Destino incierto
Capítulo 31

Capítulo 31:

“Mira Chata, necesito que sigas en contacto con la gente de las zonas dos y tres que cubren el distrito sureste. Necesito también buscar unos muchachos allá para cubrir totalmente todo ese campo. El negocio ha ido creciendo y necesito más gente preparada. Diles que paso la próxima semana a entrevistarme con ellos”.

“No hay cuidado patrón, hoy mismo los contacto”.

Una vez terminado el trabajo de corte de cabello, Alejandro coqueteando con el espejo, comentó:

“Es verdad lo que dice Martín, haces un buen corte de cabello, eres buena en lo que haces Chata, gracias. Vamos, pues, a arreglar cuentas, porque tenemos trabajo por delante y se nos hace tarde”,

Se dirigieron a la parte de atrás, del salón de belleza, en una habitación contigua disimulada por una cortina, y allí recogieron y guardaron en sus morrales, el dinero en efectivo, la mayoría de pequeñas denominaciones; que la mujer les tenía recaudado.

Acto seguido, saliendo del lugar y continuaron su camino cuesta arriba; hasta llegar a una planada donde estaba el supermercado de Don Leo.  En la parte más sobresaliente del barrio.

“Buenos días, Don Leo, aquí visitándole de nuevo. ¿Cómo está todo?”, saludo Alejandro.

Martín solo hizo un movimiento de cabeza, para saludarlo.

“¡Hola patrón, ¿Cómo está!?”

“Don Martín, qué gusto verles. Por aquí todo bien; todo bajo control. Trabajando como de costumbre. Pasen adelante, pónganse cómodos, están en su casa”.

En ese momento, era casi medio día, hora de almuerzo y el negocio estaba prácticamente solo; los hermanos se encaminaron hacia el fondo del negocio, como buscando algo para comprar y luego entraron a la bodega, donde Don leo les tenía preparada una mesita a manera de escritorio y unas pocas sillas.

Alguien llamó por teléfono a Don Leo para confirmar la presencia de los hermanos Cruz; y el dueño del negocio les ratificó, para dar comienzo al trabajo.

Las entrevistas se dieron una a una con toda normalidad.

Los chicos que acudieron eran en su mayoría del mismo sector, dos o tres de sectores aledaños; de edades comprendidas entre quince a dieciocho años.

Muchachos escuálidos y mal vestidos, la mayoría de hogares disfuncionales y una característica general era que todos habían abandonado sus estudios escolares a temprana edad.

Cinco de ellos ya habían sido fichados en la policía por delitos menores y algunos habían estado hasta quince días detenidos por desvalijamiento de autos, robo de bicicletas y robos de menor cuantía.

Todos manifestaron tener ambiciones personales, querer superarse, ganar dinero lo más rápido posible, estar dispuestos a hacer cualquier cosa que se les mandara y sobre todo querer pertenecer a la organización patrocinada por la Familia Cruz.

Los interesados para contratarlos, les exigieron a su vez características de orden, disciplina, silencio, lealtad, arrojo y no consumo de estupefacientes, entre otros.

Les advirtieron claramente que la organización iba a invertir en ellos para prepararlos para sus propios intereses y para beneficio económico de ellos mismos; pero que no permitían desmanes de ninguna clase, porque la organización no era una institución para rehabilitar drogadictos, ni una casa de acogida.

Las condiciones eran que, tenían que tener muy presente que si aceptaban sus cláusulas, cada quien era responsable por sí mismo y por sus actos; porque la consigna para todos, era ganar ganar.

Inicialmente, se les asignaba un tutor a cada uno, de entre los hombres que ya se habían ganado una posición y según el avance les irían asignando tareas de mayor envergadura y responsabilidad.

De acuerdo a su desempeño, así también sería la compensación económica.

Terminadas las entrevistas, los hermanos se retiraron del lugar, sin ninguna novedad.

