Destino incierto
Capítulo 12

Capítulo 12:

Y, continúo con su mejor tono de voz:

“Por tu comida no es, te lo aseguro, a parte de la sazón de mi madre, la suya es insuperable. He pensado tomarle la palabra a Alejandro y venir a ayudarte para poder aprender tus secretos de cocina”.

Julia no respondió a la insinuación.

Solo le dijo amablemente:

“¿Te apetece un cafecito, un jugo o algún bocadillo?”

“Ah, sí, sí… sírveme un cafecito, porfa”

“Aquí tienes mi niña”

Pasando a Fabiana una primorosa tacita rebosante de aromático café caliente.

“Yo quisiera tener la oportunidad que tú tienes de adentrarte en esos fantásticos libros y aprender las maravillas que tú dices que aprendes; pero yo apenas sé firmar mi nombre y deletrear, no fui mucho tiempo a la escuela”

Julia comenzó a contarle a Fabiana.

“Mis padres y mis hermanos, eran gente del campo que conocía todo sobresembrar la tierra y yo crecí ahí entre la cocina y los obreros; era una vida dura, pero aun así tengo bonitos recuerdos. Los domingos salíamos a la iglesia y después de almorzar íbamos al río, nadábamos, jugábamos y pescábamos trucha… unas hermosas truchas que luego comíamos asadas envueltas en hoja de plátano”.

Fabiana sonrió para sus adentros, y pensar que creía que era ella la que necesitaba hablar con alguien.

¡Ja!

¡Si por aquí llovía por allá no escampaba!

“Si, debe ser muy bonito vivir en el campo y poder disfrutar de sus excelentes productos, frescos y sanos y de un sabor insuperable. Yo he estado en zona rural, solo de paseo, cuando invitaban a mami a pasar tiempo de vacaciones en casa de alguna amiga”.

La conversación fue interrumpida por el sonido de unos pasos que se acercaban, Fabiana escuchó a su espalda la voz inconfundible de Amalia, quien entró a la cocina sonriendo aún y moviendo la mano derecha en señal de estar despidiéndose de Martín, su marido.

“Chao, mi amor, cuídate”.

“¡Buenos días! ¡Hola Fabiana! ¿Cómo estás, Julia?”

“¡Hola Amalia! ¿Cómo estás?”, contestó Fabiana automáticamente.

“¡Bien, Señora Amalia! ¿Y usted?”, respondió Julia.

“Bien, aquí discutiendo algunos asuntos sobre el viaje que tienen previsto hacer Alejandro y Martín próximamente, todavía tienen asuntos pendientes que no pueden dejar al azar”.

Se podía observar que Amalia estaba al tanto si no de todo, por lo menos, de algunos asuntos que movían el negocio de los Cruz.

Seguro sería un peón más al servicio de los intereses de la familia.

Fabiana recordó que en las oportunidades que se había encontrado a Amalia en la piscina, ella siempre llevaba la conversación hacia asuntos triviales que no involucraran tocar el tema de la familia ni de sus andanzas.

Fabiana siempre quedaba con hambre de saber más, de indagar en que nido de serpientes estaba metida.

Pero fuera con Julia o con Amalia Gallardo, su conversación no terminaba de llegar a ninguna parte.

“Y, ¿A dónde van a viajar Alejandro y Martin?”, preguntó Fabiana.

“¡Ay querida…! No lo sé. Ellos tienen por norma no decir nunca a donde se mueven, por cuestiones de seguridad. Solo Uriel y en ocasiones los altos mandos lo saben. Pero sus negocios, sus salidas y sus entradas son secreto sumarial”

Si no podía sacar nada en claro. Pensó Fabiana.

Tendría que arriesgarse a investigar ella misma por sus propios medios, pero no podía seguir viviendo en el limbo.

Tendría que ir dominando el miedo que la paralizaba, ser más incisiva; más sagaz.

Era claro que no tenía un punto de apoyo ni esperanza de hacer alianza con alguno en este lugar.

