

“Todos estamos bien preparados técnica, anímica y psicológicamente, señor. Estamos solo esperando órdenes suyas. Por lo demás todo listo”

“Confío en su palabra Toño, y en la palabra de Alejandro, que me confirmó en días pasados que todo estaba al cabello”, dijo haciendo un gesto afirmativo con su cabeza.

“Ya mañana tomaremos decisiones firmes y estoy seguro de que para la semana entrante estaremos montados en el asunto”

Uriel siempre quería estar al corriente de todo y también dar las órdenes.

“Lo que sí les recomiendo es que no dejen de practicar ni un día. Tenemos que ser muy disciplinados. Lo que se nos avecina no es nada fácil, no podemos confiarnos en ningún momento, la victoria no la tenemos hasta que todo haya terminado”

Toño asintiendo con movimiento de cabeza, comentó:

“Si eso les repito a mis hombres a cada rato, ¡Estemos mosca muchachos, nosotros estamos preparados, pero ellos también!”

“Bueno… me voy más tranquilo, confirmando que todo anda bien. Hasta mañana muchachos, cambiamos el lugar de reunión, no va a ser en la oficina, se vería mucho movimiento. Pensamos que mejor nos reunimos en casa de Odín. Allá nos vemos entonces”.

“Está bien patrón, no hay inconveniente ninguno. Hasta mañana”

Padre e hijo se dirigieron hacia la oficina de este último a ordenar cuentas y firmar facturas y otros asuntos concernientes a sus empresas, Fabiana y Valeria ya en la cocina saboreando un delicioso caté.

“Julia amo tu café, a veces por las tardes te extraño, pienso ¡Ah si estuviera Julia conmigo! Le pediría que me preparara un cafecito rico..”.

“Hay señora, ¿Cómo va a ser?, ¿En serio?”

“¡Claro, Julia!, ¿Tú que crees? ¿Qué te iba a olvidar?, fueron muchos años los que estuviste conmigo, pero ¡Estos muchachos consentidos, tuvieron que traerte!”

Julia, sonriendo, agradeció el cumplido, y preguntó:

“¿Usted y el señor se quedarán a almorzar?”

“Si, Julia, seguramente, ya son más de las once de la mañana. ¡Además, no me perdería uno de esos guisos tuyos! Ah… pero antes porfa, enviales uno de tus deliciosos cafecitos a Uriel y a Alejandro, que creo que están en la oficina”.

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