La semana pasó más rápido de lo acostumbrado, según el parecer de Fabiana, que deseaba con todas sus fuerzas que no llegara el día viernes para no verse obligada a verle el rostro a Odín, porque de verdad este pensamiento no la entusiasmaba para nada; pero claro… nada impidió, que el dichoso día llegara.

Ni una fuerte lluvia; ni la tierra se sacudió; el hombre no se enfermó ni mucho menos se murió; no se incendió la casa; ¡No pasó nada extraordinario que pudiera haber hecho el milagro de impedir que Odín llegara a la casa!

Y sí, ahí estaba… oía su voz, la de su suegro y la de Alejandro dándole la bienvenida ¡Como si se tratara de un gran personaje!

“¡Huy, que rabia! No tenía con quién desahogarse, y esto era lo que más la enardecía..”.

Quería gritar y negarse a bajar cuando la llamaran, pero…

¿Qué disculpa sería válida para negarse?

Esa mañana se había levantado temprano, a pesar de haber tenido pesadillas, toda la noche, como se suele decir en estos casos; que le perturbaron el poder tener un descanso placentero y reparador.

Salió a trotar un rato y a interactuar con los mastines, porque estos junto con Hugo, su entrenador; le ayudaban para drenar todos esos sentimientos de impotencia que tanto daño le hacían.

Pero el solo pensamiento de la presencia de Odín le producía tanto estrés que ya para esta hora estaba que era un manojo de nervios.

No tardaría en escuchar la voz de Alejandro llamándola.

“Oh… ahí está..”.

*Top, top, top… *

Golpecitos en la puerta.

Habían enviado a María para mandarla a bajar.

“Ya voy María, bajo enseguida, gracias”

Fabiana respiró profundo dos, tres veces y las que fueran necesarias, hasta que logró calmarse, acomodo su vestido; un traje de dos piezas, con pantalón y suéter manga larga. Para tapar los arañazos que aún no habían desaparecido del todo.

Luego planchó su cabello con las manos, echándose una última mirada en el espejo.

Bajó la escalera estoicamente, sabiendo que no podía ni disimular ni esconder ninguno de sus gestos, porque al final, en el último peldaño; se encontraría de frente con la sala de recibo donde estaban sentados hablando y compartiendo sus verdugos, como ella los había calificado siempre, desde que tuvo la desgracia de conocerlos y emparentar con ellos.

Alejandro, al verla, le dijo:

“Mira mi amor, ha llegado tu padre, ya me había preguntado por ti; y desde luego yo le dije que estabas muy bien y más bella que nunca”

Y dirigiéndose a Odín, le dijo sonriendo:

“Lo puedes corroborar con tus propios ojos, no te mentía. ¡No puedes decir que tengo mala mano!”, le dijo a Odín.

“Ah… también llegaron mis padres, como puedes ver, te estábamos esperando, para compartir un rato antes de la hora del almuerzo”

Alejandro se dirigió al bar, con la intención de servir un trago de licor a los presentes, a fin de amenizarles el momento.

“Odín, papá ¿Qué les sirvo?”

Los dos hombres al unísono respondieron:

“Lo de siempre, Alejandro, un Whisky en las rocas”.

Dirigiendo la mirada a las damas, les hizo la misma pregunta.

Valeria, mirando a Fabiana a manera de consulta, respondió:

“Pues para mí un Martini”

“Para mí también”, dijo Fabiana alzando la mano.

Mientras, Fabiana se dirigía a saludar primero a Valeria, su suegra.

Odín respondía al comentario de Alejandro, sonriendo de igual manera:

“Más te vale querido yerno que me trates bien a la hija. Y sí, está muy linda, no me equivoqué al elegirle marido, ¡Tienes muy buena mano!”

‘¡Estúpidos, machistas!’, pensó Fabiana, mientras se mordía la lengua, para no dejar salir las palabras que luchaban por brotar de sus labios.

Fabiana, dirigiendo sus pasos en dirección a su suegra, la abrazó diciéndole:

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