La gente era demasiado fiel o estaban aterrorizados como ella. Amalia cambió como era su costumbre el tema familiar y le dijo a Fabiana:

“Mira amiga, estuve visitando los centros comerciales y entre a varias tiendas de ropa para dama. ¡Hay bellezas! Todavía quedó mucho de la temporada de diciembre y aunque no estaba buscando rebajas, ya han bajado un poco el precio de la ropa ahorita en enero. Te traje el encargo de ropa que me hizo Alejandro para ti. ¡Espero que te agrade! ¡Cómo te digo, te traje bellezas!”

Fabiana solo la miró, esa mujer no paraba de hablar y la conversación había tomado otro rumbo.

“No escatimé en gastos, él me dio luz verde”, le dijo.

“¡Te vas a entretener midiéndote todo lo que te traje! ¡Vas a lucir como una reina! Aunque te digo que no necesitas mucho esfuerzo para ello”

Y agregó:

“Y, por supuesto, también compré para mi, solo algunas prendas… ¡Tengo mucha ropa! Ja, ja, ja, ¡Tenía que aprovechar la oportunidad!”

Mientras Amalia hablaba, la mente de Fabiana daba vueltas.

¡No sabía si alegrarse o molestarse!

Alejandro nunca le dijo que iba a hacer ese tipo de encargo para ella y aunque sí lo necesitaba porque la ropa que había traído de donde Odín ciertamente no era mucha, le hubiera gustado que se le tomara en cuenta por motivos obvios.

¡Era su ropa, carajo!

Fabiana solo atinó a decir:

“Gracias Amalia por tomarte esa molestia, solo que… hubiera sido bueno ir contigo..”.

“Eso mismo le dije yo a tu esposo, pero él aseguró que tú no te sentías bien y que como yo iba a salir te hiciera el favor. ¡Cosa que me encantó! ¡Te lo aseguro! Para mí no es ninguna molestia, me encanta gastar el dinero a manos llenas y si no es el mío ¡Con mayor razón!”

Justo detrás de ellas estaba Alejandro, que acababa de entrar y se había quedado quieto escuchando las últimas palabras de la conversación.

“¡Aja! Ya te oí, lo pensaré dos veces antes de volver a darte mi tarjeta, ¡Eres muy pícara Amalia!”

“Si, cuñado, las oportunidades, las pintan calvas, ja, ja, ja; dicen por ahí. Mira, yo te dije que a Fabiana le hubiera gustado ir ella misma a escoger su ropa; seguramente nos hubiéramos divertido en grande, pero tú… siempre con tus cosas… de todas formas tenemos oportunidad de salir esta semana si tú quieres Fabiana”.

“¡No!, ella por ahora no tiene permiso de salir a ninguna parte fuera de la hacienda”, respondió Alejandro.

Por toda respuesta, Amalia le envió una mirada de reproche y salió de la cocina.

Alejandro, mirando un poco sombrío a Fabiana, le dijo:

“No te aconsejo que sigas los pasos de Amalia… no sea que te vengas metiendo en problemas y seguro no te van a gustar”

Levantando la mirada al reloj de la cocina, comentó como si lo hiciera para sí mismo…

“Vamos un rato a la habitación Fabiana, aún es muy temprano para el almuerzo”

Y tomándola del brazo la sacó casi arrastras.

¡Ya sabía ella bien, en que terminaría esta invitación!

Todos estos recuerdos y pensamientos la abrumaban.

Cada vez que este hombre hacía esto, ella se sentía utilizada y abusada y acumulaba rencor en su corazón.

Fabiana, incómoda por sus pensamientos y los malos recuerdos, lanzó de lado la cobija y estiró sus músculos a más no poder.

No quería seguir con estos pensamientos que le hacían tanto daño.

Entró a la sala de baño y se sumergió en un reconfortante baño de espuma caliente.

Ese lugar se había convertido en el único donde se sentía a salvo de las miradas y las persecuciones de los que había sido víctima en los últimos meses.

.

.

.

Consejo: Puedes usar las teclas de flecha izquierda y derecha del teclado para navegar entre capítulos.Toca el centro de la pantalla para mostrar las opciones de lectura.

Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Reportar